Curso irreverente de cómo ser un escritor a partir de los pecados capitales. Lección 2: canalizar la lujuria ante la musa.

in #spanish7 years ago (edited)

lujuria musa.jpg

Fuente de la imagen.

Continuemos con la serie de lecciones que en días pasados inicié. En este texto en particular, según mi secuencia numérica, es la número dos. Y a propósito de ese número que representa en su contenido a un par de…, lo que se quiera señalar; hablemos en este caso, de una pareja de personas. Esto nos permitirá, hacer referencia a la lujuria.

Como sabemos, la lujuria es parte de los siete pecados capitales. Esta, como el resto de los pecados, lleva al escritor a una serie de efectos tanto positivos como negativos. Estos corresponden a individualidades. Se me ocurre, para efectos de este artículo que, desde el punto de vista positivo, estimula el proceso de escritura.

Ahora bien, desde el punto de vista negativo, trae como efecto un estado de distracción latente. Desnudemos poco a poco esas ideas derramando la tinta de la lujuria en estas hojas vírgenes. De paso demos la oportunidad de oler esas palabras carnales que rebasan el libre pensamiento.

Acariciemos las palabras impresas en las hojas con ese pulso nervioso de la mano que se apura para que no se le vaya la musa y, una vez más, este hipotético escritor, de nuevo se encuentre solo. Retomemos el curso del análisis. Desde el punto de vista positivo, el escritor que se encuentra atraído e inmerso en la lujuria, da lo mejor de sí.

Eso es así, por las pretensiones de cortejo y/o seducción hacia la musa que de manera incierta se le aparece. Intenta siempre, el escritor, poseer a la musa y, sin embargo, le resulta ella misma, escurridiza. Le queda solamente al escritor el llanto de su nostalgia y la posibilidad de que lo escrito frente a la musa sea digno de leer.

La parte negativa de todo esto, está íntimamente relacionado con la distracción recurrente a la cual cae todo escritor, de manera fácil. Cuando la musa hace acto de presencia, el escritor invadido por la lujuria, solo pretende estar con ella, observarla como un principiante voyerista olvidando a veces escribir.

No pone en las hojas blancas lo que le susurra la musa, se distrae el escritor viendo y anhelando esos labios. Lo mismo sucede con el resto de su aparente corporeidad. La musa se torna escurridiza. El escritor tartamudea en su acto de escritura. Pareciera que en las hojas blancas, más que palabras se refleja el ritmo cardiaco.

La lujuria, no es buena ni mala. Es un pecado, sí. Más en el ser humano está el libre albedrío. Al escritor no debiera preocuparle ni sentirse responsable de lo que Adán y Eva hicieron al morder la manzana. Además, en el caso particular de mi persona, que aspira a ser escritor, no le gusta este fruto. No comeré de él.

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Muy bueno y divertido análisis :) Saludos, Abner.

Es la idea. Además, entre otras cosas, la ironía y el sarcasmo son elementos claves de un escritor.

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