Los bombones - Relato

in #steempress6 years ago (edited)

 

Doña Carmen, la dueña de la panadería, es una mujer de unos cincuenta y pico años aproximadamente, estatura mediana y melena gris que le llega hasta los hombros, heredó el negocio de su padre pero no tiene ni idea de cómo funciona y tampoco deseaba aprender. Es una mujer bastante extraña, parece disfrutar de las desgracias ajenas, cada vez que le cuentan algo trágico o considerado negativo se le dibuja una sonrisa en su cara, y no hace ningún esfuerzo en disimularla. Las opiniones o críticas de los demás lejos de molestarla, la divierten.

     Todos los días en la panadería son iguales, doña Carmen con su extraño sentido del humor me reclama que yo busco excusas para no hacer mi trabajo (cosa que es cierta). Sobre la vitrina se exponen los distintos tipos de pan, que aunque viejos y duros siempre se venden bajo la promesa de que son del día. Don Emilio, un señor calvo de unos 53 años aproximadamente, siempre va y se sienta ocupando la misma silla de la esquina, jamás compra nada y ni siquiera un café se toma. Creo que a doña Carmen no le importa porque se entretiene hablando con él sobre todas las personas de la comunidad.

     Isabel es la encargada del área de la charcutería, ella llega siempre sin saludar y se sitúa detrás del mostrador mientras Karina la cajera, sonríe a todos y te saluda demasiadas veces, creo que cada vez que te ve. Karina es extremadamente delgada mientras que Isabel es extremadamente gorda. La sonrisa de Karina no parece natural, da la impresión de que es una sonrisa nerviosa, como si siempre estuviera asustada, sus extraños hombros echados hacia adelante la hacen ver aun más temerosa y su forma de hablar apresurada la hace lucir como una persona ansiosa.

     Isabel es una persona de pocas palabras, o mejor dicho de ninguna. Hay que adivinarle los gestos y las miradas, al principio era algo molesto pero con el tiempo todos nos acostumbramos a no comprenderla o tal vez a ignorarla.

Ese día no fue diferente a otros, por lo menos no al comienzo, todos en nuestros respectivos puestos, hablábamos pistoladas como siempre:

Yo lo que digo es que todos los vecinos deberían ponerse de acuerdo para revisarle la casa al vejestorio ese – se quejaba Don Emilio.

Isabel que recién llegaba no comprendía al viejo, y con un gesto con las manos preguntó a doña Carmen de que habla.

El mal olor que se respira, todos creemos que proviene de la casa de Linares – Explicó rápidamente Karina – Ese pobre señor me da tristeza.

     El tema del día era Héctor Linares, un anciano que es acumulador compulsivo, algunas veces lo visita su hija, una mujer bien vestida y de cara de pocos amigos, junto a unos hombres le vacían la casa y todos escuchan el llanto del viejo, que se pone histérico cada vez que le botan algo. Es un espectáculo que los vecinos se reúnen a disfrutar. De resto nadie le presta atención al anciano, pero desde que comenzó a sentirse un olor fétido en la zona, todos comenzaron a quejarse del individuo, los planes eran entrar a su casa a la fuerza y encontrar la fuente del olor nauseabundo.

Tal vez es él quien está muerto- Agregó doña Carmen con cierta esperanza – No se le ha visto más por estos lares. A mí no me ha comprado pan últimamente.

¿Quién va a comprar esa mierda? Será pa' quedar sin dientes – Se quejó Don Emilio mientras miraba fijamente a Katy que entraba al lugar. Una mujer alta, de grandes caderas y voluminosos pechos. Siempre vestía de la misma forma, una blusa descotada que le llegaba al ombligo con unos jeans ajustados, “sin querer” mostraba un hilo naranja fosforescente. Siempre era el mismo hilo. Ella tampoco solía comprar pero siempre iba a la panadería como Don Emilio.

