No existe la compasión bajo un gobierno tiránico.
(Stencil/niña/2019)
Hace días las noticias sobre las muertes de niños recluidos en el hospital J.M de los Ríos me arrojaron de nuevo a un vacío del cual pensé estaba logrando salir. Ni siquiera vale la pena mencionar el nombre de los culpables. ¿Qué se puede sentir luego de dar por hecho una realidad cruel y desgarradora? Intento mantener la calma, sostengo conversaciones vacías, vacías.
- Hola ¿cómo estás?
- Bien, gracias.
¿Pero se puede estar bien?
¿Cómo?
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Breve texto nacido ésta noche:
Mi niño,
Tú, que no conoces del destino,
Frágil pluma.
Quisiera haber estado en tu lugar,
Quisiera haber tomado las horas que pasaste en una habitación fría,
Quisiera haber podido disminuir tu sufrimiento.
¿Qué soñabas por las noches?
¿Cuál era tu cuento favorito?
Tu juego.
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Lamento que no pudieras crecer en un mejor lugar.
Me disculpo,
Soy culpable
¿Lo soy?
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Tus ojos secos merecen justicia,
Tus lágrimas merecen justicia,
Tus sueños muertos merecen justicia
Tú vida.
Tú vida.
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Compadezco a los padres que junto a la muerte de sus hijos, también murieron.
El consuelo no existe ya. El consuelo se borra, se lo lleva la pequeña tumba, el café sin azúcar, las deudas. Simple, la vida destrozada no lo entiende. Sólo se mantiene la memoria y junto a ella, la despedida y la última palabra.
Estamos rotos,
sí,
pero no acabados.
27 de mayo del 2019. Mérida/Venezuela.
