Él, hombre de arte, culto, inventivo, quien a metros de distancia anunciaba su presencia con una inmensa sonrisa, flores, con atuendo colorido. Y, siempre aparecía con una poesía en un bolsillo y caramelos en el otro. Se conocían como a nadie más, incluso cuando no se hablaban se presentían. Su relación era difícil pero llena de encantos, para él, ella era su mayor obra de arte. Él, concebía la muerte como un paso más en la vida, no le temía, y siempre decía: “yo me voy de este mundo como vine, desnudo. Y de un solo golpe.”

Un sábado en la mañana llamó para buscar regalos para mamá, compartieron todo el día, entre risas y chistes. Primera vez en tanto tiempo estaban a gusto, sin pelear y llenos de amor. Pero internamente, ambos sabían que algo pasaba. Luego de caminar y cumplir la misión, de manera repentina, el papá se detuvo en la calle diciendo: “¡hija, me tengo que ir! Se abrazaron, recordándose lo mucho que se amaban. Y, Con 2 enormes sonrisas se dieron la espalda al marcharse; 2 días después llamó para dar una noticia algo loca, tal fue la conversación que duró más de lo usual. Nuevamente se despidieron, con la promesa de verse pronto. Otros días pasaron y el perfume de él la envolvía cada vez más, pero ella no le dio mayor importancia; hasta que llegó la fatídica llamada: “Tenemos tiempo sin ver a tu papá y un olor sale de su apartamento”.

El corazón de ella se heló, perdiendo los sentidos, recogió lo necesario y se fue a confirmar lo que temía, pasando antes por el sitio habitual donde se reunía su padre con los amigos, donde todos dijeron lo mismo “no sabemos de él desde hace días”. Con esa frase, supo lo inevitable. De prisa y sin esperar más, decidió subir hasta donde vivía él, el apartamento de su infancia. Mucha gente a su alrededor tenían cara de susto, otros murmuraban con miradas despectivas. Ella sólo sentía como el frío del miedo recorría su cuerpo, como el dolor de la muerte danzaba alrededor. No pensaba, ni articulaba, cuando una ola de valor la impulsó a subir las escaleras de aquel edificio donde más bonito de su infancia,fueron desplazados para ser el escenario más tormentoso del episodio que cambiaría su vida por completo.

Al llegar a la puerta, el mismo pulso interno la detuvo, como para que viera todo a su alrededor por última vez, podía escuchar los murmullos de las personas abajo, la voz preocupada de su madre, y la brisa que helaba más su corazón; giró las llaves, empujó la puerta y no pudo entrar, al verle los pies sin vida de su papá que yacían cerca de una de las habitaciones y el olor a muerte se esparcía por todo el lugar. Ella sintió un abrazo fuerte mientras su corazón se calentaba y sus sentidos regresaban junto a un grito que salía de sus entrañas: “¡sí está muerto, mi papá murió!” Muchos fueron los otros gritos que vinieron después hasta perder la conciencia. .

Rato después de recuperarse, volvió a acercarse a la escena; ella seguía sin sentido claro, los labios le temblaban, las manos estaban tan frías como el resto del cuerpo, la mente divagaba, no estaba segura si era pesadilla o realidad y el olor a muerte estaba más cerca. Allí, parecía todo un mercado, gente por doquier, ruidos y sirenas. Alguien se le acercó y la ayudó a sentarse. Sentía todas las miradas encima, mientras un policía hacía preguntas de rutina. Al terminar, el celular sonó, era algún familiar preguntando si era cierto, cada vez que respondía: “sí, mi papá murió” todo el cuerpo se le removía. Muchas fueron las horas allí, en distorsión mental, sin saber que pasaba, cuál era el paso siguiente. Uno de los seres más maravillosos de su mundo se había ido para siempre, al menos físicamente. Y, aparentemente sólo quedaba de él ese olor tan característico de un muerto después de 3 días combinado con cloro.

No le fue permitido volver a subir por cuestiones forenses; “El señor murió de un paro cardíaco, al caer se dio un golpe en la cabeza lo que le produjo una contusión, murió de inmediato.” Así le dieron la noticia oficialmente. Intentaba procesar todo, cuando recordó sus palabras: “yo me voy de este mundo como vine, desnudo. Y de un solo golpe”, esbozó una sonrisa y el olor a cítrico con café del perfume de su padre la abordó, poco a poco, como una respuesta de que estaba allí con ella. Comenzaba a recomponerse y digerir todo, cuando pidieron permiso para subir el ataúd y sacar el cuerpo, ahora todo sí era muy real, tanto que dolía corazón en carne viva. Sentía como las frías lágrimas salían descontroladamente, pero del resto, su cabeza estaba en silencio y percibía como se desmayaba lentamente una vez más pero el aroma paternal la sostenía.

“¡Ya lo vamos a bajar!” Gritaron los forenses, todos como locos murmuraban y se movían de un lado a otro, mientras ella divagaba silencio viendo aquella escena, la realidad volvió a aparecer con cada sonido del ataúd bajando por aquellas escaleras, del edificio de su infancia, donde yacía ese hombre, su progenitor, su profesor y gran amigo. Con cada golpe sentía como el corazón latía y saltaba cada vez más fuerte, sin lágrimas ahora, y mucho silencio mental. El olor a cloroformo se hacía más intenso a medida que se acercaba, pero ella no sentía a su padre allí, lo seguía viendo en su ventana esperándola como siempre. Dirigió la mirada hacia arriba, no sabe qué buscaba, hasta que se llevaron el ataúd finalmente y el perfume cítrico con café le volvió a hacer compañía. Desde entonces siempre está con ella, en cada momento crucial ese olor se hace presente de manera intensa, como diciendo: "¡tranquila, estoy contigo, todo va a estar bien! Ella cada día está mejor, tal vez nunca lo supere, pero si sabe que después de todo la muerte huele bien, y que aquella noche en la puerta se encontraba sola, nadie pudo haberla abrazado.