Se saludan con mucho cariño y comienzan su plática ya con un tono seco, serio y atragantado:

— Aurora, hablar sobre lo que te voy a contar, esto es muy difícil para mí. Lo que tengo que decirte tal vez cambie tu forma de pensar acerca de mi persona.— Dijo Alejandro.

— He tratado de prepararme para lo que tengas que decirme, no te preocupes tanto. Cuéntame tus penas, confía en mí. — Dijo Aurora.

Ella mentía, por dentro estaba aterrada, insegura, nerviosa y luchaba por aparentar una serenidad que no tenía, pero quería retribuirle a su amigo lo que él había hecho por ella.

— Tú sabes que mi esposa murió, al igual que tú soy viudo, perdía mi compañera de forma sorpresiva, fulminante, traumática. — Platicaba Alejandro, mientras Aurora lo escuchaba en silencio, jugando con sus dedos llena de nervios.

— Hace unos meses... (una larga pausa hizo un silencio de helar la piel, Aurora frunce el ceño, ya con mayor preocupación, mientras Alejandro se esta desplomando ante sus ojos, ella coloca su mano en la espalda de él y le da una palmada, él en un segundo aire prosigue a contarle su realidad). — Hace unos meses... Aurora perdóname tengo miedo de contarte esto, por favor, no vayas a salir corriendo, prométeme que lo tomarás con calma. — Continuó.

Ella respira profundo...

— Tranquilo, todo va a estar bien, se que erré muchas veces por miedo, confía en mí. — Repite Aurora.

— Hace unos meses me diagnosticaron cáncer... — Dijo él.

Él se quedó mirándola fijamente, esperando su reacción, sudaba frió, paralizado, le importaba más ella que él mismo, temía que algo malo le sucediera con la noticia. Ella lucía perpleja, atónita pero fuerte, él procede a terminar su historia.

— Cuando me dijeron los resultados de los exámenes, estaba junto a mi esposa, me diagnosticaron cáncer terminal, mi esposa... (lagrimas ruedan por el rostro de ambos, Aurora no pudo contenerse y apretaba sus manos contra las rodillas, él seguía contando mirando al suelo sin verle la cara) mi esposa no lo asimiló bien y le dio un infarto fulminante, murió en mis brazos, me siento culpable, ese día sentí que morí dos veces, morí con ella, morí al entregarme. El cronómetro empezó su conteo regresivo para mí. — Dijo Alejandro.

Ambos se abrazan tratando de consolarse, lloran amargamente, se aprietan fuertemente y sollozan, él ha aceptado su destino, tras la crónica de su muerte anunciada le hizo renacer, ser más consciente y tomar decisiones en torno a sí mismo, pero con un gran vacío, nada vale si no ayudas a los demás, él lo sabia. Cuando ya empiezan a calmarse del llanto, Aurora sigue sin habla, él continúa su plática.

— He vivido una vida apresurada Aurora, el dinero no es nada, nada me llevaré al lugar donde iré, perdí a mi mujer y tarde comprendí que ni siquiera la atendí, por eso veo a mi esposa en ti. — Agregó.

— Te entiendo, ¿Quieres hacer tu buena acción del día conmigo? — Pregunta ella con un nudo en la garganta y hubo una pausa.

— Al principio, pero después entendí que te necesito, lo mucho que me haces falta, que no puedo solo, me colmas con tu presencia y llenas todos mis vacíos, no es que te quiera como mujer, es que eres como un ángel para mí. Perdóname. — Dijo él.

— Nada que perdonarte, si para mí significas lo mismo, como un ángel, que llegó a mi vida para demostrarme lo mucho que erré, pero con paciencia y cariño. Ahora te pregunto: ¿no hay cura? debe haber un tratamiento, tiene que haber algo Alejandro. — Dijo ella.

— Pues no quiero someterme a nada si ya tengo la muerte anunciada, no quiero sufrir más de lo que ya he sufrido. — Responde él.

— No estás solo Alejandro, me enseñaste a luchar, ¿Qué sucede contigo? — Ella le interrumpe.

— "En casa de herrero cuchillo de palo", querida amiga, ¿Has escuchado eso?, estuve como tú, aferrado a mi pasado, al recuerdo de mi difunta compañera — Dijo él.

— ¡Tonterías Alejandro!, seguro algo podemos hacer, luchemos juntos esta batalla. — Dijo ella.

— No quiero ser una carga. — Dijo él.

— Eso lo decido yo, no tú, vamos a casa es hora del café. — Dijo ella mientras sonríe.

Fueron emociones intensas, pero la plática fue efectiva. Aurora se desmoronaba por dentro, pero había aprendido a controlar la depresión y no estancarse, ella quiere luchar y ayudar a su amigo.

Juntos se van a compartir su acostumbrado café del atardecer. Alejandro siente como si la llama de su vida cobra fuerza y quiere vivir y piensa para sí mismo:

— ... Vivir... Sí, ¿Por qué no?, por mi amiga Aurora...

Alejandro murmurando en pensamientos, contempla lo mucho que ha crecido Aurora y en lo que se ha convertido, de ser un conejito asustadizo, dependiente, a un león que enfrenta la vida con coraje y valentía.