La permanencia en el vacío
Existe un porvenir inalienable: el azufre. ¿Quién, por vicio o desapego, ha desatado el vertiginoso devenir de pasiones bajas? Todos y cada uno de nosotros, por destino o expiación —destino y expiación, hermanos gemelos— distendemos el cuerpo en una marea de pasiones vanamente señaladas como altas. Elevamos la carne con el retintín que queda en el oído ajeno: así, con la potencia acústica de las sirenas, acariciamos la carne de nuestros semejantes ¡con el pensamiento, la creencia, la voz! El hombre es azufre: el hombre esta condenado al hombre. Luis Buñuel, en su film “Un perro andaluz", hizo de protagonista en la primera escena; su participación, más una extensión de sí mismo que una simple interpretación de un personaje, cerró los ojos de una mujer con una navaja de afeitar; diseccionándolo, pero, más que salvajismo gore, metaforizó en un bloque de imágenes-secuencia, la pugna del surrealismo: acabar con los ojos, para que la luz no atraviese el zaguán del alma; la pupila. Esta forma de corporeizar el surrealismo, también es el prologo de la mar de azufre que se hace libro y contenido de todos los porvenires: el surrealismo ansía la obscuridad para brotar como el acné de los adolescentes; el apasionado, en otro contexto y existencia, ese de pasiones tan altas para el hombre y al mismo tiempo tan baja para los Dioses; que se emborrachó del licor uterino para llegar embotado al mundo, escapa de la obscuridad materna para edificar la suya propia con el pensamiento, la creencia, la voz.
Aislarse en el pensamiento, pensándolo con el seso de un vegetal, desasido de los sonidos, las multitudes, las nubes, los árboles, el oxígeno; asirse al pensamiento, individuarlo como un mundo aparte, en espera de su porvenir como el provenir de los demás porvenires; luciendo en su inmaterialidad, la materialidad que se ansía: he ahí la cresta de esa ola, tan elevada como el canto montañas, para deconstruir el cosmos y echarlo a andar por una cuesta. En las pasiones bajas, en esa obscuridad que es al mismo tiempo sol de un mundo aparte, está la prerrogativa del condenado que se condena a sí con sí mismo: la singularidad; ese Tártaro en permanente conjura. Eidos —idea, representación— tiene su génesis en el pensamiento; la luz primera que ve al nacer es el lenguaje, la totalidad del lenguaje, es decir; la totalidad tácita, la realidad en sí misma. Nada puede existir sin el lenguaje. Bendición y maldición al mismo tiempo. La realidad en sí misma es una consecuencia del lenguaje.
Las «ideas» son un imperativo. Quien ostenta en su mente el infinito de la potencia creatriz, se interpreta a sí mismo moralmente: si no las tiene, es nada. Si las tiene, es todo; el fenómeno de la cuantificación como virtud moral. La diferencia entre la nada y el todo, es la geografía: una representa la latitud del vacío y la otra, la latitud del exceso. En eso resume su identidad: la desproporción. He ahí la obscuridad: la superabundancia de sí mismo, la obcecación en atrofiarse, devenir yo hasta que no haya más porvenir…Del otro lado de la obscuridad espera el azufre, para penetrarlo e invitarse dentro sus entrañas una taza de miasma y mierda. Y esto será, dentro de sus entrañas, todas las mañanas del azufre, hasta que éste forme parte del organismo y sea una célula más.
Un fragmento de Emil Cioran, en *Breviario de podredumbre“ dice así:
”En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo; pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado... Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas”.
La escena inmaterial obsesiona: es precisamente ahí donde se configura la antípoda; en la mente, vientre creatriz de todo los desastres. El hombre se resigna a todo menos a la nada, a pesar de que él mismo es un don nadie. En nosotros, las imposibilidades abundan, menos la imposibilidad de ser alguien. Preguntaría ¿Qué tan alguien quieres ser? Y me responderían, no sé si por cinismo o sarcasmo ¡alguien como yo! ¡La fiebre del yo! Esa temperatura infernal… En esa ciénaga la historia abre sus pétalos y refulge ante la mirada de los hombres; endiosamos la actividad del pensamiento por medio del cual las «ideas», sea cual sea el contenido de éstas, se enganchan a la realidad cual garrapatas hasta chupar todo su color. La garrapata hembra después de alimentarse y gestar en su interior jirones de sí misma, se despega, ya embarazada, para liberar sus huevecillos: la eclosión por venir son miles de garrapatas más. Esta es la acción de la «idea» una vez adherida a su huésped; el lenguaje.
Si no quieres el azufre, especialízate en el desarraigamiento de la singularidad: si no crees en ti ¿Por qué deberías hacerlo en alguien exactamente igual a ti?
Tremendo, cuanta fuerza tiene tus escritos, gracias por compartir. El equipo Cervantes apoyando el contenido de calidad y original de la comunidad.
@sancho.panza Gracias por siempre leer y apreciar lo que aquí se publica.