Quiero comprar algo pero que sea realmente ligero porque me siento demasiado gorda, necesito bajar unos cuantos kilos ¿Ustedes me ven gorda?– Nos preguntó Katy tocando su cuerpo como gata en celo, mostrándome sus curvas. Isabel y yo, que somos unas gordas de mierda, con celulitis hasta en los codos, nos intercambiamos miradas y debo decir que jamás en mi vida había sido tan claro su mensaje: ella quería matarla.

Ay, no diga eso señora Carmen, Dios quiera no esté muerto – dijo apresuradamente Karina con temblorosa - Seguro tiene un animal muerto, tal vez su perro y siendo tan anciano ni fuerzas tendrá de enterrarlo.

¿Hablan del señor Linares? Ay, a ese señor lo deberían sacar de aquí, es horrible que los demás tengamos que calarnos su olor, ¡Maten a ese viejo! – terminó por unirse a la conversación Katy.

     Muy pronto llegó Karla, sonriente y calmada. Era extraño verla tan bonita y agradable, no porque fuese fea, es una mujer extremadamente bella. Pero bastante insegura, siempre andaba vigilando a su esposo Luis, preocupada por si estaba con otras mujeres. Cada vez que Luis iba a la panadería y se entretenía un poco con los chismes del lugar, aparecía Karla de la nada, con los ojos hinchados de tanto llorar y un rostro angustiado. Parecía que le tenía cronometrada cada actividad a su esposo. Karla me caía mal si les soy sincera, odiaba que una mujer tan bonita fuese tan insegura, que le otorgara tanta importancia a su pareja que de paso era un hombre exageradamente feo. Últimamente era ella la iba a la panadería y ya no se le veía llorando ni histérica. Tal vez porque ya había logrado dominar por completo la vida de Luis y este no salía a ningún lado sin su compañía.


Fuente

Karla pidió cinco bombones ese día, Katy siguió pavoneándose por el lugar, don Emilio descansó un poco su mirada retirándola del cuerpo de Katy, y sin pelos en la lengua preguntó por Luis.

Mujer ¿Qué hiciste con ese pobre hombre que ya nadie lo ve? Lo tienes sometido, lo único que te falta es ponerle la correíta esa, la que usan los perros, cómprela de una vez antes de que se le escape – Terminó de hablar y regresó su mirada al trasero de Katy, que se movía de un lado a otro.

No está sometido, está muy feliz en casa, tan feliz que prefiere no salir – Explicó Karla sonriente pero con un tono duro –No se va a escapar porque no está en una cárcel. Me está esperando con alegría, tal vez si usted pasara menos tiempo hablando de los demás pudiera conseguir a alguien que lo quiera tanto.

Don Emilio no respondió, estaba entretenido dándole piropos a Katy, Karla pagó los bombones y le comentó a Karina antes de salir: A él le encantan los bombones.

Al salir Karla, doña Carmen dio un fuerte golpe al mostrador- Si no vas a comprar nada no me ocupes las sillas, ¡hay gente esperando! – Se quejó por primera vez del señor Emilio.

Ah, pues, ¿y a ti que mosquito te picó vieja loca? – se recostó Don Emilio en la pared y colocó sus pies en otra silla, sonriendo con picardía.

Isabel ¿tú le despachaste los bombones? – Preguntó Karina a Isabel, que hace un gesto de igual con los hombros.

La muy pendeja pagó y no se llevo los bombones – mencionó Don Emilio, sacándose un cigarro del bolsillo de la camisa.

Isabel metió cinco bombones en una bolsa y me los ofreció, yo en seguida negué con las manos, pero doña Carmen le arrebató la bolsa a Isabel y me la puso en las manos.

Vaya mamita, no se haga la pendeja, y se apura que necesito enviarle bombones también a Juancho – me dijo con voz autoritaria y luego en el mismo tono le reclamó a Don Emilio que se fumaba un cigarro- ¿es que te volviste loco? !Apaga eso !

     Tomé la bolsa de mal humor e hice un esfuerzo para salir de la panadería sin decir ni una sola palabra, sentía mi cara arder del enojo, ¿Por qué no podía pedir las cosas de buena manera? Bueno en realidad, así me lo hubiese pedido con piropos me hubiese molestado. Si mi cuerpo no es suficiente evidencia, se los aclaro: odio caminar.

