Concurso Cervantes: 3ª Entrega

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Inspirado en esta obra...

Al oír esos vagos lamentos el hombre quedó petrificado. Había pasado mucho tiempo desde que no escuchaba una risa, un grito, un llanto, un susurro y de repente sin saber su procedencia un lamento resquebrajador.
En su mente atormentada, dolor y sensaciones monstruosas se había acomodado, pero siempre desde el propio interior, estos lamentos al venir de fuera, lo habían paralizado.
En un primer momento cerró los ojos dando todo el protagonismo al sentido del oído. No hubiera importado que se hubiera esforzado en intentar ver, la oscuridad prácticamente campaba a sus anchas habiendo elegido el mejor asiento como espectador.
Con mucho esfuerzo y todavía sin abrir los ojos dijo:
-¿Merece la pena abrir los ojos?
Nada ocurrió en ni en ese instante, ni el minuto de después.
-Después no habrá perdón que valga.- Sentenció sin saber muy bien lo que había expresado.
Desde una esquina de la habitación, cerca de sinfonier de aspecto retorcido una silueta fue avanzando hacia él.
Cuando ya estuvo frente a frente ya no era tan silueta. Sino una figura humana. Frente a frente las dos de la misma estatura.
Por supuesto los lamentos se había extinguido el silencio era dueño de la estancia.
Ahora una nueva voz sonó, como un trueno en medio del desierto.
-Creo que ha llegado la hora.
Sin abrir todavía los ojos, el hombre escuchó con atención y la voz le resultó muy familiar. Era su propia voz pero mucho más grave. Mucho más definitiva y contundente que la voz rota a la que había llegado él tanto tiempo maltratando las cuerdas vocales.
De repente otra vez sonó, dura como un mazazo inesperado.
-Creo que ha llegado la hora y no estás preparado.
La voz sonó potente pero con un matiz de amenaza, cosa que antes no se había producido.
En su piel herida sentía un leve brisa. En cada una de sus cicatrices la brisa ya no tan suave comenzaba a arderle. Si hubiera tenido pelo hubiera bailado con cada uno de los cabellos hasta la extenuación. La fuerza del aire cogió tanta violencia que poco a poco lo hacían tambalear. Por un instante pensó en abrir los ojos. Lo acabó haciendo y en el instante que sus ojos pudieron vislumbrar la figura que tenía enfrente... el viento, ya huracanado lo empujó contra la pared y luego lo dejó caer al suelo, para a continuación, detenerse súbitamente.

Este experiencia la guardó muy adentro en su memoria igual que la de aquella vez que sentía como las patas de insectos caminaban por su cerebro, o aquella vez que experimentó como las comisuras de su boca se iba descosiendo permitiendo mostrar su completa dentadura o incluso en aquella ocasión en que sintió como cada una de sus venas arterias y capilares se iban deshilachando y haciéndole sentir que la sangre abandonaba su cuerpo y allí mismo su vida agonizaba.

¿Qué será lo próximo? Igual es el momento de pensar que ha llegado la hora y debo prepararme.