Entre una de mis muchas expediciones, grandes mundos visité, grandes historias he acumulado con el paso del tiempo, estuve en diferentes partes del mundo y de la mente, la mente, qué lugar más fascinante. A diferencia de lugares físicos en mi mente me perdía, podía volar cuan si estuviera en un sueño lucido o siendo una parodia de un viajero astral. Los límites eran nulos o más bien, estaban limitados a mi imaginación, la cual era grande, de joven yo era un artista, creatividad no me faltaba, claro que sería un abuso acotar mi creatividad a mi talento porque simplemente aquel vivo y alocado mundo dentro de mi mente no era más que el vil producto de drogas y otras sustancias alucinógenas.

Pasó algo curioso, durante esa misma juventud, me enamoré. El amor es el momento más preciado para la gran mayoría de las personas, no para mí. Para mi simplemente es una explosión de dopamina y otras funciones químicas en mi cerebro, pero esa persona, ¡Que persona! Me hacía sentir cosas que nadie ni nada jamás me habían hecho sentir. Furor, pasión, agonía, felicidad y tristeza, una mezcla de sentimientos que hacían que mi mente literalmente explotara. Pero había un problema, lo que una vez fue un equilibrio emocional se tornó simplemente negativismo, debo incluir que es debido a mi culpa, nunca tome la iniciativa, nunca le dije nada, me limitaba a verla y dibujarla estando a lo lejos. Por ello cuando la vi besarse con aquel sujeto todo mi mundo se fracturó, mi felicidad, mi pasión, mi energía. Todo había sido robado, en un acto de ira inclusive quemé cada dibujo que había nacido producto de la inspiración que ella representaba. Me sentí mejor, pero no pude evitar llorar, llorar viendo hacía el cielo porque solo en el infinito encontraría paz…

Seguía siendo un stalker agónico y patético y no podía seguir así. Decidí viajar para despejar mi mente, no quería saber nada de ella aunque resultaba interesante que precisamente entre más tratase yo de no pensar en aquella persona, más la veía reflejada en todas partes, en las aves, en el cielo, en el agua y en lagunas mentales que acompañaban mi dolor.

Llegué a un lugar extraño, jamás había estado allí pero me resultaba coquetamente interesante, aquel era un páramo bellísimo cargado de flores y ornamentas que eran bañadas por pequeñas cataratas, dentro del mismo, tenía la entrada más oscura que jamás haya visto, literalmente era una vacío abismal justo frente de mí. Mi curiosidad era tóxica y no podía simplemente dejar de explorar, decidí adentrarme allí solo con una mochila con elementos básicos y una linterna. Caminé y no me detuve a pesar de que estaba evidentemente consumido por la oscuridad, cada vez mi visión era más nula y empezaba a sentirme peor. Mi respiración era fuerte, casi sofocante y luego sentí caer gotas en mis brazos, la oscuridad agudizaba mis sentidos y pensé ¿una estalactita? Pero no, era una lágrima que se deslizo por mi mejilla hasta caer en mi brazo. En ese mismo momentos espectros atormentaron mi paso y me impedían caminar, aquellos eran fantasmas horribles que eran lo único que se podía diferenciar entre tanta oscuridad que era el negro azabache en todo su esplendor. Me estaba hiperventilando, mi pecho se sentía trancado así que corrí y no pensé jamás en detenerme. Quería salir de aquel maldito lugar pero entonces caí.

Fue una suerte no romperme la pierna, puesto me encontraba en un abismo que imaginaba yo debía tener varios metros de altitud, no podía ver nada así que solo podía imaginar que había pasado, y sabía que iba a morir, mi linterna ya hace rato se había apagado y ahora estaba rota para más colmo, mi mochila solo sirvió para evitar que me matase la caída y luego empecé a temblar. Grité a todo pulmón y luego no podía evitar llorar, literalmente me estaba derrumbando y solo podía ver hacia arriba esperando que estuviese allí ese hermoso cielo que me apaciguara, pero no, solo había obscuridad, obscuridad y nada más. Bajé la cabeza entonces y allí solo había más oscuro, no podía ni ver mis manos, y solo sabía que las lágrimas no paraban de caer, pero no era miedo a la muerte, era saber que ni siquiera la muerte despejaba mi mente de aquella figura, aquella preciosidad que jamás tuve el valor de hablarle, sentía miedo no de morir, sino de jamás volverla a ver, sentía tristeza porque sabía que no me pertenecía, sentía irá, por el imbécil que me la robo justo frente mis narices, sentía agonía, impotencia y mi corazón no aguanto, estaba sufriendo un ataque cardiaco y no había una luz después del túnel, solo más oscuridad, convulsionaba y delineándose antes de perder la conciencia yacía la hermosa figura de esa persona.

Desperté días después en un hermoso y muy limpió lugar, no era el cielo ni el limbo, aquello era un hospital inmenso, completamente blanco y con decoraciones de muy buen gusto, cuando mi vista se pudo finalmente acomodar, me llevé la sorpresa más grande de mi vida al ver que estaba ella sentada en una silla viéndome, parecía un ángel guardián que esperaba por mi ascensión, su sonrisa nuevamente devolvió una parte de la luz que había perdido, y me dijo. Parece que ya estás bien, no sabes cómo me alegra Luego sonrió, y tras hablar un rato comprendí lo que había pasado, Ella y su novio se tomaron la molestia de llamar a la ambulancia para que me atendieran puesto me habían escuchado convulsionar a escasos metros de ellos, yo estaba sentado en un banquillo en el parque y desde entonces dos días habían pasado, cada uno de esos dos días se tomó la molestia de venir a visitarme y dejaba un caramelo en la mesita de noche…

Desde entonces somos amigos, nos llevamos bastante bien se podría decir, inclusive me han contratado para hacerles varios dibujos pero más importante aún, desde entonces no he visto más ese lugar, lugar que ahora entiendo que siempre estuvo en mi mente y apareció solo cuando conocí el dolor real y perdí toda esperanzan, aquel lugar que llamo la guarida de la oscuridad, lugar que está en todos nosotros esperando el momento preciso para ahogarnos y no dejarnos salir.