Cuando el azul del cielo se ve más opaco, el aire caliente de la tarde se enfría, los padres vuelven al hogar y las aves regresan a sus nidos cantando. Cuando la ciudad comienza tímidamente a encender sus luces y el sol a pagar su fulgor, entonces todo mi ser sabe que ha comenzado el atardecer.

Cuando era niño contemplaba desde el balcón del apartamento de mi abuela como las nubes perdían su color blanco para desbordarse en rojo o amarillo, como cuando se toma un algodón para limpiar manchas de pintura y los colores se mezclan en el mismo. Cada vez que veo sol estallar y pintar el cielo con los colores del fuego entra en mi nariz un aroma a café o chocolate, zumbas mis oídos a los cubiertos y las ollas, como cuando se comenzaba a preparar la cena en casa de la abuela.

Los tiempos para mí han cambiado, ahora soy un adulto, vivo en otro lugar y mi abuela ya dejó de contemplar atardeceres conmigo desde hace unos años que se mudó al cielo. Sin embargo aunque el tiempo ha pasado, el sol sigue pintando las nubes y estallando de colores preciosos el firmamento todas las tardes, y yo sigo maravillado ante la posibilidad de seguirlo contemplando.

Un día en el patio de mi casa vi como el sol pintó el cielo de dorado, entré y volví a salir con mi cámara para fotografiar la hora mágica que es como también se conoce al crepúsculo.

Definitivamente es como dice una vieja canción bajo el cielo azul, pliega un bostezo el sol... Un bostezo que se torna colorido y se extiende por todo el cielo hasta dejarlo enrojecido. El zoom de mi cámara no fue suficiente, pues no sólo me conforma con acariciar con mis pupilas estas tiernas nubes de color naranja, yo quería tocarlas. Por lo cual le pedí a mi vecina y amiga Arecelys que por favor me dejará subir a la terraza de su casa, que en mi caso es el punto más alto al que tengo acceso.

Desde allí puedo ver el cielo más oscurecido, con apenas un pequeño tono rojizo que se divisa en el horizonte, entonces vuelvo a tararear esa vieja canción y mientras la tarde se aburre de luz, las sombras se agolpan tejiendo un capuz...

A penas unos minutos después las sombras arropan la ciudad y apenas puede verse el color rojo de ese intento del sol por pintar el cielo antes de terminar su jornada de trabajo. Las calles se aglopan de sombras, ya no se escucha jugar a los niños, pues sus padres los han llamado a comer.

Las tiernas calles donde juegan los infantes ahora me dan un poco de miedo, los sonidos de sus risas se reemplazan por el silencio de la noche, interrumpido sólo por el motor de un automóvil apagándose en el estacionamiento.

El intenso rojo de los tejados de mi vecindario se torna oscuro y aburrido, el cielo se torna pálido mientras las calles reciben el alto contraste de película triller que sólo el alumbrado público puede dar.

A minutos de concluir el crepúsculo el cielo muestra los últimos pliegues del sol, pronto el firmamento se tornará intensamente de color negro, interrumpido sólo por el tierno fulgor de las estrellas.

El día a culminado pero el momento de soñar ha comenzado, el atardecer ha concluido y los colores del sol ya del cielo se han ido...

Nuevamente es un placer compartir mi trabajo fotográfico con toda la comunidad de Steemit, estas imágenes las realicé en Guatire, Estado Miranda, lugar donde vivo ahora (pues me mudé de Caracas). Agradezco especialmente al Proyecto @cervantes (y sus respectivos Equipos de Curación) por el constante apoyo recibido en mis publicaciones, y aprovecho para decirles que ustedes han sido una de las razones de peso por las cuales me he motivado a publicar más en Steemit y ha generar contenidos que superen mis anteriores publicaciones en cuanto a su calidad.