Tengo ganas de arrojar la vaca

in #spanish5 years ago

   Me atrevería a decir que todos tenemos sueños, que todos tenemos metas. Todos queremos hacer algo interesante, algo útil y productivo. El problema es que querer no siempre es poder, y en el caso de experimentar cosas nuevas que nos interesan, querer muchas veces no es suficiente para poder salir de nuestra zona de confort y caminar nuevos senderos. Por eso hoy hablaremos sobre ello, sobre cómo o qué podemos hacer para empezar de una vez por todas a vivir nuevas experiencias en nuestra vida que nos interesaría vivir. Así que quédate en la lectura, que lo que viene a continuación podría ayudarte a entrar en acción.

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Nada más cómodo que estar incómodo

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   Hay un famoso relato en el mundo del emprendimiento y otras áreas que ha sido utilizado por muchas personas, emprendedores, empresarios, etc., para ilustrar cómo el salir de nuestra zona de comodidad nos cambia la vida significativamente. A lo mejor antes ya te has topado con él.

    El relato cuenta –trataré de resumirlo– que un maestro y su discípulo emprendieron un largo viaje en el cual el alumno aprendería sabias lecciones de vida de parte de su maestro.

    En una ocasión, cuando ya habían recorrido un largo viaje, maestro y discípulo se toparon con una casa humilde que a duras penas se mantenía de pie, en la cual vivía una familia muy pobre.

    El maestro, viendo que el sol ya estaba por ocultarse, dijo al discípulo que era momento de descansar, por lo que pedirían a la familia de aquella casa que les diera refugio por esa noche. Así lo pidieron y la familia recibió a ambos con amabilidad, advirtiéndoles antes que ellos eran muy pobres.

    Esa noche, durante una humilde cena, el maestro preguntó a qué se dedicaban en ese hogar, a lo que el padre de familia respondió: «Pues aquí tenemos una vaca. Ella nos da leche, y con la leche hacemos queso y mantequilla y luego vamos a vender al pueblo la producción. Es con lo poco que eso nos genera, que nos mantenemos».

    El maestro siguió comiendo en silencio.

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    Al día siguiente, cuando ambos visitantes se disponían a marcharse y continuar con su viaje, el maestro le ordenó a su discípulo que trajera junto con ellos la vaca de aquella familia sin que estos se dieran cuenta. El alumno obedeció la orden, aunque con extrema confusión.

    Cuando ya estaban significativamente lejos de la casa, el maestro ordenó al discípulo que arrojara a la vaca por el acantilado que había a un costado del camino. El alumno, más confundido ahora, obedeció la orden confiando en la sabiduría de su maestro y forcejeó con la vaca hasta lograr hacerla caer por el precipicio mortal. Luego siguieron su camino.

    Años más tarde, el discípulo, que ahora había aprendido mucho de la sabiduría de su maestro, volvió, con intenciones de disculparse, al lugar en donde habían quitado a aquella familia su sustento. Y es que el alumno, de todo lo bueno que aprendió de su maestro, nunca comprendió aquel suceso de la vaca.

    Al llegar al sitio, el discípulo no lo reconoció. La casa lucía en perfecto estado, y en los terrenos a su alrededor había abundantes siembras comestibles y demás bienes; todo transmitía abundancia y buen ingreso monetario.

    El discípulo se acercó a la puerta y tocó para preguntar qué había pasado con la familia que vivía allí anteriormente. Quien abrió, era el mismo padre de familia que en el pasado los había hospedado al discípulo y a su maestro.

    Impresionado, el discípulo preguntó al padre cómo habían pasado de la pobreza a la abundancia desde la última vez se vieron. El padre respondió: «Bueno, pues justo el día que ustedes se marcharon, nuestra vaca escapó, y más allá cayó por un acantilado. Después de eso tuvimos que buscar otras maneras de generar dinero y así es como terminamos como ahora».

    Entendió entonces el discípulo las intenciones que en el pasado había tenido su maestro cuando le ordenó arrojar a la vaca.

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    Tomemos ahora la enseñanza de este relato como base para empezar a tratar lo siguiente: ponernos en situaciones incomodas, que nos saquen de nuestra área de comodidad, o metafóricamente «arrojar a la vaca», es una decisión que tiene el potencial de, como en el relato, impulsar a las personas hacia la prosperidad y el triunfo.

    Y no es que ponernos en situaciones incómodas nos ayude a solo generar dinero. Creo que al arrojar a la vaca también podríamos prosperar o avanzar en muchos otros aspectos que formen parte nuestros intereses.

    Cuando yo tenía 18 años, experimenté a pequeña escala el «quedarme sin la vaca».

    Mi vida desde los doce hasta los dieciocho fue una historia de aburrida introversión. No me gustaba salir de mi casa más allá de ir al colegio y regresar. Tenía amigos, un buen grupo de amigos; pero con verlos en el colegio ya tenía suficiente. Ir al cine, a las fiestas, a la piscina, a la playa; nada de eso me gustaba hacer. En lo que realmente ponía todo mi interés era estar horas en mi cuarto frente a mi computadora.

    Y no es que fuera yo un adicto a la informática o un interesado en computación o programación. La verdad es que las horas se me iban en Facebook, búsquedas en Google, escribir historias ficticias, practicar con software de dibujo, aprender una que otra cosa que llamara mi atención como la astronomía, que en su momento fue mi afición, leer manga, y, en mayoría, jugar juegos online.

