El Zángano XII


Ilustración




El zángano es una serie de relatos basados en la mítica leyenda urbana del Estado de Mérida, Venezuela, sobre un brujo que absorbe la vitalidad de sus víctimas hasta arrastrarlas al umbral de la muerte.

Relatos anteriores:

I. Judith
II. Judith (continuación)
III. María
IV. Alicia
V. Alicia (continuación)
VI. Matilda
VII. Matilda (continuación)
VIII. Raquel
IX. Betsabé
X. Betsabé (continuación)
XI. Amanda



Obras originales realizadas por mí



Amanda (continuación)

 
A partir de ese día, los días posteriores se convirtieron en medianoche y la luz solo brillaba por su ausencia. La sombra perversa que cubrió a Nadari alejó para siempre al sol, dejando al pueblo a merced de las tinieblas, y es que el odio de Candela era ahora su razón, manipulando desde ese momento hasta su fin las acciones que culminarían la eminente extinción.

Amanda, su sobrina, enamorada de un galante hombre de otro pueblo, jamás imaginó el terrible sortilegio que su tía había desatado sobre ella. La vida transcurría con normalidad, cuando de pronto, aquellas alas impías cubrieron el cielo y se tragaron a las nubes. El miedo comenzó a deambular con sotana vaporosa por las calles de Nadari, una tormenta, furiosa, jamás vista en aquella región rural y tranquila, empezó a desatarse con fuerza sobre las sabanas, los arboles flojos, las casas y sobre el pecho trémulo de las personas.

El odio de Candela finiquitó con éxito, sin saber, que aquél mal que había traído a los incautos habitantes de Nadari, repercutió hasta finalizar con la vida que lo caracterizaba. Pasaron los días y el calvario comenzó, pero Amanda y Roberto aún no habían sufrido las consecuencias de la venganza, al contrario, una aparente bendición había llegado a sus vidas, en un momento para nada favorable. Amanda quedó embarazada de Roberto, la sorpresa no fue para nada inapropiada e imprudente para ambos, sino al contrario, atiborró de alegría a la joven pareja, y tras saber esto, Roberto le propuso matrimonio a la bella Amanda y llevarla lejos de los confines de Nadari.

Tal propuesta, activó el deseo de Amanda de huir y dejar su hogar, ya que desde adolescente siempre había querido conocer más allá de los límites de aquella alejada región, pero Roberto quería hacerlo oficial, quería que su madre y su tía se enteraran de su unión, y del fruto del amor de ambos que crecía en las entrañas de Amanda. Ella aceptó, pero no muy convencida con aquello, ya que no había preocupación por su madre, porque sabía, que se pondría feliz, el problema estaba con su severa y amargada tía, que espanta a la gente como si guardara un resentimiento incontenible hacia toda la humanidad.

Se prepararon un día y se dirigieron juntos hacia la finca de los Montesinos, para hacer oficial su noviazgo, sus futuras nupcias y el hijo que con tanta alegría esperaban. Mientras tanto, algo perturbador e insólito ocurría en Nadari, las mujeres jóvenes del pueblo comenzaban a sentir desde hace días que algo no estaba bien con ellas; sentían constantes mareos, fatigas, dolores en el vientre y un cambio inusitado en sus hormonas, fue después, que se dieron cuenta que estaban en cinta, todas al mismo tiempo. La novedad no solo causó asombro entre los habitantes de Nadari, sino que también horror, desprecio empañado de malos entendidos y tristeza, puesto que parte de ellas jamás había experimentado la unión pasional con otro hombre. Nadari se sumergió en la incertidumbre, en la sospecha, en la intolerancia y la desgracia, pero aun así, entre tantos factores negativos, las mujeres, no muy convencidas, decidieron continuar con aquello que fue tan inesperado como un vendaval.



Amanda y Roberto se presentaron finalmente juntos en la finca de los Montesinos, tomados de las manos esperando hasta la peor reacción de aquellas dos hermanas, especialmente de Candela, quien ni en mil vidas aprobaría tal unión. Amelia fue la primera en reaccionar, y como era de esperarse, lo tomó muy bien, ya había escuchado anteriormente rumores sobre aquel muchacho, y para su criterio, era un buen hombre trabajador y con visión de futuro, perfecto para su pequeño ángel. El temor en cuestión de la joven pareja, radicaba en la reacción de Caldera, la cual, para sorpresa de ambos, tomó las cosas de una manera inesperadamente afable. Aquella actitud había dejado sorprendidos a todos, y Candela para celebrar, ofreció un almuerzo y una gran cena, incluso, les ofreció un lugar en su tierra para ellos construir su casa y poder desenvolver su matrimonio libremente con su hijo.

