¿Te invito un café?
Es curioso que así hayamos empezado... Con un café, porqué, seguramente, alguien pudiendo ver claramente que trabajas en una cafetería es lo menos a lo que te invitaría... Pero fue diferente contigo.
No solía frecuentar aquel lugar, pero luego de que te vi esa vez, tuve que volver a ir, no podía dejar de pensar en ti. Mis visitas se hicieron más frecuentes, tanto que ya varias del personas de aquel lugar ya me sonreían y me saludan al pasar, y el personal de la cafetería no era la excepción, pero yo no busca sus sonrisas, buscaba la tuya.
¿Te acuerdas qué poco a poco hablaba un poco más contigo? No quería dejar de escuchar aquella dulce y melodiosa voz que resaltaba por encima de los susurros y risas de los demás; no podía dejar de verte, ¿pero cómo iba si quiera apartar la vista de ese cabello rubio? ¿de esa piel blanca, casi pálida y esas mejillas sonrojadas? Sinceramente, no creo que nadie hubiese podido.
Sabías que estaba interesado en ti, que había captado por fin tu atención, es raro, porqué siento que te conocía desde mucho antes, y era la primera vez que te veía. Solo llegabas a la mesa a la que era habitual que me sentase, y me traías mi latte con vainilla, y yo, deslizaba el billete, con algo adicional para ti. Nuestra miradas se encontraban y decían todo, no faltaba algo más, en lo absoluto.
Todas las emociones, sentimientos, deseos, pensamientos y acciones que conllevan al cortejo. Cuatro palabras que reducen todo el proceso.
Linda historia :)