Vayamos más allá de la obra y conozcamos a una de las musa de Gustav Klimt. En la mitología griega las Musas son divinidades inspiradoras hijas de Zeus y Mnemósine, compañeras del corte de Apolo, Dios del Olimpo de la música y patrón de las bellas artes. Son Nueve deidades que solían bajar a la tierra para dar inspiración a quien lo necesitara y aclamara: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania. Hoy en día las percibimos como todo aquello que nos despierta la creatividad.

Para Gustav Klimt, una real musa fue Adele Bloch Bauer, quién estuvo en su vida durante una crisis profesional debido al rechazo de su trabajo catalogado como pornográfico. Es el esposo de la modelo quien lo contacta para pintarla y honrar el amor de ella por el arte, es así como nace la Dama de oro o la también conocida Dama Dorada. Sin embargo para Adele no todo era tan brillante. A través de los ojos de su sobrina Maria Altman, heredera las obras, la modelo era así:

Bloch Bauer nació en Viena en 1881, hija de un importante banquero, con una niñez rodeada de riquezas e incentivos culturales. A los 19 años fue arreglado su matrimonio con Ferdinand Bloch Bauer, empresario del área azucarera. Quien siempre fue complaciente con su esposa, amante del arte, defensora del voto femenino, con un carácter totalmente diferente a lo que la sociedad vienesa acostumbraba, quizá fue eso lo que la hizo tan cercana a Klimt. Adele fue famosa por las fiestas que hacía llenas de numerosos artistas e intelectuales con quienes tanto disfrutaba conversar: Richard Brahms, Gustav Mahler Wagner, Stephan Zweig eran algunos de los asistentes. Aún así o su sobrina la recordaba como: