Decepciones #3

Aunque su semblante mostraba tranquilidad y sosiego, la excesiva sombra negra de sus ojos, maquillaje disuelto en recientes lágrimas, adivinaban un llanto reciente.

Sentada en un banco miraba a la gente que pasaba por su lado en la cotidianidad de su día. Un hombre cruzaba apresurado la calle vestido de ejecutivo teléfono en mano, discusión acalorada. Una mujer de mediana edad tiraba del carrito de la compra del que sobresalía un trozo de una barra de pan y las hojas de lo que parecía ser un puerro. Un adolescente patinando no pudo evitar mirarla de reojo al pasar veloz, auriculares y mirada deseosa.

Sorbo de café, mirada al suelo y de nuevo el sentimiento de vacío se apoderaba de ella. Cerraba los ojos y aunque luchaba contra sus recuerdos, su cara, sus labios y sus manos acariciando escalofríos era lo único que se le pasaba por la mente.

Llevaban cinco años juntos y aunque habían tenido algunos baches en el pasado, se podría decir que hasta ese día, su relación se había basado en la confianza. Si hay sinceridad, cualquier problema se puede superar con facilidad. Ese discurso se lo había oído decir millones de veces cada vez que se reconciliaban por alguna discusión tonta.

-Ven cariño, ven, tú sé sincera conmigo, cualquier cosa que te pase, que te preocupe por insignificante que te parezca, cuéntamela. Juntos, lo hablaremos y lo solucionaremos. Recuerda, juntos.

Hijo de puta, que hijo de la gran puta.

Esa mañana se había despertado con un poco de dolor de garganta y con la nariz medio taponada. Mientras desayunaban antes de irse al trabajo, dudó por un instante si quedarse en casa y avisar a su jefe que estaba medio enferma pero su sentido de responsabilidad y dos reuniones importantes le hicieron abandonar la idea ipso facto.

A media mañana, té en mano y ojos semicerrados, decidió irse a casa. Una pequeña decisión que cambiaría su vida por completo.

De nuevo, miraba arriba y sorbo de café. Una pareja de la mano cruzaba la carretera, él tirando de ella levemente para no permanecer en la carretera, lugar peligroso, durante mucho tiempo. Acto insconsciente de amor y protección.

Miraba abajo, movimiento de negación.

Que hijo de puta, como ha sido capaz de hacerme esto.

Al entrar a casa y mientras dejaba las llaves en la entrada, escuchó una puerta cerrarse en la planta de arriba. Extrañada preguntó en voz alta.

-¿Jorge? ¿Estás arriba?

Al no haber respuesta decidió subir a su habitación. Abrió la puerta y allí estaba Jorge, sin camiseta y con pantalón vaquero. Sudoroso y acelerado. La puerta del baño, cerrada.

-¿Qué haces?
-Nada
-¿Nada? ¿Cómo que nada? ¿Por qué estás sudando? ¿Qué pasa?
-Nada, no pasa nada.

Al lado de la cama, un zapato de mujer.

-¿Qué es eso?¿De quién es ese zapato Jorge?

(Silencio)

-¿Qué es esa mierda Jorge? ¿Y el baño? ¿Por qué está la puerta del baño cerrada? ¿Quién está en el baño Jorge?
-Nadie
-¿Nadie? ¿Nadie? ¡Hijo de puta! ¿Cómo que nadie?

Una y otra vez recordaba la escena en su cabeza y aún no era capaz de creérsela. De nuevo volvió a levantar la mirada y esta vez una niña pequeña de la mano de su madre, la miraba con gesto curioso mientras apresuraba el paso.

A lo lejos un chico se aproximaba en su dirección. Pelo largo, barba a medio afeitar y mochila al hombro.

-¿Me puedo sentar contigo? Pareces preocupada.

Después de tres segundos y un suspiro gigante que la vació desde dentro, Ana asintió sin decir nada y al mismo tiempo diciéndolo todo.

Imagen pixabay