Mi amigo el Fantasma| Relato

Imagen cortesía de: PIXABAY

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Cada vez que salgo a la escuela me encuentro a Marcelo en el camino. Él es un chico de la calle, delgado y de ojos brillantes, siempre atento a lo que llevo en mi mochila. Como siempre, antes de salir de mi casa, hurto a escondidas de mi abuela unas cuantas galletas; las de chocolate le encantan a Marcelo, lástima que no puede comerlas. Pero yo las degusto por él, y cada tanto, me pregunta por esa mezcla de sabores que explotan en mi boca, y a cambio, yo le pido que me relate alguna historia que él está acostumbrado a ver en las calles.

Él no se niega, y mientras andamos rumbo a la escuela, me cuenta las terribles historias de malhechores que secuestran niños, solo para llevarlos a un infierno de paredes blancas. Nadie escapa de ellos, dice Marcelo, y una vez que los atrapan nunca nadie vuelve a verlos.

—Menos mal que yo soy invisible, —Siempre se recuerda Marcelo—, porque ya estuviera muerto.

Ojalá yo fuera invisible como él, porque así me escondería de mi abuela y no tendría que tomar tantas pastillas. Saben a hongos amargos, aunque tal sabor no se compara al dolor de las inyecciones. Todas las noches tengo pesadillas horribles, donde una señora de lentes habla conmigo en un cuarto de paredes blancas.

—Marcelo,—me dice la mujer de anteojos azules, con un cuaderno y un lápiz en la mano— ¿Volviste a la escuela?

—Sí, —le respondo— y vi a mi amigo Marcelo nuevamente.

—Tú eres Marcelo…

—No es cierto. ¡Usted no existe, esto solo es un sueño! —Le digo sin vacilo, y ella escribe decepcionada.

Marcelo tiene toda la razón cuando me habla de lo terrible que pueden ser las pesadillas. Él nunca las tiene, porque nunca duerme, solo deambula por las calles, como un fantasma chismoso. Cuando llego a la escuela, Marcelo se retira y me despide con un abrazo. Yo entro al salón y lo encuentro repleto de niños sonrientes. Por un largo tiempo me olvido de mis pesadillas, de esa mujer de rostro preocupado que me entrevista siempre.

—Marcelo, —Me repite la mujer de mis pesadillas—, ya no eres un niño, y no tienes una abuela porque tú la asesinaste, al igual que todos tus compañeros de clase… ¿esto no se te hace familiar?

Veo lo que ella me enseña; es un extracto de un periódico, que expone el terrible asesinato en una escuela a manos de un niño armado. Yo sonrío mientras niego con la cabeza. Sí, aquí en mis sueños tengo el cuerpo velludo y visto de blanco… ¡Pero no es verdad! Son solo pesadillas con efectos terribles… tal como dice mi buen amigo Marcelo.

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El relato es autoría propia de: @alinsonchangir