La unión los hacía más fuertes. De eso no había dudas pero la decepción se hizo aparente cuando empezó a enfermar su familia. Conformada por su padre y su hermano, quienes asistían sin dudar a cada misa y oraban en cada comida; la fe parecía esparcirse en llantos de súplicas y dolor.

No pasó mucho tiempo hasta que su querido hermano no pudo soportar los males de esa época y dio un paso al más allá. Siquiera pudo despedirlo que luego de esa gran caída vendría otra. La de su padre a quién su cuerpo empezaba a responder menos, ya no podía con su alma hasta su deceso.

Entendió que le habían dado la espalda, que la habían traicionado, que le habían hecho el mal más doloroso de sentir, la pérdida de sus seres queridos. Ese fue el pie inicial para recorrer el camino de la oscuridad. Tras haber caído en lo más profundo de su ser dejaría de ver esa luz que lo guiaba.

Su alma comenzó a verse como la penumbra, con un rastro de luz de salvación pero ofuscada por la oscuridad de la perdición. La decisión estaba tomada, transitar el camino del mal.