El extraño [Un cuento inconcluso]

Hubo una mujer que se perdió en un bosque cerca de su hogar. Abatida por penas que le hicieron invocar a la misma muerte. Caminó sin rumbo, hasta que una figura negra y vaporea emanó del suelo frente a ella y esta le habló con voz ronca e imponente:

—¿Por qué deseas en vano acudir a los Antiguos si ellos no desean nada de ti aún? —Dijo aquella entidad tan fantástica como temible.

Ella replicó después de unos segundos impresionada, no podía creer que tal ser fuera posible, sin embargo, exhaló sus palabras con llanto.

—Disculpe usted señor de las sombras—contestó ella— pero mi petición no es una ofrenda inútil, estoy dispuesta a caer en el reposo eterno puesto que mi vida en este punto ya no tiene rumbo fijo.

—¿Y qué hay de tus hijos? —Contestó el desconocido.

—Se han apartado de mi amor, ya no quieren saber de mí.

—¿Y qué hay de tu marido al que has profesado el más sincero amor?

—Busca en secreto la pasión en un cuerpo más vivo y cálido.

—¿Qué hay de tus hermanos, tus padres y todos tus otros seres queridos?

—Mis padres están muertos, a mis hermanos ya no los veo y a mis otros seres queridos los he sepultado en el pasado.

El extraño ente con forma de humo negro, reflexionó por un rato ante la situación de la afligida mujer, para al final, exponer la verdad que en las profundidades de su alma se encontraba.

—He de contenerte abruptamente porque no creo que tus palabras sean del todo sinceras, soy un genio de las verdades y en mi naturaleza puedo detectar la mentira, y por esto, que sé no eres del todo sincera.

»Existe un recuerdo que niegas con toda la fibra de tu ser, y lo peor de todo, es que lo sabes y no me lo quieres decir. Se trata del amor que consumaste con pasión hace ya algún tiempo y con él esperas volverte a reunir. No pides la muerte por causa de todo aquello que te rodea, sino por el pasado que reniegas volver a encontrar.

La mujer quedó fría y no supo que responder ante semejante aseveración. Agachó su cabeza avergonzada y con las manos trémulas, pero un sentimiento de esperanza comenzó a surgir.

—Espera cuatro días y en la cuarta noche, observa tu ventana desde la alcoba. Espera que la luna te sonría y que el silbido del viento te mueva con su armonía; esas serán las señales, las que marcarán la partida de un nuevo encuentro y su definición.

Ilustración

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