Goya y el Fútbol

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Hoy es el día. Hoy se paraliza todo. No importa más nada... Cuando juega tu selección el partido de vida o muerte, estás en el trabajo y no hay manera de escaparte a ver el juego. Tú lo sabías, sabías que no podías escapar del trabajo y por eso grabas el juego en tu casa, para verlo cuando termines. Durante el trabajo cierras Firefox, pones tu celular en silencio, no hablas con nadie para no saber el marcador; cierras los ojos y te tapas los oídos cuando ves personas acercarse y tienes la mínima sospecha que hablan del juego. Ignoras a tu jefe que intenta conversar contigo; él sabe que estás desesperado por ir a ver el juego, después te acuerdas que te pueden despedir del trabajo y tratas de sonreír políticamente y te sale una mueca deforme. Cuando sales del trabajo te montas en el carro, apagas el radio, te provoca ver si alguien te ha escrito al celular pero te acuerdas que está prohibido siquiera revisarlo, no vaya a ser que alguien se le ocurra avisarte cómo va el juego. Tienes hambre, en la vía piensas en pararte a comprar un sándwich o algo para comer, pero que va! Alguien puede estar viendo el juego y contarte cómo va. Pasas con tu carro por el frente de un sport bar, full de gente y algarabía total; te provoca cerrar los ojos y taparte los oídos como hiciste en la oficina pero te acuerdas que vas manejando tu carro y puede ser peor, por eso cambias la mirada, ves a otro lugar, tratas de esperar calmadamente que el tráfico avance para que nadie te cuente cómo va el partido, y avanzas. ¡SUENA EL TELÉFONO! Alguien llama, no quieres ni siquiera ver quién es, el celular no suena porque lo tienes en silencio pero te das cuenta porque el bombillito se prende y se apaga, pero tu delirio te hace creer que el teléfono sí sonó. Llegas a tu casa, te cruzas con un vecino que intenta conversar del partido y lo ignoras olímpicamente (después le pido disculpas), llegas a tu casa, intentas abrir la puerta y no encuentras la llave, después que encuentras la llave no puedes meterla en la hendija, y después logras meter la condenada llave en la condenada hendija no logras hacer que gire la llave para que abra la puerta; sudas frío, empiezas a imaginar que no vas a poder ver el juego nunca, crees que estás pagando todas las cosas malas que le hiciste a tu mamá cuando eras niño, te acuerdas de todas las veces que asustaste a tus primos pequeños diciéndoles que debajo de la cama estaba chuky el muñeco asesino, te acuerdas cuando te robaste los exámenes de matemática de 3er año de bachillerato y los vendiste carísimo a tus compañeros, empiezas a pensar que mereces ese castigo divino, cuando de repente ¡PUM! logras girar la llave y abres la puerta de tu casa (te acuerdas que no eres tan malo así). Entras a toda velocidad sin darte cuenta que en tu casa ya hay gente, no te das cuenta que están en tu casa tu mamá, tu hermana y el esposo de tu hermana (que te cae malísimo); vas como un energúmeno directo al tv, agarras el control y buscas la grabación del juego… No la encuentras, no entiendes por qué, vuelves a buscar, nada, lo intentas otra vez, nada, sigues y nada, nada, nada. Cuando te incorporas y te das cuenta que parte de tu familia está en la casa les preguntas -¿qué ha pasado con el juego? Lo tenía grabado- Tú mamá te saluda y te responde que no sabe, tu hermana se hace la loca y vas hacia donde tu querido cuñado y le preguntas –Cuñado, ¿sabes por qué no está el juego grabado?- a lo que tu querido y adorado familiar (no por decisión tuya, sino de tu hermana) te responde con voz indolente y cansía –Chamo yo borré ese jueguito para grabar un programa que van a pasar ahora en la noche, no tenías espacio y borré el primero que vi-…