Mi primer vuelo: carta para los vírgenes del aire

in #spanish4 years ago

¿Te has subido a un avión alguna vez?

Estamos en pleno siglo XXI, rumbo a la tercera década de esta centuria en la que los viajes a otros planetas y las misiones no tripuladas a los rincones de nuestro sistema solar parecen algo cotidiano. Andar en una calesa, un tren o un tranvía suena a cosa del pasado, a esas historias de nuestros abuelos; y dentro de los medios de transporte desarrollados por el hombre, acaso sea el avión el mas emblemático porque le permitió conquistar uno de sus viejos sueños: volar. ¿Quién no ha tomado un avión en su vida, cierto? Pues, hasta hace tres meses, yo. Jamás había subido a una aeronave, así que cuando tuve mi boleto en la mano, vi la pista, los aviones, el aeropuerto, registré mi equipaje y supe que iba a estar a decenas de miles de pies de altura, lo confieso: tuve un poquito de nervios.

Pasaporte y boleto en mano

Dada la situación actual de Venezuela y los costos y limitaciones de los vuelos, fue necesario salir del territorio nacional para poder tomar una conexión que me llevase hasta mi destino final a un precio menos inalcanzable y en un lapso razonable. Así que, tras cruzar el puente internacional Simón Bolívar, llegué a la ciudad vecina, en el país cafetero: Cúcuta. Esta ciudad ha crecido enormemente en los últimos años, influenciada por supuesto por la situación venezolana. Lo que antes era una ciudad pequeña ahora es una metrópolis y aunque su aeropuerto, el Aeropuerto Internacional Camilo Daza, no es muy grande (según los locales, porque a mí sí me lo pareció), lo encontré bonito, limpio, ordenado y quisiera destacar también la atención por parte del personal del aeropuerto y de la aerolínea (Avianca) que fueron respetuosos, educados y diligentes en todo momento.

El aeropuerto de Cúcuta

Tomar un vuelo corto antes de uno más largo es una gran idea para aquellos que se enfrentan a esta experiencia por primera vez. Así que antes de alejarme miles de kilómetros del suelo que me vio nacer, tomé un vuelo desde Cúcuta hasta Bogotá, la capital colombiana, en donde haría una conexión internacional. Fueron apenas unos 50 minutos de un vuelo perfecto: el despegue fue tranquilo, el viaje sereno y el aterrizaje suave. Es increíble cómo la sensación de velocidad que toma el avión sobre la pista, desaparece inmediatamente al levantar vuelo. Una vez que las ruedas se elevan, pareciera que nos desplazáramos dentro de una burbuja muy lentamente, cuando no es cierto. ¿Da miedo? un poco; ¿da nervios saber que viajas en un cajón de metal que mágicamente se sostiene en el aire? quizás; pero créanme, cualquier resquicio de temor desaparece cuando nos asomamos a la ventanilla y vemos esto:

La vista

La paz que transmite la fotografía no es nada comparada con la experiencia de estar allí, sobre las nubes, a kilómetros del suelo; y esa serenidad sólo es superada por un sentimiento de pequeñez ante la inmensidad del mundo. Cuando nos reconocemos como apenas un punto mínimo, un átomo dentro de este enorme planeta azul, la perspectiva nos cambia y nos damos cuenta de que hay tanto por descubrir, tanto por ver y por hacer, tanto más allá de nosotros y nuestros "problemas", nuestro egocentrismo y nuestras quejas. Por fortuna me tocó ir sentado en la ventanilla y pude reflexionar contemplando las nubes, relegando a mi regazo el libro que había llevado como compañero de vuelo.

Llegando a Bogotá

Tras cuarenta minutos de vuelo, comenzamos a descender y así como había ido desapareciendo lo familiar hasta coronar las nubes, esta vez en sentido inverso comenzaron a aparecer colores, manchas, cuadrados, puntos, líneas, que poco a poco se fueron agrandando y definiendo un hermoso paisaje, primero campestre y luego urbano: la capital del hermano país: Bogotá. Para aquellos que nunca han tomado un avión: espero que tengan la oportunidad algún día. Es una experiencia única el saber que en apenas unos minutos o unas horas puedes descender en otro continente en donde las personas hablan otro idioma y cuyo nombre apenas se ha visto escrito en los mapas de la escuela. Dotar de realidad, de sentidos, esos lugares del atlas, pisar con los propios pies una ciudad que se vio apenas unos segundos en una publicidad y especialmente, dirigir la mirada a través del cristal y no ver más que una cama de nubes y una sábana del firmamento más azul, es algo que se tiene que ver con los propios ojos al menos una vez en la vida. Así que, vírgenes del aire: dejen el miedo y ¡a volar!

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I hope you had fun on your flight :)

Hola Cristian, volar es un privilegio de las aves y de los que se pueden montar en esos vehículos voladores. El mundo desde el aire es otra cosa, una vez escribí un poema inspirado en esta visión:

Pisos compactos de nubes
sobre los que se podría caminar
horizontes que se alargan
en líneas vaporosas
de repente entre las islas
azules abismos
chispas de mar
espumosos caminos
polares llanuras sobre las que flota el sol
a veces a lo lejos
diminutas ciudades
ríos de casas que desaparecen
bajo
opulentos mantos de nubes

Me alegra que hayas podido disfrutar la experiencia. La próxima vez fijate también en las otras personas que viajan. Es una cantera de personajes para luego desarrollar historias. @cristiancaicedo. ¡Éxito!

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