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Una de las experiencias “menos agradables” y más alegóricas en Venezuela resulta en el simple hecho de tomar el transporte interno para dirigirse a casi cualquier sitio de la ciudad. No siempre tuve carro y actualmente más que un lujo es una necesidad en la rutina de trabajo tan excesivamente extenuante, pero recuerdo tan bien esas infinitas veces que me monté en un “recogelocos” que cada vez que lo cuento a alguien que no es de mi país pareciera que le narrara una historia de locos.

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Se define como “Recogelocos” al transporte peculiar de Venezuela de la categoría autobuses que fueron usados alguna vez como transporte escolar o universitario con su emblemática marca “Blue Bird” y que luego de años de caducidad aún siguen trabajando. El nombre se debe más que todo al “bochinche” o bullicio que se arman dentro de estos así tu no estes de acuerdo.

Mi experiencia…

En otros países es muy común esperar en las paradas de buses para que puedas acceder a ellos de manera organizada y muy civilizada. Por otro lado, para que “te montes” en el recogelocos es necesario sacar la mano como si fuera un taxi para luego salir corriendo luego de que este se haya parado y empujarte contra todo el mundo como si se tratara de un “Black Friday” o estuviesen regalando diamantes en un barrio.

En otros lugares pudieses tranquilamente sentarte sin ningún problema o si ves a un pobre anciano de pie tendrías la nobleza de darle el puesto. Por estas latitudes la cosa varía un poquito no más…

Una vez dentro y tras una épica batalla en la entrada del bus entras en un mundo diferente, te das cuenta que la mitad de la ciudad se encuentra aglomerada ahí. No sabes cómo, pero al estilo una serpiente te vas deslizando entre cada uno de los pasajeros hasta llegar a un sitio (dije sitio, si eres afortunado de encontrar un puesto es otra historia) donde puedas respirar y no precisamente el olor de axila bañada en sudor de otras personas (aquí le decimos arepas, y cuando la detectas: “senda arepa mi pana”).

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Normalmente en el pasillo del autobús encuentras una barra superior donde te puedes sujetar a través de unos sujetadores muy cómodos. Si… en otros países. Aquí puedes encontrar algunas veces la barra superior que de manera sospechosa se encuentra floja y del cual se sujetan más de 50 personas (ok, esto si es verdad). Cuando no es así o no queda espacio para una mano más tienes que sujetarte de entre los asientos mientras el bus gira bruscamente y tratas de mantener la estabilidad.

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Si crees que la música de los autobuses de otros lugares es mala y escandalosa, nunca has entrado a un recogelocos donde a todo volumen, repito: ¡a todo volumen!, colocan el género más detestado por mi persona (me disculpan los amantes del vallenato y la bachata), algunos son más decentes y colocan “salsa caliente” a temperaturas sobre los 40º, algo no muy lógico, pero de esperar.

Si eres de aquellos privilegiados que pudo encontrar un asiento, te espera otro camino. Si eres un joven o adulto en buenas condiciones, de algún modo entre la muchedumbre sale un anciano inválido, una mujer embarazada o alguien a punto de hospitalizarse con cara de lástima y dolor para que inevitablemente le cedas el puesto. ¡No importa dónde te sientes! Siempre salen como zombis, aunque nunca los hayas visto antes de sentarte. Si eres de los que se la dan de duros o en su mente piensan “¡al diablo todos!, hoy tuve una jornada dura y no voy a ceder mi puesto” pasas por dos fases:

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• Fase 1 (la incomodidad): con ese ancianito al lado vas a ir viendo cómo se deteriora frente a ti, poco a poco irá tosiendo y si pasa más de 3 minutos dirá para sí mismo “me duele la cadera”. Si es una embarazada notarás que no puedes notar nada, ya que sus 9 meses de abdomen estarán frente a ti y chocarás al más minimo movimiento con ella haciendo que se torne más incómodo. Aquellos que no pueden sobrevivir a esta fase un sentimiento de culpa los invade y tienen que ceder el puesto.
• Fase 2 (el execrado): Si aun así no cedes el puesto, te espera un grave problema, es ese momento en que todos en el autobús “cuchichean” sobre lo inhumano que eres. Se escucha por el pasillo: “que falta de respeto”, “si es diablo ese pana”, “esa pobre mujer” … Es apabullante y hasta espeluznante, de nada sirve que pongas cara de bravo, cansado o destruido, siempre serás abucheado y el “execrado”.

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La parada…

Llega el momento que tienes que bajarte a donde tienes que llegar (obviamente) y en otros países puede que ni una palabra haga falta para esto, una forma moderna y elegante. Por aquí las cosas cambian y tienes que seguir el protocolo de parada:

Paso 1: Tenga en cuenta que la música a todo volumen del autobús nunca dejará de estar a todo volumen, así que grite lo más que pueda: “LA PARADAAAA!!.

Paso 2: Si eso no funciona o nadie lo escucha (como suele suceder) repita el paso 1 varias veces y agregue al final ¡AGUANTALOOO!.

Paso 3: De aún no funcionar, golpee fuertemente el techo del autobús como si una emergencia ocurriera o le estuviesen cayendo piedras. Muchas veces termina siendo la mejor opción.

Paso 4: Entre en desespero y diríjase hacia donde el chofer y frene usted mismo. (lo de frenar si es broma jejej)

Son muchas cosas que pasan en un autobús venezolano, no paro de mencionar tantas que realmente haría un compendio. Si tienen algo más que agregar seguro nos reiremos un rato más.

Espero les haya gustado y hasta la próxima parada ;)