    Yo no tenía problemas para relacionarme con los demás, era que no me interesaba hacerlo. El mundo que miraba a través de la pantalla era más interesante para mí. Realmente era muy cómodo sentir que podía resolver cualquier problema o aclarar cualquier duda con internet. No necesitaba nada del mundo exterior además de lo básico.

    Entonces sucedió algo que cambió mi mentalidad…

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    Mi computadora murió cuando tenía yo dieciocho años. Recuerdo perfectamente la sensación de haber perdido todo, de que mi mundo había acabado. Y es gracioso, porque no tenía idea de que apenas estaba empezando.

    Sin computadora, empecé a extrañar muchas cosas. Extrañaba escribir, googlear, Facebook, mis clases de inglés gratuitas online, y, con muchas ansias, cazar dragones y demonios con mi extremadamente poderosa espada virtual.

    Así que entonces decidí una cosa: iba a adentrarme al mundo exterior para trabajar y comprarme otra computadora.

    De lo mejor que me ha pasado…

    Pasé cuatro meses sin computadora. Fueron cuatro meses sin la vaca, y la verdad es que lo que aprendí y experimenté en ese tiempo cambió mi percepción del mundo y de las cosas de una manera que disfruté muchísimo. Empezó a parecerme más interesante el mundo exterior.

    Cuando nuevamente conseguí una computadora, ya no era el mismo chico y su computadora de cuatro meses atrás; ahora había experimentado cosas nuevas, y tenía ganas de experimentar más.

    Lo interesante de toda esta historia y la razón por la que la cuento en referencia al tema de arrojar a la vaca, es que cuando cumplí los dieciocho y ya había acabado el bachillerato, empecé a pensar qué haría ahora, qué pasaría con mi vida; y una cosa que sí decidí y que tenía clara, era que debía salir más al mundo y ver más cosas desde afuera de la pantalla. El problema era que sabía lo que quería y debía hacer, pero nunca tomaba acción porque estaba muy cómodo en mi casa, en mi cuarto, en mi computadora, en mi zona de confort. Quedarme sin computadora fue sin duda lo que necesitaba para prosperar en ese aspecto que me interesaba prosperar.

    Hoy mi computadora es más una herramienta que mi mundo. Si mañana me quedara sin ella, poco me afectaría, porque buscaría nuevas maneras de hacer lo que en ella hago, y sería hasta benéfico, porque en mi búsqueda a lo mejor me encontraría con experiencias interesantes y útiles. De hecho por eso mismo estoy buscando ahora el acantilado más cercano para arrojar una vez más a la vaca, pues tengo curiosidad de ver a dónde me llevará eso.

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    Ya para cerrar, me gustaría exponerte la idea de que la incomodidad es la clave para lograr grandes cosas porque es semejante al proceso de evolución de una especie.

    Si estás en tu zona de comodidad, es muy difícil que sientas interés por salir de ella y por ello te quedes dentro sin hacer nada nuevo. Esto hace que la probabilidad de que tu situación actual emprenda un camino que se incline más hacia tus intereses más profundos se extinga, porque nunca te sentirás obligado a actuar. En cambio si te pusieras en una posición incómoda, si arrojaras a la vaca de forma que luego quedes obligado a emprender en pro de tus intereses, entonces tu situación actual empezará a evolucionar para adaptarse a las nuevas condiciones y sobrevivir.

   
«No podemos convertirnos en lo que queremos ser, permaneciendo en lo que somos en la actualidad».

—Max De Pree.

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¡Eso es todo!

Mis sincerísimas gracias por tomarte el tiempo de llegar hasta este punto de la lectura. Ojalá la hayas disfrutado tanto como yo al escribirla.

Si te gustó el artículo puedes seguirme para disfrutar de más contenido como este cada vez que publique una nueva entrada.

Te deseo lo mejor en este día y,

¡nos vemos pronto!

Elieser Urbano.

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3.png ¡Excelente publicación! 3.png

Gracias por seguir haciendo contenido de calidad en STEEM

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¡Gracias por el apoyo, @provenezuela!

No lo leí todo pero el cuento de la vaca es impresionante. Pobre vaca jaja. Es cierto, normalmente en epoca de crisis es cuando ocurren grandes cambios, comunmente positivos, auque en ese momento uno no se de cuenta de eso. Saludo.

El cuento es muy bueno para ilustrar lo que dices, @eljaciel01. Qué bien que hayas encontrado algo interesante qué leer en este artículo.

¡Gracias por tu apoyo y tu comentario!

Excelente, como siempre. Tanto si arrojamos nosotros la vaca como si nos la bota la vida, no queda sino movernos y ver lo positivo que ese hecho nos trae, es muy incómodo y genera estados anímicos indeseables, pero al ver en retrospectiva nos damos cuenta de qué fue lo positivo que nos trajo ese evento. Gracias por el artículo.

¡Gracias por este buen comentario, @charjaim! Y por tu constante apoyo también.

Lo que comentas en esta ocasión es correcto. Ya veo que comprendiste el tema y estás de acuerdo con él. Qué bueno saber que se transmitió el mensaje que se quería transmitir.

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