El Zángano XI

in #steempress5 years ago (edited)


Ilustración



El zángano es una serie de relatos basados en la mítica leyenda urbana del Estado de Mérida, Venezuela, sobre un brujo que absorbe la vitalidad de sus víctimas hasta arrastrarlas al umbral de la muerte.

Relatos anteriores:

I. Judith
II. Judith (continuación)
III. María
IV. Alicia
V. Alicia (continuación)
VI. Matilda
VII. Matilda (continuación)
VIII. Raquel
IX. Betsabé
X. Betsabé (continuación)



Obras originales realizadas por mí




Amanda

 
La finca de los Montesinos, ubicada en los alejados límites de Nadari, un pueblo agrícola de minúscula población, su densidad no llega a los cien habitantes, y hoy en día, predomina la gente mayor, puesto que los niños en este lugar jamás nacieron a causa de un mal augurio, que amenazó abominable a drenar la vida de sus mujeres, y éstas cayeron ante el crudo suceso, cometiendo actos terribles que atentaron contra sus almas. Tales asesinas, acabaron con la vida que crecía en sus vientres, arrancando los fetos de sus entrañas abruptamente.

Ese día la gente lo llamó «El día de las lágrimas rojas», y nadie pudo superar desde entonces ser testigos de aquellos imperdonables actos cometidos. Los hombres jóvenes, padres de aquellas vidas interrumpidas, huyeron a causa del horror, dejando a sus mujeres morir por el dolor. Y todo aquello sucedió por la influencia de un visitante, que solo buscaba el alma de una incauta, una joven enamorada de la libertad, con ilusiones de huir y conocer el mundo más allá de Nadari. Amanda era hija de Amelia Montesinos y sobrina de Candela Montesinos, las únicas mujeres solas del pueblo.

Amelia era viuda, mientras que Candela nunca se casó, vivió bajo la sombra de su belleza, y con la envidia que le tenía a su hermana por ella si haber conocido el amor. La detestaba, y a su sobrina también, pero no quería alejarse de ellas, puesto que temía quedarse sola. Amanda no era para nada parecida a su severa tía, ni a su afligida madre; su personalidad radicaba en la alegría, en la aventura, siempre desbordando energías. Cuentan los más ancianos que la joven adquirió la belleza gracias a su padre. Su cabello rojo cual carmesí, sus ojos amarillos como el alba del amanecer, su piel blanca y lisa como el mármol. Su rostro ovalado de perfecta simetría, portaba unos labios finos y rosados, y con orgullo más arriba de estos, se pronunciaba una nariz fina y pequeña, haciendo juego con la estructura de su mirada, y es que Amanda cautivaba con su belleza a hombres fieros y galantes, sin embargo, no caía con facilidad a los juegos del amor, puesto que su alma salvaje buscaba con ilusión vida en otro sitio, lejos de su lugar natal.

Las Montesinos representaban a una de las familias más extrañas de aquella región, su historia llena de tragedias perturbadoras era tema de conversación de las personas, agregándoles ironías y paradigmas fantásticos para hacerlas más interesante. Se contaba que el padre de Amanda era él una vez sacerdote del pueblo, quien sostenía una relación amorosa con Amelia, y en una de tantas noches de pasión que tuvieron, Amelia quedó embarazada y el padre al saber la noticia, huyó del pueblo con rapidez, sin dejar rastros sobre su paradero. Candela usó tal culpa para controlar a su hermana, y gracias a eso, la mantuvo a su lado encadenándola con el dolor de su corazón herido. Candela a pesar de ser la más hermosa de ambas, jamás tuvo un romance siquiera, era una mujer muy extraña, y ningún hombre se atrevía a acercársele.

Candela no permitía la llegada de extraños a los límites de su finca, era como si todo el mundo fuese una amenaza invasora para ella, mantenía siempre un arma cerca de ella, y por esta otra razón, nadie las visitaba. Amelia era de una personalidad más dócil, trastornada pero aun así más amable que su cruel hermana. Constantemente tejía sola en su habitación mientras el tiempo pasaba hasta llegar la noche. Miraba por la ventana, hacia el horizonte, recordando los últimos vestigios de su juventud, los cuales cada día, recordaba con menos satisfacción y más con melancolía.

La raza de los Montesinos parecía que iba a llegar a su fin, las personas que las conocían creían estar en presencia de su último linaje, ese pensamiento duró, hasta la llegada del joven Roberto Sandoval, un ex capataz de hacienda, que había llegado a Nadari buscando empleo y cobijo para subsistir. A pesar de sus bruscos modales, el muchacho denotaba simpatía, atractivo y galantería, y no pasó mucho tiempo antes de que estas cualidades domaran el alma salvaje de la joven Amanda. Encontraron el amor en ellos y tuvieron un romance secreto, ya que Amanda le temía más a su tía que a los comentarios de las personas. El amor secreto de Amanda y Roberto, se convirtió en un rumor que inundó al pueblo, y como sabemos, los rumores son más rápidos que el viento, o las aguas de un caudal, dicho rumor, no tardó mucho en llegar a la finca de los Montesinos.

Candela, al enterarse de la aberrante noticia, emanó de ella un infierno que voló hacia el cielo, y escupió maldiciones que encendieron con ira las paredes de la gran casa. Amelia aún no sabía nada sobre aquello, y su hermana lo ocultó, puesto que estaba segura que eso le causaría alegría a su solitaria hermana. Pero Candela también guardaba otro secreto, uno que ni su hermana sabía. Candela era diestra en el arte de la brujería y la invocación de espectros de mundos alternos, tanto fue su resentimiento que decidió emplear sus prácticas de hechicería antigua para invocar a la peor entidad de todas, el cual, fue llamado por los predecesores «El terror de las mujeres».

Aquel ser provenía de una maldición inquebrantable, la cual no se podía esfumar hasta que la maldecida, después de pasar por un calvario terrible, sucumba a la muerte al final. Se dice que es uno de los peores maleficios que se le puede lanzar a una persona, y Candela, estaba dispuesta a acabar con su familia solo para vengarse de su sobrina.

El lugar estuvo profanado y sellado para siempre, una sombra con aspecto de ave carroñera y hombre moribundo comenzó a cubrir Nadari. Ese día, las personas corrían a sus casas asustadas, y las ancianas sostenían sus rosarios y crucifijos con fuerza, mientras rezaban sus plegarias con intensidad por medio de voces trémulas y quebradas. Ese día, fue cuando todo comenzó, el inicio de una tempestad imposible de evadir.

Continuará...






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excelente! me gustó bastante! saludos

Gracias por leerme @nahupuku me complace que te haya gustado. Saludos.

de nada :D ;) igualmente

Saludos @universoperdido. Hay un universo de letras para alimentarse en tu blog. Es bastante interesante. Felicitaciones, estaré atenta a tus publicaciones

Gracias amiga, espero que sigas disfrutando de mis letras como lo has hecho hoy. Saludos @syllem

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