El día que el cielo nos abandonó

Algún día las aguas del río volverán a traer vida y será nuevamente pura y cristalina, de ella beberán los hijos de mis hijos, mientras tanto, procuraré permanecer con vida sin sumergirme en el abismo de esta locura, seré libre y viviré con la libertad que siempre soñé.

Era un simple adolescente, vivía en una comunidad rural cerca del gran río que nos proporcionaba todo lo necesario para subsistir; la vida del campo era sencilla y tranquila, en aquel entonces nuestra pequeña nación padecía de muchos conflictos internos. Una pequeña tierra con muchos amos y señores, cada quien queriendo llevarse su buena parte, la lucha por el control de los recursos era habitual, ya que con ellos financiaban sus campañas militares; los señores de la guerra manejaban los destinos y la vida de muchos inocentes, detrás de la mascara del patriotismo ocultaban el monstruo real.

Al describir esto, siento que mi mente es invadida por una profunda pena, siento vergüenza y a la vez veo un futuro oscuro sobre mi pueblo, donde los niños aprenden primero a empuñar un arma en lugar de un lápiz, donde es mucho más sencillo conseguir un fusil que provisiones para un hogar; las mentes y los corazones están envenenados, simplemente son personas muertas en vida. Todos los días cuando transito por estos caminos polvorientos, veo familias sin hogar, niños sin padres y mucha destrucción, las muertes son noticias del día a día, es tan común lo que aquí se vive que te acostumbras.

Siempre pensé que estos conflictos jamás llegarían a una pequeña e insignificante comunidad de campesinos ¿Quién querrá interesarse en nosotros?, pues me equivoqué por ingenuidad de adolescentes; con duras penas aprendí que en esta vida todo tiene un uso, pensé que el hambre nunca nos acorralaría, pero fue lo primero que nos invadió.

Una mañana me encontraba labrando la tierra de mis padres, mientras las mujeres se encontraban a orillas del río; a lo lejos del camino se veía una columna de humo que indicaba que algo grande se aproximaba, detuve mi labor por un instante y me quedé observando, cuando aquel humo fue disipándose un poco, pude ver con claridad que era una columna de vehículos con gente armada vestidos todos de militares, las dudas saltaron a mi cabeza ¿Qué buscaran estas personas en una comunidad tan pobre?, las mujeres corrían de prisa para alcanzar a sus pequeños y buscar refugio entre la maleza, los otros campesinos y algunos ancianos del pueblo miraban con recelo la llegada de aquella multitud.

Un señor muy alto y fornido vestido con un uniforme pulcro, descendió del auto, llevaba un cigarro y unos anteojos oscuros; mientras observaba todo su alrededor, varios de sus guardias formaban círculos en torno a él, quien con tono de voz muy agudo dijo estas palabras: - Soy el coronel Azalee Muwanga y estos son mis soldados, pertenezco a la NRA "National resistence army", he venido a estas tierras porque necesito gente para luchar por nuestra causa y la libertad contra el gobierno tiránico de Obote, aquellos que se opongan, serán considerados traidores y a favor de esta tiranía sufrirán las consecuencias; el mismos discurso de siempre con aire libertario, pero con distintos nombres y protagonistas, 5 años de guerra sin sentido, la única diferencia es que somos más miserables en una tierra de abundante riqueza y mas cadáveres para las fosas comunes, en pocas palabras, ya los muerto no caben.

Entre aquel grupo de personas que escuchaban la parafrenia propagandista barata, salió un anciano apoyado sobre su viejo bastón, dio unos cuantos pasos hasta situarse frente aquel coronel, levantó su dedo y señalando al hombre le dijo con su voz débil, pero a la vez lleno de rabia: -¿Qué busca aquí entre nosotros los pobres campesinos?, ya se lo hemos entregado todo ¿Qué más quiere?, nosotros queremos vivir en paz y con un poco de tranquilidad, usted y su gente no son bienvenidos, ¿Porqué no se marchan por este mismo camino y dejan en paz la aldea?, por favor.

Seguidamente el coronel sonrió y dejó ver aquel destello proveniente de uno de sus dientes de oro, observó a ambos lados y avanzó unos pasos hasta ponerse más cerca de aquel anciano y con un rápido movimiento desenfundó su machete de la cintura y de un tajo cercenó la mano de aquel pobre hombre; un grito de agonía estremeció a los alrededores, la sangre brotaba por la herida abierta y aquel pobre viejo se retorcía privado en el suelo sobre un asqueroso charco de sangre -¿Alguien más quiere ser el próximo valiente?, preguntaba iracundo y con voz de amenaza, el caos reino en aquel instante.

