Amistad: Lo que significa para mí

Nunca he sabido bien cómo tener amigos, cómo tratarlos, cada cuanto tiempo es bueno verlos, cuánto y cuándo debo escribirles para saber de ellos, cuales son las actividades que debemos realizar, hasta qué punto se debe confiar o a qué cantidad debes otorgarles importancia.

Bien he sabido que todas las personas en mi vida pueden (o no) ser pasajeras, como una estrella fugaz. Llegan, iluminan mi ojos como a mi vida –por un instante- hasta que llega su momento de partir, por diferentes razones. 

Sin embargo, nunca puedo notar cuando es el momento correcto para dejarles ir, para buscarlos, para estar junto a ellos y ofrecerles mi tiempo, cariño y mis momentos; o simplemente para decirles adiós y desearles una buena vida.

Y es que, a pesar de que muchos de los que llamaba «amigos» me han fallado o abandonado en más ocasiones de las que quisiera contar, siempre desearé el bien para estas personas, que crezcan por dentro y por fuera y su vida se llene de dicha. Pues, he comprendido que mientras más me preocupo por pensar en lo que ha pasado, menos estabilidad tengo y simplemente mi vida no fluye de la misma manera. 

Mientras deseo bienestar, yo misma lo obtengo: sin rencores y sin preocupaciones de más.

Por otra parte, están aquellas personas que no quieres que jamás se vayan de tu vida.

Esa persona, para mí, se llama Hanoy Parra. Madre de una hermosa niña de un año y medio, quien se ha ganado mi confianza, mi cariño y mis secretos. Ha encontrado un lugar en mi familia, donde puede que mi abuela la quiera incluso más que a mí (sí, he exagerado un poco), pero la verdad nunca llegué a pensar que tendría esta amistad y este lazo tan fuerte con esta personita.

Creo que ella tampoco sabe cómo tener amigos, y creo que por eso nos ha ido mejor, no somos de esas “mejores amigas” que todo el tiempo están una encima de la otra, escribiéndose diariamente, contándose todos los chismes de su vida o cual ha sido nuestra última víctima, haciendo pijamadas o yendo a fiestas todos los fines de semana.

Nos conocimos en el año 2012, donde entré en un nuevo liceo ya que del anterior tuve que retirarme por problemas personales, yo tenía quince años y ella uno más. Desde el principio supimos que nuestras personalidades no encajaban, que íbamos a odiarnos en silencio, como niñas queriendo ser amigables con cualquiera que nos encontrábamos solo para tener un amplio círculo social. Ella era mucho más extrovertida y a mi parecer muy divertida, pero llamaba demasiado la atención y era algo que siempre había odiado. 

Ella se graduó y nuestra «no-se-cómo-llamarla» iba creciendo, salíamos de vez en cuando y nos fuimos dando cuenta de lo bien que nos llevábamos, ella siempre con sus comentarios raros que me hacían reír, cuando estaba mal me hacía sentir bien sin siquiera intentarlo, pues nuestras vibras fluían a la par sin que lo quisiéramos. 

Creció nuestra conexión, en ocasiones pasábamos hasta dos o seis meses sin hablar, pero cuando quedábamos para vernos o me encontraba por casualidad en los sitios de trabajo de su familia, el trato siempre era el mismo. Si, a veces visitaba a su abuelo o su tía ya que me quedan de paso cerca del trabajo, y por casualidad la veía a ella.

Luego de que tuvo a su bebé las cosas cambiaron un poco, yo no sabía cómo afrontarlo, o cómo ser amiga de una chica con una hija. Era, más para mí que para ella, algo complicado de asumir, nuestras charlas iban a ir más allá de lo mal que me sentí ayer porque la persona que me gustaba no me respondió un mensaje de texto, al hecho de preocuparnos por el bienestar de su niña, cómo afrontaba la situación del país con todas las adversidades, la necesidad de empleo y el incremento de las responsabilidades; y yo no sabía si estaba preparada para crecer con ella, pues, aún a mis diecinueve años de edad, me sentía una adolescente de quince. 

Sin embargo, sobre la marcha he aprendido mucho del valor de una verdadera amistad, pues me desaparecí por un largo tiempo de su vida y cuando volví, ella, sin rencor alguno abrió sus brazos para mí como si nada hubiese pasado. 

Desde entonces, el lazo se ha vuelto irrompible para mí, y solo me pido mantenerme constante para ella, para apoyarla en lo que pueda, como ella siempre lo ha hecho conmigo.

No sé nada de la amistad, ni de cómo tener amigos, pero ella se ha ganado el puesto de una hermana en mi vida y es algo que ninguna amistad va a reemplazar.

Aquí dejo unas fotografías junto a esta personita desde que nos conocimos hasta ahora.

Y por último, una con nuestra nueva integrante, una intrusa que le ha dado mucha alegría a nuestras vidas, Isabella.