La acosadora que llevo dentro de mí. Historia real.

Cada día pienso en la forma en la que me acerco a las personas, sin conocerlas, saludando y hablando de cualquier cosa hasta llegar a un punto en común, dejar de ser desconocidos para entrar en la etapa de conocidos.

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Como mujer comienzo a reflexionar sobre mi travieso hábito de acercarme a otras personas, rompiendo las barreras de lo que es normal para algunos.

Quizás alguien llamado Lorenzo piensa que yo lo acosó. Todo comenzó hace unos meses cuando me le acerque en la panadería a la que los dos vamos a diario, donde los panes siempre están frescos y los dulces son tan ricos que no puedes resistirte. Lo había visto allí tantas veces, comprando dulces de hojaldre que le sonríe y le salude.

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Días después coincidimos en el camino a casa, nuestras miradas se cruzaron y él quedó congelado como si yo fuera una psicópata, trato de evitarme volteando rápidamente y tropezando con un poste. Fue evidente que quería evitarme.

Tuvimos muchos encuentros de ese tipo, totalmente desafortunados para él, ya que parecía cada vez más asustado al verme. Hasta el día que ambos tuvimos una escena de horror, cuando nos tocó sentarnos juntos en una reunión de la escuela de nuestros hijos. Estábamos estáticos, sin movernos, sin decir nada, con la mirada fija en un solo punto.

Hasta que decidí sacar a la acosadora que llevaba dentro y con una palmada en su espalda le dije:

¡Hola!, ¿cómo te va? Mi nombre es Ana. Un placer.
Él, tartamudeando, apenas pudo decir su nombre: Lolorennnzooo.

Ambos quedamos sentado, sin decir nada más, y por mi mente comenzaron a pasar esas historias de acoso en mi vida. Recordé el bachillerato cuando llamaba al chico que me gustaba y después que él contestaba yo colgaba, hice eso tantas veces que aún recuerdo su número.

Recordé las veces que revisaba el celular de mi antigua pareja, sus escritos, su billetera. Algo que para algunas era normal.

Luego entendí que no era acoso, las mujeres somos curiosas, nos encanta saber todo lo que hacen nuestros esposos, hijos, familiares, es algo biológico, algo natural sobre todo cuando esa persona sin saberlo nos llama la atención, se vuelve algo tan normal para nosotras que pasamos de ser las presas a convertirnos en las cazadoras, dejando a un lado los dichos que solo es cosa de hombres.

Luego de unos minutos y conforme con mis pensamientos y deducciones, decidí voltear de nuevo hacia Lorenzo y preguntarle:

¿es el dulce de hojaldre tu favorito?
Sonrió y me dijo: Si, al igual que el de mi esposa.

Yo solo quede con la sonrisa plasmada en la cara, y solo puede responder: que bueno, los míos son los de tartaletas.

Gracias a Dios comenzó la reunión de la escuela, y volvimos cada quien a lo suyo.

Aún sigo viendo a Lorenzo en la panadería, y no puedo evitar notar lo bien vestido que siempre va, con su corbata a rayas y pantalones ajustados. Siempre me devuelve el saludo.

¿Seré una acosadora?