Primer mundo, ¿Falsa felicidad?

El sistema de educación Coreano es algo que en los países de occidente no podríamos ni imaginar, desde allí comienza su preparación a una especie de competencia educativa parecida a una guerra pasiva, desde que están en jardín de infancia los padres envían a los niños a estudiar inglés, a tal punto que las escuelas han prohibido que los niños de primer grado aprendan otro idioma antes de escribir en coreano, lo que significa que son los padres quiénes explotan intelectualmente a sus hijos obligándoles a exigirse cada vez más para superar a sus compañeros y a sí mismos.

Conforme avanzan en años la exigencia es aún mayor, toda su vida se preparan para el examen anual de la universidad, el país entero se detiene durante ese día, es considerada la prueba que "define la vida" de los estudiantes ya que todos compiten por un cupo en una de las tres universidades más importantes, aunque no les garantiza el éxito, los acerca a la posibilidad de conseguir un puesto en Samsung, Hyundai o LG. Ese día la bolsa de valores abre tres horas más tarde para que el sistema económico comience un poco después y haya menos tráfico, se suspenden todos los vuelos durante más de una hora, paralizan el tráfico en la ciudad para que los jóvenes lleguen puntuales, habilitan un call center para recibir llamadas en el caso de que algún estudiante vaya retrasado pueda llamar, una patrulla de la policía puede ir a buscarlo donde se encuentre y dejarlo en la puerta den instituto, un minuto de retraso significaría quedar afuera y perder 14 años de esfuerzo. El examen dura 8 horas con 40 minutos y los resultados son publicados esa noche en prensa nacional, el anuncio de ese ranking coincide con el suicidio en masa de una gran cantidad de jóvenes no alcanza siquiera la mayoría de edad.

Este examen es la principal razón de que este país desarrollado tenga una de las tasas de suicidio más altas del mundo, toda la presión social, familiar, mediática y personal hace que miles de jóvenes al año atenten contra su vida.

La autoexplotación está interiorizada al extremo que vivimos para pertenecer al sistema, el estudiante o el trabajador en esta sociedad neoliberal posguerra fría no tiene clara la idea que esto le perjudique, porque su felicidad no es propia sino que reside en la meritocracia así que no ve la posibilidad de revelarse al sistema, de modo que quien fracasa se deprime. Las enfermedades típicas del siglo XXI son el estrés, los infartos y los accidentes cerebro vasculares. La violencia autoinfligida convierte al individuo en su propio enemigo haciéndose juicios internos de aceptación social, rindiendo culto a un sistema excluyente que utiliza el intelecto de hombres y mujeres jóvenes para conseguir mayores ingresos económicos desechándoles al poco tiempo para reemplazarlos por cerebros frescos, este mercado consumista de ideas ingeniosas es insaciable, cada día más exigente y llegar a él comprende la preparación maratónica durante toda la juventud, para luego entregarle los mejores años de la vida del ser humano a su sistema económico poniendo en riesgo la integridad de la salud.

Recientemente se suicidó un joven superestrella del K pop, género musical con gran éxito en Corea y Japón, este muchacho era el cantante #1 del momento y se suicidó dejando una carta donde expresa que no soportó la exigencia de la industria donde era una especie de soldado que tenía que obedecer, sonreír, posar, bailar, cantar en hasta cinco eventos diarios sin importar como se sentía y si realmente estaba de ánimos para hacerlo. El éxito en la industria musical tiene como precio dejar la vida a un lado y ser uno de sus productos ejemplo de belleza y perfección, el beneficio económico es muy alto pero implica el riesgo de padecer depresión y caer en adicciones como las drogas o el alcohol.

En la sociedad de consumo y producción el rendimiento es vital, los jóvenes no estudian en grupo porque son celosos con sus conocimientos, el individualismo en el estudio y el trabajo es consecuencia de la competencia y la premisa de la sobrevivencia del más apto en el tecnocapitalismo. Las sociedades como la coreana son muy exigentes y crean trabajadores esclavos de su sistema de producción económica, donde solo consiguen la felicidad si pertenecen a él, no hacerlo los desplaza y categoriza como fracasados. Es un sistema excluyente y competitivo donde definitivamente el más apto sobrevive y consigue el éxito profesional, que no es sinónimo de plenitud sino de haber cumplido con el cometido para el que fue educado.