La dualidad univoca de nuestro terceto amor. Una reflexión dantesca de nuestro amor.

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Soñé. Desperté. Pensé. Café. Miré. Amé. Redacté.

Soñé que te pedía una oportunidad para que viviéramos en una mentira para amarnos intensamente y después me mandaras al diablo. Al ser mi sueño, fue posible que se realizara dicho anhelo freudiano. “Vivimos felices para siempre”. Se iba concretando nuestro amor en la mentira. ¡Qué bello es soñar! Nos amamos con tanta pasión que se nos olvidó. Después dócilmente regresé al purgatorio.

Desperté con una sonrisa en mi demacrado rostro por los constantes desvelos. Hasta me sentí por enésima vez infeliz. No estabas a mi lado y sin embargo fuimos felices en una mentira dentro de mi sueño. Una falacia amorosa. Empecé a vivir como un alma en pena. Cuando muera despertaré de esta mentira real escapando de este cuerpo-sueño.

Pensé que la vida era igual de patética que mis sueños. Quise escapar de ello. Por eso es que me dedico a escribir, para evadir esa realidad-sueño y escapar del purgatorio, a eso que le llaman vida. Invento historias. Solo que no pude lograr mi objetivo, mis historias son igual o peor de patéticas que mi vida y mis sueños. La dualidad de la vida es un engaño univoco.

Café bebible que mojan mis labios como esos besos que jamás nos hemos dado ni en vida ni en sueños, porque eso sí, hasta en ellos soy un cobarde o romántico perdedor. Por eso los cambio por esos tercetos amorosos que ya pocos leen en este mundo. En mis sueños soy un célebre poeta y tú una escurridiza lectora. No te gusta la poesía.

Miré tu rostro una vez que nos encontramos. Si, en este mundo despierto que me parece falaz. Conversamos como ahora se hace, de manera trivial. Como si realmente no nos interesara el otro. Te miro de manera escurridiza a los ojos y no te percatas de ello. Supieras que es tan genuina tu mirada. Dicen que es la ventana del amor. Yo creo que como todo, es una mentira. Miré tus ojos y no hay amor.

Amé de todos modos a tu indiferencia. Hablo en pasado porque me he rendido. Más que no querer nada de ti, quiero todo. Hablo en pasado porque sé que en esta vida no será así, no viviremos un hermoso amor. Tengo la esperanza de que una vez que reencarnemos en otros cuerpos nos reconozcamos y descubramos que tendremos una segunda oportunidad para amarnos.

Redacté esta carta en mi diario para que quede registro de mis complejas ideas. Y todo ¿para qué? No leerás estas palabras de dolor que dicen que es amor. Pasará con esto con lo que soñé: te mandé una carta en blanco con la noble intención de que lo interpretaras como la idea de que escribieras nuestro destino amoroso y tú, tan práctica, lo que hiciste fue encender la chimenea con esa hoja en blanco.