Marbella

Conocí Puerto Banús hace treinta y cinco años. Desde entonces no he vuelto. Puerto Banús es el diamante engastado en lo que tan pomposamente muchos gustan de llamar “La milla de oro”. Me cuesta ir a esta nueva Marbella. No me atraen sus jardines repeinados, sus cristales impolutos, su ostentación de la nueva riqueza, su imagen tan frívola, tan pagada de sí misma, tan trivial. No es oro todo lo que reluce.
Y, sin embargo, me han llegado noticias de que en Marbella hay verdaderos tesoros escondidos: apartados pero cercanos, recoletos pero sugestivos, inexcusables pero reposados. Tengo, además, una excepcional cita con Góngora en El Fuerte. Sí; con Luis de Góngora en el Hotel El Fuerte, el Fuerte de San Luis. Pero de ella escribiré otro día.
Llego a la ciudad y, entre aturdido por la barahúnda y embebido en los versos de Góngora que, como una de esas canciones imposibles de dejar atrás, tamborilean en mi memoria, me pierdo en el laberinto de calles y el maremágnum del tráfago. En un panel indicador leo “Centro histórico”, y decido visitarlo. Hay un corto camino que conduce de la estridente avenida al sosiego de las calles peatonales, las silenciosas murallas, los rincones insospechados.
Puedo deciros que lo mejor de Marbella se encuentra en estas calles. Váyanse al territorio degradado, al paisaje arrasado, a la tierra quemada de los Beach Resort & Spa, los Golf Academy, los Racquets Club, los Funky Buddha y los Olivia Valère quienes quieran distraerse, quienes busquen lo que siempre hemos denominado ‘pose’ y hoy, muy acertadamente, ha venido en llamarse ‘postureo’*, pues no es otra cosa que postura poco natural, afectación en la manera de hablar y comportarse.
Pero quien quiera entrever las huellas de lo perenne, atender a sí mismo y a las circunstancias que le rodean… piérdase, sea de día o sea de noche, por las plazas rumorosas de Marbella: la de la Victoria, la de San Bernabé, la del Castillo, la de la Iglesia... Me sorprende especialmente la de los Naranjos, con su urbanismo del siglo XVI; no creo que exista en toda la Costa del Sol otra plaza que se conserve tan intacta.
En aquel remanso me siento a tomar unas notas, a descansar la vida, a huir del mundanal ruido.
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*Al respecto léase la acertada entrada ('Del Sueño Americano al postureo') que @magia escribió hace unos días para Steemit.