Concurso Cervantes: 7ª Entrega - El último recurso

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Sebastião Salgado observó a su alrededor, se encontraba en un pequeño pueblo muy rústico. El sol era inclemente pero aún así las personas trabajaban sin descanso y no se daban abasto. El río Niger era su pequeño cielo en la tierra, más no era suficiente. En este momento se encontraba en el único hospital del lugar, apenas unos tres o cuatro médico atendían. Se notaba que no tenían suficientes recursos ni medicinas pero de igual forma daban lo mejor de si para ayudar.

Salgado estaba rodeado de pacientes esperando para ser atendidos, todos muy enfermos; sin embargo, una señora llamó su atención. Se encontraba sentada en un rincón, doblada sobre si misma, apenas visible, un trapo cubría su cabeza y cuerpo. ¡Pobre mujer! fue lo primero que pensó, pues estaba muy demacrada. A simple vista era obvio que estaba desnutrida y deshidratada, su piel arrugada moldeaba perfectamente sus huesos y sus venas sobresalían muchísimo.

¿Pero, qué hay más allá de lo que puedo observar a simple vista? fue su segundo pensamiento. Sus ojos estaban entreabiertos pero no se veían vacíos como uno pensaría. Una mirada de tristeza y arrepentimiento profundo con un toque de desesperación era la que ella tenía. Sebastião, como todo buen fotógrafo, podía sentir ese deseo de tomar su cámara y capturar el momento para la historia. Muchos criticaban su trabajo diciendo que no le daba el respeto que merecía a la miseria humana, que darle belleza a algo tan desgarrador era tomarlo como un chiste. El fotógrafo no pensaba igual, pues dentro de cada desgracia hay algo que sale a brillar, el no lo ponía "bonito", simplemente tomaba la foto en el momento justo. No lo hacía por aligerar temas serios, al contrario, buscaba hacerlos públicos al mundo. Sólo así podía crear consciencia y ayudar como él sabía ayudar.

Y ahora, ¿Cómo me acerco y le pido una foto cuando está en ese estado? siendo éste su tercer y último pensamiento, se armó de valor y se acercó a la señora. Tras conversar, ella le contó, con voz muy quebrada y en susurros, que no tenía familia ni amigos, ni dinero, ni trabajo. La habían despedido hace unos años y por su edad no logró conseguir otro trabajo. Comía lo que encontraba en basuras ajenas y no tenía acceso a agua potable. Era un pueblo pobre y pequeño, la situación de la mujer no era poco común. Con el corazón pesado Salgado le preguntó si no le molestaba que le tomara una foto, le explicó que con ella buscaría quienes pudiesen ayudar al pueblo. La señora accedió suavemente con su cabeza y cerró los ojos, ella no creía eso que él le había dicho pero no le quedaba mucho tiempo de vida y una foto no le hacía daño a nadie. El tiempo pasó, la mujer fue atendida y cuando salió, el fotógrafo ya no estaba.

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