Concurso Cervantes: 4ª Entrega : La Guitarra
El silencio se rompía cada tarde con el sonar de las cuerdas de su guitarra; Yo escuchaba desde mi ventana, como clavija a clavija buscaba el tono apropiado.
Ya hacía meses que esperaba, la misma hora, el mismo ritual. Observaba su silueta por la cristalera tras las cortinas y sentarme a oír la música que en ese momento era sólo para mí.
Mis manos tomaban mi cuerpo como a una guitarra, mi mano izquierda, el cuello, mis pechos, mis oídos y la derecha mi vientre, mi ombligo... bajando según la ocasión. Todo lento, todo suave como catar un buen vino. A veces de la Rioja, a veces de Cariñena, a veces Champagne. Así y en cada movimiento mis manos buscaban armonía.
Luego la tonada del día, a veces alegres, otras tristes; Pero todas me llevaban al mismo resultado, el Paraíso.
Aquel día fue diferente. La hora llegó y no se escuchaban las cadencias de las cuerdas ¿Acaso no vendría? Me asomé a la ventana para ver si había luz en su casa. Pero lo que vi me sobresaltó, lo vi a él con las cortinas abiertas, de pie, mirándome fijamente.
Me había descubierto, me giré agobiada intentando ocultarme tras el tabique. Creería que estoy loca ¿Pero es que no lo estaba? Llevaba meses una relación imaginaria con la música, no podía respirar, pero volví a asomarme para contemplar su ventana ¿Tal vez fue mi imaginación? Pero no, estaba de pie mirándome fijamente con una pierna sobre la silla sujetando su guitarra ¿Qué significaba esa mirada?
Despacio comenzó a rasguear su guitarra, la melodía comenzó a fluir lentamente, él sin dejar de mirarme. Me quedé quieta y él se detuvo. Nos miramos un rato y volvió a interpretar una tonada, esta vez comencé a contonearme y su guitarra seguía mis contoneos ¿O era mi cuerpo que seguía sus dedos? Puede que por su mirada, puede que por la costumbre de mis manos o que ese día la ejecución de sus acordes eran más firmes que otros días. Mis manos adoptaron sin pudor su posición en mi cuerpo.
En cuanto más intenso, más apretaban mis manos, la izquierda el cuello y mis pezones, mientras los dedos de mi mano derecha tocaban acordes entre mis piernas, intensa, lento, rápido, suave; Todo según las órdenes de su director.
Cuando el éxtasis llegó caí en el sofá, aún disfrutaba del recorrido de mi orgasmo cuando me di cuenta del silencio ¿Cuándo se detuvo? Miré en frente y ya no estaba.
Una enorme soledad recorrió la habitación, la casa, el mundo; Se acabó mi secreto. Me recompuse, lavé mis manos, mi cara, respire hondo, pero las lagrimas decoraban mi rostro; Volví a respirar y me dirigí a la sala para mover las cortinas.
Pero entonces sonó el timbre de mi casa y el acorde de una guitarra...
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Hijolee.. después del timbre hubo mas guitarreros me imagino! jaja XD
o masajes en las manos
Como dice Samuel L. Jackson, en Pulp Fiction. Unos masajes en los pies!
La guitarra: dedos y curvas. Bonita combinación.
gracias
Feeling the strings man. Datz gr
es lo bueno de estar en ese lado del divido del genero.
Si fue el contrario historia suena el timbre y solo queda la decepción. Y buscando toalla. :)
hmm. supongo que esto queda un poco cutre, mal expresado. No es mi lengua el castellano tampoco. Perdóneme si te he molestado.
Buscaba la risa barata.
buen cuento @dcaroa
Muy buen relato tienes una manera de expresarte que la verdad me ecnanta. Sigue así @dcaroa, aparte te sigo para ver mas relatos tuyos.
Un saludo =)
muchas gracias