39 euros de amor

“En estos tiempos, los jóvenes piensan que el dinero lo es todo, algo que comprueban cuando se hacen mayores”. La frase de Óscar Wilde, dicha con su provocador cinismo, sigue tan vigente como a finales del siglo XIX, y quizá como siempre.
‘Detrás está la gente’, dice un tema de Serrat. Pero detrás, detrás, detrás. Al fondo, en el cuarto de los trastos estaba, por ejemplo la pobre Rosario Piudo, detrás del peso acumulado de sus más de 80 años, detrás de la vergüenza de ser ya sólo un estorbo que valía poco más o menos que 39 euros, la cuantía del supuesto impago por el que consiguieron desahuciarla de su casa sin derecho a indemnización.

"Vieja"

Rosario vivía en su pisito de una zona céntrica aunque algo abandonada de Sevilla. Y de allí echaron a la viejaan echado a la vieja. Los que lo consiguieron aún lo estarán celebrando. Ocurrió en 2004, Rosario no existirá ya y aquella zona dio un pelotazo urbanístico. Así que tenían motivo para celebrarlo -el dinero de Wilde- y para pensar en el negocio que les supuso comprar a precio de pirata la que fue durante 27 años la casa de Rosario.

Detenida con 93 años por impago del alquiler

Lo que le pasó a Rosario les sigue pasando a quienes de la noche a la mañana han visto cómo su piso de alquiler o en propiedad pero deseado por especuladores espantaviejas, se ha convertido en una presunta inversión inmobiliaria, no ya en una casa. Los propietarios de esos inmuebles arrendados por sus ascendientes los tienen abandonados desde hace años y, entre puntales y grietas, esperan que se caiga, antes que el edificio, el ánimo de la gente humilde que lo habita. En concreto, esperaron que se desplomara el ánimo de Rosario. Pero la vieja les salió luchadora. Se gastó 13.000 pesetas aún de entonces, arrancadas a las 56.000 que tenía de pensión, para adecentar la casa lo mejor que pudo, y se encaró incluso con los propietarios para que le arreglaran una ventana rota. Como no le hacían caso, la octogenaria utilizó la única arma que tenía en la mano: no pagar el alquiler. Acabó en el juzgado –bendita igualdad de la justicia-, y a la hora de abonar los retrasos la pobre mujer de 86 años se equivocó con los euros. Abonó unos 39 euros de menos, lo mismo que los podía haber abonado de más. Mi madre también se equivocaba cuando se produjo la conversión de la peseta en España a euros, como tantas personas mayores, y no tan mayores.

Anciana más longeva de Italia

Claro que era fácil buscar culpables. Culpar a quienes habían provocado su desahucio, por ejemplo, o a la falta de recursos de las políticas sociales, o a la despiadada voracidad de la barracuda capitalista. Pero, ¿y los demás?. Acaso no estamos asistiendo impasibles al desarrollo de un mundo donde estorban los más débiles. Rosario se estuvo quedando en casa de una sobrina de Osuna, una localidad de la provincia de Sevilla –la gente de pueblo más cercana y con otros códigos aún más humanos y sometidos a una menor presión que la de la gran ciudad- Aquella sobrina de Rosario la alojó, aunque ya tenía a sus padres ancianos ‘hospedados’ en el salón, mientras esperaban plaza en un asilo (no me pidan que escriba ‘residencia’, que cuestan más que 56.000 pesetas o 336 euros de pensión).
Dos horas tardó la vieja en sacar las pertenencias de su casa arrebatada, rodeada de las vecinas con las que iba a misa cada sábado, como una delincuente, mientras cambiaban la cerradura los funcionarios judiciales. Me acuerdo bien de aquello que algunos trabajábamos como una noticia más para rellenar el informativo.
La anciana pensó que Dios la ayudaría, o que al menos lo harían quienes están hechos a su imagen y semejanza. Quizá por eso Rosario, entre lágrimas, se despidió del barrio repitiendo: “No tienen amor. Les falta amor”. Pero la vieja se equivoca. A algunos les sobra con la cantidad de amor que tienen.
¿Qué cuánto amor es ése? Calculen, unos 39 euros.
(c) Domi del Postigo
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