Concurso Cervantes: 7ª Entrega

in #spanish7 years ago (edited)

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Nosocomio:

En muchas regiones, lugares, continentes y países de este hermoso planeta, así como existen las maravillas existen grandes pesadillas. La fragilidad humana llega al borde de su resistencia y la supervivencia se convierte nuevamente en un instinto primario. Las armas enajenan las masas y pulverizan los pueblos. Las ruinas se cubren de llamas y de las cenizas viven pocos. Los hospitales se convierten en templos donde los más vulnerables piden ayuda por un momento más en el terreno. Un momento más de sufrimiento, pero con esperanzas de que todo pasará cuando no siempre resulta así.

Mi nombre es Leopoldo Maizo, soy médico cirujano, especialista en cirugía ortopédica y traumatología de emergencias, y les contaré el día de hoy, como un caso rompió todo límite para intentarlo:

La tarde del 23 de marzo de 2013 luego de 15 horas de haberse caído de su cama, la Sra. Juana había llegado al servicio de emergencias del Hospital. Durante todo ese tiempo nadie se había percatado de lo que le ocurrió, pues ella vivía en un asilo donde una enfermera cuidaba sola de 40 personas de la 3ra. edad y apenas se daba abasto con el tiempo parcial que turnaba con una señora de la localidad, muchas veces no tenían los medicamentos necesarios para las enfermedades y apenas el aseo era suficiente para no recaer en infecciones. La hora de la comida era tan variante como lo que apenas podían conseguir y rendir para tal cantidad de personas con un presupuesto de apenas una familia de 4, el calor era agobiante y la respiración incesante.

Una vez en la emergencia sin ningún familiar, sin ninguna enfermera del asilo y solo con la compañía del chofer y un paramédico de la ambulancia la Sra. Juana se encuentra agotada del dolor en una camilla apartada de un lado de la pared del pasillo de emergencias; pues en esos hospitales la cantidad de heridos graves por disparos, apuñaleados y accidentes de tránsito llegaban en masas que no daban alcance a la cantidad de médicos que podían resolver. Muchas veces tuvimos la difícil decisión de elegir a quien operábamos y quién no, eran momentos rápidos y de poca empatía.

Luego de 4 horas de espera en una camilla sin barandas, con sábanas sucias de la misma cama del asilo y con una respiración ajetreada Juana grita como si hubiese almacenado todas sus ganas en la garganta para detonarlas como una bomba. De inmediato llama la atención de un médico que corre y deja atrás otra emergencia de un disparo en el muslo y la examina: Notó que su pierna derecha estaba girada hacia afuera más de lo habitual, era más corta, su rodilla estaba en ligera flexión, no la podía mover y se tocaba la cadera con la yema de sus dedos intentando quitar todo dolor. El médico estaba seguro de lo aparente (una fractura de la cadera luego de aquella caída, “todo coincidía”), pero para confirmarlo tuvo que llevarlo el mismo, halando de su camilla al servicio de radiología (el chofer y paramédico se habían ido por otra emergencia y no había un solo camillero desocupado en aquel tornado de enfermedades); una vez que llegó, 25 personas esperaban afuera su turno incluyendo un niño desnutrido en brazos de una madre. Pero el médico estaba ciego y no había comido en 8 horas producto de aquel salvaje triaje de personas, y solo animaba a Juana con vagas palabras mientras entraba bruscamente por la puerta principal y seguía empujando de la camilla de su paciente. Ordenó al radiólogo a que le hicieran de inmediato el estudio y tras 15 minutos de larga espera en las antiguas máquinas radiográficas del hospital logró obtener una imagen de muy poca nitidez, pero donde veía claramente su peor sospecha. La fractura era solo parte de un problema pues aparte estaba luxada, lo que comprometía aún más su situación, él sabía que había poco tiempo y que necesitaba operarla. Suspiró por un segundo y mientras una capa de humo enrarecía las viejas baldosas quebradas de la infraestructura antigua de aquel nosocomio pudo ver en la bata de la desnutrida y frágil señora una insignia con su nombre “Juana”, así supo que se llamaba pues la endeble señora apenas podía abrir la boca para gesticular su dolor. De inmediato y sólo el médico aún, tomó a su paciente mientras otras emergencias llegaban y plagaban el hospital como hordas de zombies ocupando las pocas manos que no paraban de trabajar, y decidió subir a Juana al quirófano, solo que hubo un problema…

En ese momento la frágil anciana se sentó en su camilla con las últimas ganas que le restaban, y aún envuelta en las sábanas, sostuvo su cabeza con aquellas raquíticas manos sedientas de clemencia para apenas abrir los párpados y caer de nuevo

Habían más de 20 personas alrededor de ella, pero solo una mirada pudo captar la esencia del momento, aquel médico fue el único que pudo escuchar sin oír, que pudo observar cómo sin abrir la boca aquella anciana pudo emitir el último grito de guerra. Estupefacto aún y mientras se devolvía a la sala de reanimación donde lo esperaba otro colega, Juana no volvió a sentir más dolor aquella noche…

Sus ojos estaban cerrados, su respiración agotada, su pulso había descansado y una ligera y áspera sonrisa se dibujaba en su rostro plagado de años de experiencia.

Esa noche muchas personas murieron, muchas personas se salvaron, muchos sanaron y otros empeoraron, algunos familiares lloraban y otros se enteraban que su hijo nació. Pero mientras la cámara de esta historia se alejaba de la escena atravesando las paredes del hospital y observando cada acto de vida y muerte; una gota de agua salada y llena de un mar de desilusión, tristeza y frustración toco las sedientas manos de la anciana, era de aquel médico que dio toda su fuerza humana por querer salvarla, aunque no pudo. Ese médico… Era yo.

No todas las historias terminan felices, si fueran así no serían felices...

Apartado:

Así como Sebastião Salgado pudo fotografiar y captar la esencia del dolor en el hospital de Gourma Rharous, Malí en 1985. Quisiera compartir mi experiencia y finalmente mi foto en algún hospital de Venezuela, no es precisamente la Sra Juana, pero como ella muchos casos que inundan nosocomios de tristeza y he aquí una muestra:

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Concurso patrocinado por el witness @cervantes. No te olvides de votarlo en la siguiente página: http://www.steemit.com/~witnesses

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