En la oscuridad de su interior luchaba aquella mujer que se debatía en su propia batalla por sus temores, baja autoestima y el rechazo de aquellos a quienes ella mendigaba un poco de amor y atención. Se sentía afligida y pérdida, no encontraba el camino que la condujera a ese rayo de luz que todos desean en medio de la oscuridad. Su fuerza era cada vez más escasa y sus ganas de vivir se desvanecía, era dura la vida para ella en medio de aquellas circunstancias donde solo anhelaba recibir un poco de aceptación y poder encajar en el mundo que la rodeaba.

Desde su niñez a pesar de tener a su madre y hermanos tuvo muchas carencias, había algo que ella añoraba, era la presencia de su padre quien nunca estuvo en su vida. Ella recuerda como sus hermanos mayores por parte de mamá podían disfrutar de esa figura paterna, y en ocasiones se preguntaba, porque el suyo no estaba a su lado. Aquello fue el inicio de su soledad y tristeza, el no poder llenar ese vacío la marcó para siempre.

Al llegar a la adolescencia conoció a un joven que se encontraba en una fiesta, su primera mirada y atención la enamoró, al punto de entregarle esa misma noche su inocencia. Era tan urgente refugiarse en alguien, que sin pensar en las consecuencias cedió al deseo de ser querida. Aquel encuentro íntimo la dejó en cinta, debido a eso tuvo que unirse en matrimonio con un hombre que apenas conocía, que no tenía comodidad que ofrecerle por lo apresurado de aquella unión. Su vida empezaba a cambiar de rumbo, y aunque sus miedos eran innumerables, estaba aferrada a esa posibilidad de ser feliz, pero al cabo de unos meses las cosas volvieron a oscurecerse para ella; se encontraba arrimada en casa de un familiar de su esposo, de quien no recibía buen trato inclusive en ocasiones hasta la comida le negaban, y en su estado de embarazo aquello era desgarrador.

Su esposo trabajaba y no parecía importarle mucho dicha escena que ella le expresaba, fueron muchas las oportunidades, donde él llegaba embriagado a casa  y la maltrataba física y verbalmente. No era fácil para ella hablar de aquello con sus familiares, pues entendía que era parte de las consecuencias de aquella  decisión  apresurada y poco pensada, que la llevó a ese punto de su vida.

Decepcionada y desesperada por sus nuevas experiencias, un día de mucha hambre y sintiéndose desamparada, tomó la decisión de pedir ayuda a una de sus hermanas. Le tocó relatarle sobre todos aquellos malos momentos que junto a aquel hombre y familiares estaba afrontando; se sentía deprimida y asustada por aquella criatura  que ya casi estaba por nacer. Sus expectativas por su nueva vida se disiparon; era una joven lastimada e inexperta. Poco después de aquel encuentro, recibió la ayuda de sus familiares y hermana, logrando tener a su primera hija, quien era la razón para luchar y enfrentar a un mundo que cada vez que podía la golpeaba, dejando cicatrices difíciles de sanar.

Su esposo arrepentido le pidió una nueva oportunidad, la cual ella aceptó, estaba dispuesta a comenzar de nuevo y poderle ofrecer a su niña el privilegio de poder crecer al lado de su padre del cual ella nunca pudo disfrutar.