UNA FOTO SEMANAL, EN DOMINGO. GOLFEADOS.

Había una vez un pequeño pueblo llamado Petare, en Venezuela, de gente trabajadora y especialmente amantes del buen comer. Ellos idearon un dulce que los llevó a tener fama en todo el país, lo llamaron Golfeado o Golfiao. Lo realizaban con harina, melado, queso y llego a ser tan popular que cuentan que al tocar apenas a la entrada del pueblo el aroma del postre te sacudía las entrañas. Él curioso nombre lo tomaron de un insecto de los cafetales, al cual le gustaba enrollarse sobre sí mismo y en una ocasión un pueblerino dijo que se le asemejaba y allí los bautizó.

Pero el pueblo se fue despoblando y fueron migrando sus habitantes, y por muchos años desapareció el Golfeado del escenario gastronómico del país. Un día de un pasado no muy lejano, los venezolanos volvieron la mirada a sus orígenes, a rescatar sus sabores y salió de nuevo el ancestro postre, esta vez mejorado o condimentado de diferente manera, pero se ha salvado el Golfeado. Colorín colorado este cuento ha terminado.