Concurso Cervantes: 5ª Entrega
La casa Batlló, por substancia, por esencia, antes que una representación arquitectónica labrada en el albor del naturalismo, y por esto quiero empezar, es una construcción que comunica la necesidad social de una avanzada burguesa, por asirlo de algún modo. Esto, dentro de la corriente de un caudal alegórico, más que representar la acumulación del tejido natura de la óptica «Gaudiana», fue la simiente sociográfica que izó las banderas de una tendencia social de protagonismo sobre la embarcación barroca de un romántico como Gaudí: la historia nos ilustra; la casa decimonónica es una representación de sus propietarios y la casa Batlló tuvo gran acogida tanto en la prensa como en revistas arquitectónicas y populares, cada uno de los medios resaltando el fantástico resultado, catapultando así, el nombre de la familia Batlló en la ciudad de la Barcelona decimonónica.
Lo que la historia nos permite entender, es que Antoni Gaudí en su juventud fue todo un romántico: siempre privó en él, el sentimentalismo sobre la razón y así lo dejan entrever sus calificaciones cuando estudió en la secundaria y cursó estudios de arquitectura, que según diversos historiadores, no eran las de un estudioso empedernido en cuanto a la totalidad de asignaturas sino que sólo agudizaba la vista en aquello semejante a su interior y se obnubilaba con todo aquello que signaban visos de incordia intelectual; y lo que en su juventud, era un romanticismo invaginado en el lado izquierdo del pecho, en su madurez adulta colonizó el encéfalo: todo su organismo prontamente adoptó su representación del mundo como una sensación repetida mil veces por segundo, otorgando a la carne la crispación neurálgica devenida de un orgasmo repetido quién sabe cuántas veces por minuto; la arquitectura no fue su profesión sino su mundo dentro del mundo
Toda crítica, desde Aristóteles, ha enunciado el principio de que toda obra se debe basar en la realidad y ¿Qué es la naturaleza en sí misma? ¡La entraña de la humanidad! ¡El útero del mundo! Es ridículo otorgar a Gaudí el título infame de «decorador» por parte de sus detractores, cómo si este, plantado en un montículo de piedra, encontrábase beatificando una nueva escuela, adjudicándose el título de profeta. Si la naturaleza es todo por tanto de ésta nacen las cosas, el arte —No importa qué clase de arte— alberga en sus columnas varias, el verdor primigenio, benignamente, si de éste se promulgan las expresiones naturalistas de acuerdo a una época y estación, sin que esto presuponga un fondo plegado al detrimento racional, creativo y sentimental del artista, pues ¡Hombre, la fuente no es el veneno de los sedientos! Del arte nace el horizonte donde la eternidad fija benévolamente sus ojos; la arquitectura fue la eclosión de Gaudí: Gaudí fue la eclosión de sus maquetas. Y los turistas ¡Bienaventurados sean! Elevan la posteridad de este arquitecto a una fotografía de álbum familiar.
El único problema de Gaudí, fue haber iniciado seriamente su mundo dentro del mundo cuando se encontraba frente al neoclasicismo de un siglo, y rodeado del modernismo que debía actuar como interlocutor entre un artista y su entorno inmediato, que para ese entonces para Gaudí fue Catalunya. Bajo estos aspectos, el arquitecto entró a escena furtivamente. Y yo, personalmente, cuando leo que muchos críticos calificaban taxativamente de «derroche» lo que hacia el arquitecto, puedo crearme una referencia con cómo, por medio de distintas fuentes, se alude hoy día al posmodernismo y al chavismo y con lo que he trazado una pequeña analogía: el chavismo es a la cuarta república, lo que posmodernidad a la modernidad: un rebasamiento. Eso era Gaudí: un rebasamiento. Acumulaba tanto en sus trabajos elementos de corrientes que lo antecedían y que lo rodeaban, que simplemente era una explosión, un desastre, por como su «entorno inmediato» lo asimilaba. Y todos reaccionan igualmente frente a un desastre o una explosión: con desconocimiento frontal de lo que sucede e ignorancia. Y de allí surge la multiplicidad de títulos, unos acertados, unos inútiles, unos desdeñosos, unos volátiles, unos experimentales, unos abstraídos.
La casa Batlló, imagino, décadas después de haber sido refugio de guerra, también fue refugio de quienes zascandileaban por allí. ¿Quién habrá hecho de la labia, almíbar suficiente, para reunir en un intento solemne dos carnes, carnes queriendo teñir la memoria de formas grandilocuentes, formas estáticas a la vez que extáticas, que parecen suvenires inaparentes de los más lejanos y candentes sueños abstrusos? ¡Ojalá muchos! Aunque, quizá, esta casa no es la ideal para escenarios románticos, pues, con la imagen inicial, una fachada ondulada con mosaicos varios y zócalos redondeados, además de una primera planta donde la tribuna es sostenida por columnas en formas de tibia —¡figuras óseas!— y desde luego, cualquier bella dama se preguntaría “¿Por qué en toda esta cosa de figuras rimbombantes hay huesos y azulejos y cosillas que asemejan un mundo marino? No es como los hoteles Hilton del norte, pero tampoco es una fachada horripilante como aquella película de suspenso, cómo… Cómo… Ah, sí! Hostel, no me malinterpretes, sólo que no me gusta, no es muy romántica que digamos”. Y todo caballero habría de responder “No soy de este mundo. Conmigo no conocerás el mundo ordinario. Aún no has visto el interior de la casa ¡Es de película!”. Jo, vaya que los amantes hablan de extravagancia luego de hacerlo en la mesa de la cocina o el comedor o un estacionamiento ¡Pero no lo han hecho en la casa Batlló! Balcones que parecen cráneos partidos a la mitad, un balcón en forma de nenúfar, chimenea con forma de hongo, vestíbulo con imponente escalera que asemeja una columna vertebral, toda una mixtura de elementos, detalles, corrientes, cánones, disciplinas, que configuran el mundo Gaudiano dentro del mundo.
Si la arquitectura es, a través de sus planos, un sistema cósmico; Gaudí fue la significación de un sistema paralelo, no equidistante, sin atavíos demiúrgicos.
Concurso patrocinado por el witness @cervantes. No te olvides de votarlo en la siguiente página: http://www.steemit.com/~witnesses
Exquisita escritura amigo, has pintado la historia con palabras, realmente me encantó el post. ¿Te dedicas a escribir o lo haces como hobby?
Hola, Arturo. Me dedico desde hace ya cierto tiempo. Gracias por la lectura! Un abrazo.
Augusto Roa Bastos, es uno de los más célebres escritores paraguayos ganó el premio Cervantes en 1989
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