"Venceréis, pero no convenceréis..."

Y vencieron. Militares como aquél, capaces de gritar "¡Muera la Inteligencia!" a un escritor que se ganaba la vida dando clases en la universidad de Salamanca, vencieron en la Guerra Civil española. Ocurrió tal día como hoy -12 de octubre aún cuando escribo este post-, el mismo día en que se celebra la Hispanidad y se conmemora la llegada de Colón a “Las Indias”. En 1936 en España este día se celebraba como el Día de la Raza, aunque con el nazismo y los fascismos que se apoderaron de Europa hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, el concepto de raza se tornó negativo y supremacista y por ello fue ganando terreno llamarlo el Día de la Hispanidad, mucho más incluyente y abrazado en torno a la Cultura de la lengua de Lope y Quevedo y Juan de la Cruz y Góngora y Calderón y Cervantes y Teresa de Cepeda o Lorca, en fin…

(Imagen de Franco y Millán-Astray, obtenida en rexvalrexblog.files.wordpress.com)

La lengua de todos ellos y la de Unamuno y su 'sentimiento trágico de la vida', el título de una de sus obras, pero también una actitud ante la realidad que tuvo más que justificada no sólo por su carácter y su reciedumbre de español del norte, vasco y de Bilbao, para más señas. Y hasta aquí vamos a contar su biografía porque quienes generosamente leen mis posts saben que no suelen ser sólo apéndices de la Wikipedia. Pretendo contar algo que a mí me parece relevante y aprovechable, y así estimular a un mayor conocimiento de lo que se apunta. Lo que quiero contar -aunque ya se ha contado mucho pero nunca suficientemente, sobre todo a las nuevas generaciones- es la secuencia de un western, de un duelo de película...

(Imagen de Miguel de Unamuno. Foto by Agencia EFE, obtenida en el diario El País)

Ocurrió, insisto, tal día como aún hoy 12 de octubre de 1936 entre el fundador de la legión española, Millán-Astray, y el profesor, filósofo, político republicano, novelista, poeta… Miguel de Unamuno, que sería destituido como rector magnífico de la Universidad de Salamanca tan sólo diez días después de aquella discusión por orden de Franco, y ya para siempre. Aunque parece sacado de un guion de cine, Unamuno murió tan sólo dos meses después exactos al día de su expulsión como rector, el 22 de diciembre de 1936, con 72 años. Unamuno le plantó cara con sus gafitas de docto hombre de la Cultura y su barba blanca a aquel legionario fascista y fanático hasta el delirio.
Muy crítico con la deriva de la República que él mismo había apoyado como diputado en Cortes, Miguel de Unamuno llegó a aplaudir la sublevación de los generales españoles para poner orden en España. En una entrevista Unamuno lo expresó con estas palabras:
“En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario”

(Imagen de Antonio Machado y una de sus frases célebres. Obtenida en el blog de perfecto.guru)

Su arrepentimiento de haber apoyado el alzamiento de Franco hastiado por el desorden de aquella España republicana que se volvía caótica, lo confesó públicamente. Por eso no extrañó a muchos que, aún considerado por los llamados nacionales uno de los suyos tras haber abandonado a los socialistas, aquel 12 de octubre de 1936, en el aula magna de la Universidad de Salamanca, abriendo el curso académico y en pleno Día de la Raza, como ya hemos dicho, el profesor se batiera tan enérgicamente ni más ni menos que con el general Millán-Astray.

El general era íntimo amigo de Franco. A no pocos les daba miedo su aspecto enjuto y echado para adelante, que terminó manco del brazo izquierdo por un explosivo en el frente y tuerto de un ojo por un disparo. Millán-Astray fue además un gran propagandista y el fundador de Radio Nacional de España. No era alguien con quien convenía enfrentarse. Pero Unamuno no pudo soportar aquella arenga condenando la inteligencia y exaltando la muerte de aquel feroz iluminado. Fue entonces cuando le respondió esto:
“Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: Razón y Derecho”
Un mes antes de morir, Unamuno escribe en una carta a un amigo horrorizado por aquella guerra entre españoles: “La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo...”

(Unamuno y Millán-Astray. Imagen obtenida en vientosur.info)

Unamuno murió en su arresto domiciliario. Se le enterró con honores de la Falange (movimiento romántico con valores morales que iban desde la izquierda hasta el más cercano fascio de los años 30). Pero el republicano e inmenso poeta Antonio Machado (“Caminante no hay camino, se hace camino al andar…"), enterrado en Colliure (Francia) tras morir en el exilio, le reivindicó para que Unamuno no pasara a la Historia con esa etiqueta reduccionista e interesada por uno de los bandos, algo que en absoluto le correspondía. Machado se refiere a él así al enterarse de su muerte:
“Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo he creído nunca y no lo creeré jamás”
Viva la inteligencia. Viva la Vida