     Llegando a la casa de Karla, el olor fétido empeoraba, recordé que el viejito Linares vivía justo al frente su casa. El fuerte olor no solo me daba nauseas comenzaba a darme un fuerte dolor de cabeza, llegué a la casa de Karla y no aguanté la curiosidad, miré al frente, la casa del señor Linares. El viejito estaba sentado en una mecedora con un trapo en su cara, y estaba rodeado de basura, diferentes tipos de objetos aglomerados en pilas. Me asustó verlo mirarme atentamente, se percataría que observaba su casa.

     Retiré mi mirada rápidamente y comencé a llamar a Karla, volví a ver hacia la casa del señor Héctor y me di cuenta que no solo me miraba sino que se había levantado de la mecedora y había dado algunos pasos hacia adelante, aunque es un señor bastante mayor me parecía aterrador su interés en mi, así que abrí la reja de la casa de Karla y Luis. Luego procedí a abrir la puerta principal, entré sin pensarlo, agradeciendo que no estuviera bajo llave. Apenas entré solté los panes y me vine en vomito, el hedor reinaba por todo el lugar. Conducida por una morbosa curiosidad caminé por el pasillo, encontrando la puerta de una habitación abierta, se podía ver el cadáver de Luis en la cama. Estaba impactada, no sabía que pensar y ni hacer, solo quería salir corriendo de allí, sentía mis manos dormirse y mis piernas dolerme, de hecho todo mi cuerpo dolía de miedo. Pensé que me moría de un infarto porque mi pecho comenzó a dolerme horriblemente del lado izquierdo, luego intenté salir de allí rápidamente antes de ser vista.

     Al correr por el pasillo tropecé con una mesita tumbando una serie de adornos de vidrio que cayeron al piso conmigo. Tontamente comencé a ordenarlos. Imagino que Karla escuchó el ruido porque apareció de repente detrás de mí.

¿Qué haces aquí? ¿Viniste a verlo pensando que yo no estaba? ¿Crees puedes venir y revolcarte con él y salirte con la tuya? – comenzó a llorar Karla, su voz era débil y temblorosa pero aun así me inspiraba mucho miedo.

Me puse de pie rápidamente y no dejaba de repetirme mentalmente que yo era grande y fuerte mientras ella era flaquita y debilucha. El terror que sentía me hizo incluso pensar que podía estrangularla fácilmente con mis manos y no podría quitarse mis grandes y pesados brazos de encima, pensé también en sacarle los ojos con los dedos si se me acercaba. Comparando su cuerpo con el mío me comencé a tranquilizar, yo no era flaquita como Luis, podría noquearla de un solo golpe.

¿No te da vergüenza destruir un matrimonio de esa manera? ¿Por qué vienes a insinuarte a mi esposo? – siguió llorando Karla y yo pensé que lo mejor era retirarme de allí, ella estaba loca pero no parecía tener la intención de lastimarme. Y allí fue cuando cometí el error de darle la espalda para irme, todo fue tan rápido, ni siquiera entendí de donde había sacado un cuchillo, solo recuerdo el frío acero entrando en mi espalda, caí al suelo adolorida y pensé que ese sería el momento de mi muerte, me sentía mareada e indefensa. Estaba esperando más cuchillazos cuando vi al anciano Héctor forcejear con Karla para quitarle el cuchillo, y eso fue lo último que recuerdo con claridad, tengo algunas imágenes borrosas de cuando me sacaban de la casa, no sé si lo imaginé o si fue real que los paramédicos tuvieron problemas en montarme en la camilla, también recuerdo a todos los vecinos asomados y a doña Carmen con una gran sonrisa, verme y decirme: Mamita, si no querías hacer el mandado me hubieses dicho, no tenías que hacerte acuchillar para no entregar más bombones.

 

 


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Excelente relato mi estimada amiga Nakary!! un fuerte abrazo desde Chile!!!

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