—Pintando lunas—

Treinta segundos de múltiples lunas. Treinta segundos de mover las luces a la distancia. Una lluvia de colores ficticia y fabricada, luces que llovían y fugazmente calentaban la brisa helada que recorría mi cuerpo en esta solitaria noche. Representando en la película el lienzo que dejé y usando los óleos a distancia que se pintan con el movimiento de mi mano. El trípode; el pincel, las luces; los óleos, la película; el lienzo.
Resultados del insomnio y subir al techo de la residencia a eso de las cuatro de la mañana a ver si el frío y el contacto con el arte me hacían sentir pleno por un momento para conciliar el sueño.

—El túnel y la neblina que nubla—

El túnel y la neblina que nubla. Una perspectiva confusa, lo que parecía claro es oscuro, la mirada se nubla pero sigue impactada por el paisaje, por el momento y su adrenalina, lo que se sentía un amor y que de invierno, un amor pasajero, con fecha de vencimiento pero amor al fin. Quebrantando las piezas que quedan.

—Veo corazones—

Azules. Azules. Entre la transición cálida de los óxidos del vagón y el intenso verde de los matorrales, veo corazones en las pinceladas de un frío azul aleatorio que al aire cayó sobre esa estructura férrea.