El Día de mi Cirugía –Parte 2 ¡Despierta!
Estaba finalmente en la mesa de operaciones, y apenas terminé de recostar la cabeza, observaba a enfermeras o médicos moviéndose por todos lados alrededor de mí, la verdad no distinguía quién era quién, ya que todos se movían con batas estériles del mismo color y transitaban como si fuera un mercado de frutas y hortalizas. Alcé un poco mi vista y justamente mi anestesiólogo se dio la vuelta y acercó una mascarilla transparente que cubrió mi boca y mi nariz para justo después decirme: “Vas a sentir un poco de sueño” Y así sentí una corriente eléctrica que circuló desde mi garganta hasta el estómago como si mi cuerpo ahogara un grito en las vísceras. Luego mi respiración se hizo pesada. Y mi cuerpo muy débil siguió escuchando “¡…rtos… amos… propofol rápido!” y un líquido blanco atravesó mis venas para empañar mis ojos y cegarme del sueño.
Desperté vestido de gala en una mansión enorme, y me veía a mí mismo parado en un patio cercano increíblemente grande y lleno de enormes árboles que sobrepasaban por 5 veces el tamaño de esa mansión. Una entrada a la izquierda llena de hojas de otoño (aunque los árboles eran verdes) hacían decorar como una escena de los años 50 aquella puerta de madera hecha a mano. No recuerdo haber caminado hasta la perilla, pero luego de que abrí sin tocar la puerta, una dama de cabello largo y castaño, tomando un cigarrillo elegante en sus delicadas manos me preguntó con las piernas cruzadas como esperándome: ¿Dónde la encontraste? Le respondí que no se lo daría (sin saber de qué estábamos hablando), mire mi mano y observé un collar de diamante (nunca lo había visto pero sabía su preciado valor). En ese momento ella se balanceo por encima de mí y me atacó intentando arrebatarme el objeto. Recuerdo que mi respiración se aceleraba cuando me apretaba sus manos punzantes y ahora no tan delicadas sobre mi tórax. Quedamos al borde de un precipicio al medio de un abismo, fuera de todo contexto de lo que ocurría y luego caí tan estrepitosamente que gritaba y no escuchaba mi voz. Me ahogaba en el aire y necesitaba escucharme, el solo hecho de pensar que me ahogaba transformó mi entorno en un mar, un agua densa oscura y que al abrir los ojos una mano veloz me atravesó el pecho y ….
¡Despierta! ¡Despierta!, Gómez… Empecé a toser y mi cara estaba llena de sudor, la mascarilla que me pusieron estaba húmeda y llena de saliva; respiraba como si me hubiesen sacado de un lago y un ruido de fondo de la máquina de anestesia al ritmo de mis latidos delataba lo que me decían, pero no escuchaba… ¡Se acabó la Cirugía! ¡Todo un éxito! Suspiré y solo eso bastó.
Wow, me encantó la historia que surgió en ese momento de anestesia.
Gracias @laizaqc. Me inspiré un poco en lo abstracto para un momento tan abstracto. Espero te guste la última parte. ;) Saludos.