Amanda aún no podía creerlo, y Amelia aún menos, sin embargo se sintieron felices de que Candela tomara las cosas así, y ese mismo día, planificaron los preparativos de la boda.

Los meses fueron pasando y las cosas parecían marchar con aparente normalidad. La ya casada pareja vivía en un modesto rancho, en las tierras de la finca de los Montesinos, aquello solo era temporal, puesto que sus planes eran irse lejos de allí una vez que haya nacido su hijo. Candela tomaba las cosas con calma, creía fervientemente en las terribles influencias que tenía en el otro lado. Su locura se encontraba detrás de una máscara de tolerancia y pasividad, esperando pacientemente al verdugo del sufrimiento que con conjuros malditos invocó. Todo ese tiempo se quedó allí, fingiendo ser otra persona.

En Nadari las cosas parecían ir transcurriendo con normalidad también, las personas ya habían asimilado el inesperado embarazo de las jóvenes del pueblo, incluso ya no les sorprendía de que todas se hubieran colocado en cinta al mismo tiempo. Aún estaba arraigado el pensamiento supersticioso de que todo había sido por causa de una “brujería”, pero solo eran ideas que esgrimían con pánico los más ancianos del pueblo. Sin embargo, había algo que era digno de recalcar, el embarazo de las mujeres del pueblo transcurría con normalidad, con los meses de crecimiento y gestación que se requerían para llegar a tener un parto seguro, pero el embarazo de Amanda, se desarrollaba con más rapidez, tanto así, que a los seis meses su barriga ya parecía de nueve meses ya, cosa que dejó impactada y confundida a la gente, ya que aquello no concordaba con los días en que se decía que ellos tuvieron encuentros secretos y románticos, de cualquier forma, esto tampoco afectó a la joven pareja, ya que el estado de salud de Amanda y el niño se encontraba en perfectas condiciones.



Finalmente, llegó el día del nacimiento, bastante prematuro según la opinión de las personas, pero todo parecía transcurrir con normalidad. Roberto ansioso de la llegada de su hijo, al igual que Amelia y Candela, la cual, no estaba presente en el parto. Después de horas de labor y de inagotable sufrimiento, por fin comenzó a culminar aquella proeza, pero, al observar al pequeño engendro, los presentes quedaron en completo estupor, y a Amelia se le desbordaron las lágrimas por lo que sus ojos veían. Aquella criatura que nació esa tarde, no era un bebé humano, parecía más bien, un ser salido del mismo averno. Sus piernas y brazos larguiruchos y delgados parecían de un ave rapaz, su cabeza tenía una forma ovoide más grande que su pequeño cuerpo y humanamente imposible para un niño recién nacido. Toda su apariencia aberrante causó repulsión a los presentes, y al ser presentado a su madre, ésta exhaló gritos de horror tan fuertes que se escucharon hasta más allá de los límites de la finca. Candela, desde el cobijo de su habitación, escuchaba los alaridos de su sobrina, y se satisfizo cruelmente soltando carcajadas de locura por el mal que había cometido.

La noticia del nacimiento del hijo de Amanda llegó a los oídos del pueblo, y las jóvenes al escuchar sobre el aspecto que tenía tal criatura se espantaron, y relacionaron aquello con sus repentinos embarazos. Se cundió el pánico en Nadari y se convirtió en demencia, las mujeres comenzaron a interrumpir sus embarazos con desesperación dominadas por el miedo, provocándose abortos, en algunos casos hasta mortales, plagando las calles de aquel pequeño pueblo de ríos de sangre de aquellos que no nacieron, no hubo niños en Nadari de nuevo ni embarazos nuevos siquiera.

Tal horrible tragedia fue la causa de la deserción del pueblo, disminuyendo a la población y alterando el estado mental de todos aquellos que huyeron y presenciaron la terrible masacre. El hijo de Amanda y Roberto murió días después de haber nacido, su padre cayó enajenado desde entonces y Amelia quedó muy afectada, tal impacto la enfermó gravemente y nunca se pudo recuperar. Amanda también feneció, a pocas horas de haber nacido su hijo, fue visitada no por el ángel de la muerte, sino por una criatura espectral y perversa, a quien vio sorprendida de que su aspecto, era similar al engendro que había nacido de sus entrañas.





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