A veces resulta controversial y un poco extraño experimentar cambios de la sociedad que repercuten tanto en la tradicional forma de sentir las experiencias que no sabes cómo actuar, que decir o que pensar.

Probablemente encuentres el término de sociedad descrito de muchísimas formas e interpretaciones, como tal, un conjunto de personas que entre sí se relacionan bajo el techo de determinadas reglas y establecidas con algún tipo de organización. Dicha sociedad comparte costumbres y creencias que pueden ser diversas, pero que en común desarrollan el poder de auto-sustentarse. Así que cualquier cambio directo repercute no solo en una parte de ella, sino en el todo de cualquier punto de vista.

En mi país, un tipo de sociedad enmarcada y definida por fronteras, tradiciones y culturas se ha ido observando un fenómeno bien conocido por todos de hiperinflación hasta “gigainflación” de todos los productos de la economía. Desde los más básicos alimentos hasta las medicinas.

Para la mayoría de aquellos adultos jóvenes que inician su independencia económica se les ha truncado un paso para garantizarse su propia estabilidad, así que comentarles todas las causas sería generar una lista bastante extensa como para un solo post, hoy les comparto mi punto de vista desde el mero ojo que un médico observador visualiza en el día a día de su consulta.

Desde luego, el sueldo mínimo actual de un venezolano y del cual la mayoría de la clase obrera obtiene, no es suficiente incluso para lo más básico de la alimentación diaria, mucho es decir que para el resto como lo es transporte, educación, recreación, salud, entre otros no "alcanza."

Son muchas las limitantes al momento de realizar cualquier tipo acción que conlleve un gasto de dinero, cualquier cálculo de intento por extenderlo en el tiempo resulta siempre en una frustrante batalla por obtener más de cualquier método.

¿Y Cómo hace el venezolano común?

Me refiero al venezolano trabajador pero bloqueado por su mismo sueldo, al común y que se levanta todos los días de madrugada, coge el transporte (si es que hubiese) y tras tal proeza ejerce su trabajo cada vez con menos ánimos y más preocupaciones en el bolsillo. Pues cuando lo tradicional no funciona se abren las puertas de lo informal, de lo poco práctico, de los atajos y del “pa’ resolver”. Muchos son esos caminos, no necesariamente son malos ni abusivos, un vivo ejemplo se plasma en todos los perfiles de usuario de Steemit de apellido venezolano, de los que venden sus bienes y los que se redoblan en otros trabajos.

Incluso resulta poco alentador que gran parte de estas acciones no lleguen a conducir a una “solvencia” o capacidad de pago estable, por lo que termina siempre inhibiendo y limitándose este gran selecto grupo de la sociedad de obligaciones propias del ser humano. La recreación, la educación y la salud. Y es justo este último punto el que quería reservar para mencionar lo frágil que resulta ser en lo humano.

Las personas de tercera edad gozan de un pago aún más limitado para subsistencia, por lo que la adquisición de medicamentos resulta una decisión “grave”. En matemáticas sería algo como: “Si comes= no compras medicamentos”, y “si compras tus medicinas = no comes.” Tales decisiones al no ser compatibles con la vida misma giran a un resultado familiar para aquellos que solo dependen de tal beneficio (y seguimos con las matemáticas) persona de tercera edad = carga familiar.

Por lo tanto, aquellos jóvenes que responden a la denominación de población activa deben ocuparse no solo de su propio futuro, de sus metas, de sus hijos, de sus acciones por crecer en todos los ámbitos, sino de aquellos familiares que necesiten su apoyo. Y como no. ¿por qué dudar ante tal situación?, ¿por qué parpadear cuando tu sangre te lo pide?, de seguro casi ninguna persona lo dudaría para ayudar a sus familiares ante tal situación, yo jamás lo pensaría dos veces, así tenga que irremediablemente retroceder en mis metas personales. Así tenga ahora no que redoblarme por vivir yo solo, sino “retriplicarme” por ahora tratar de incluir a un familiar que me necesita.

Con la bata...

Ahora viene aquí la parte donde me pongo la bata de médico y me llaman de emergencias:

• Son las 4 de la mañana y la enfermera acude deprisa a solicitar mi ayuda por un masculino de 72 años de edad que acaba de llegar presentando síntomas de un infarto agudo de miocardio. Al examinarlo, realizar los exámenes y electrocardiograma no hay duda del diagnóstico presuntivo. Se trata de un infarto masivo por lo que es necesario una reanimación.
• Se les informa a los familiares del proceso grave en que se encuentra y tras el interrogatorio descubrimos que hace un mes no toma del medicamento antihipertensivo, pues no lo consiguen o es muy caro y no poseen los medios para adquirirlo.
• Seguimos reanimando por 15 minutos al paciente hasta que lamentablemente no podemos hacer nada y fallece a las 4:22 am.
• Luego de informar a los familiares observo un patrón común de respuesta no solo obtenido en ellos, sino en casi todos los casos similares: “Indiferencia”.

Se trata nada más y nada menos que una conducta social producto de todo lo que mencioné anteriormente. Tras una carga económica y de tiempo (no es fácil conseguir o adquirir los medicamentos tradicionales en el país), los familiares sobrecargan sus límites laborales por encima de valores de tanto estrés que responden directamente a las fases de un duelo en aceptación cuando lo común en una sociedad sana es (negación, ira, negociación, depresión y finalmente aceptación).

En otras palabras, aquellas personas que normalmente lloraban y empezaban negándose a que su familiar había fallecido (y me refiero más que todo a personas de tercera edad con patologías crónicas tratables para este caso) ahora lo aceptan de manera casi sorprendente, rápida y normal el hecho de su partida.

Hay un cambio social en el que finalmente aquellos familiares terminan creyendo que era lo mejor y que “se veía venir”, cuando se engañan para ocultar una frase más contundente y real: “era una carga económica que lamentablemente no podían cubrir”.

Es indudable que una crisis económica afecte a la sociedad, pero darse cuenta del cambio de ciertos patrones conductuales y vivirlos tan cerca llega a ser escalofriante a veces.