-Adelante muchachos, entrad y arrasarlo todo, todos los jóvenes que sean capturados y aquel que se resista matad sin compasión, quemen todo y llévense lo que deseen, decía aquel hombre que se comportaba, tal cual bestia salvaje del infierno, sediento de sangre y de venganza; enseguida todos entraron a la fuerza en las casas llevándose a los niños y jóvenes que pudieran servirles como carnes de cañón, los que se resistieron fueron descuartizados. Comenzaron a llevarse las manos y la cabezas de las personas como si fuesen trofeos, ese acto los hacia sentirse orgullosos, eran sacos enteros, las pilas de cadáveres se fueron amontonando en aquel rió, sus aguas cristalinas se tiñeron de rojo por la sangre derramada por gente inocente; las mujeres que no lograron escapar fueron violadas sin distinción alguna, niñas, jóvenes y ancianas no se salvaron, otras fueron hechas esclavas para servir en la fila de aquellos animales como monedas de cambios, simplemente retrocedimos a los tiempo de la oscuridad, atrás vi como los sueños y las esperanza se consumían y se volvía cenizas

Esto es Ruanda hoy, una pequeña nación donde todo el mundo quiere, blancos, negros, cristianos, musulmanes, creyente o no creyentes; el mundo trata de aprovecharse, pero nadie ama realmente esta tierra, puros intereses y negocios es lo que nos está matando y acabando, cierro mis ojos y sueño algún día ver Ruanda en paz como Dios nos la regaló una vez y que por nuestra mezquindad y arrogancia no supimos conservar.

El tiempo ha pasado, siento mucho asco de mí, lo que he tenido que hacer es la maldición que llevaré por el resto de mis días por tantas personas a las que les he quitado la vida; es cuestión de tiempo que mi hora llegue igual, recuerdo claramente el día que tuve que ejecutar a un amigo, con el cual crecí en el campo, por el simple hecho de pertenecer a otro grupo étnico; después que le disparé en la cabeza, para que no sintiera agonía, un sargento le corto las manos, la cabeza y lo arrojó sobre mí con estas palabras entre carcajadas: -Esto te pertenece son tu trofeo muéstrelo con orgullo para que otros lo vean; sentí rabia e indignación, le vi la mirada a aquel amigo antes de ejecutarle, me decía entre lagrimas: -Estoy bien, pues te entiendo y no te culpo, realmente me sentí un asqueroso gusano.

En una incursión por la toma de un punto estratégico, el teniente Kabila nos había ordenado tomar el centro de una pequeña reserva del río, rico en diamantes y controlada por militares del gobierno; teniendo esos recurso bajo control se financiaría la compra de armas y mercenarios con los traficantes y así poder inclinar la balanza a favor de la NRA; emboscamos al grupo de soldados en el río, pero lo que parecía un trabajo sencillo se complicó, hubo un intenso intercambio de fuego, yo me encontraba oculto en una zanja, un poco más próximo al enemigo, no podía avanzar ni retroceder, estaba en un punto muerto.

Las balas rozaban mis oídos, mientras al pequeño grupo de enemigos pronto se le sumaba refuerzo, en realidad estábamos acabados, teníamos la muerte segura sobre nuestra cabeza; un soldado enemigo intentó desplazarse hasta nuestra posición, pero en el intento pisó accidentalmente unas de las minas, esta saltó por encima de su pecho y estalló infringiendo serios daños a sus otros compañeros que le seguían, tiempo suficiente, en el cual me lancé desde donde estaba y corrí como loco, me encontré de frente con otro soldado enemigo, de unos unos 13 o 14 años de edad, con los ojos aguados en lágrimas y la mucocidad saliendo de su nariz, muy nervioso gritaba y como mono trataba de cargar su arma; con mi instinto tomé mi fusil como si fuese un garrote y le propiné un certero golpe en la cabeza, se pudo escuchar como su cráneo se quebraba, el pobre terminó con la cabeza hecha puré, la sangre que me salpicó quedó impregnada en mi ropa como un mal recuerdo, por más que la lavaba siempre sentía su olor.

Estoy muerto en vida, soy un títere, carne de cañón, un ser maldito; me pueden llamar como más les guste, da igual, ¿Algún día tendré libertad?, quizás. Las madres de esta tierra lloran sangre, son las únicas mujeres capaz de hacerlo en este mundo, simplemente sus lagrimas se secaron de tanto sufrir, mi corazón quedó atrás en aquel campo y aquel río que me vio crecer, esperando por mi regreso algún día.

"Cuando las balas se agotaron, usaron sus cuchillos, cuando los cuchillos se pusieron rombo, usaron las manos; mientras tanto la muerte estaba sentada tranquilamente sobre una roca a la sombra de un árbol esperando".

Por: @edurley
Fuente de imagen:
http://www.abc.es/internacional/20140410/abci-brazo-muchacha-ruanda-201404100331.html
http://www.diasdehistoria.com.ar/content/el-brazo-de-una-muchacha-en-ruanda
https://viajes.chavetas.es/guia/africaeste/ruanda-del-genocidio-a-la-actualidad/
http://www.laprensa.hn/mundo/1054698-410/el-papa-pide-perd%C3%B3n-por-papel-de-la-iglesia-en-el-genocidio