Moira y Haakon

in #spanish5 years ago

-¿No crees que esto ella lo debe de saber?

-Lo sabrá a su debido tiempo. Por ahora prefiero dejar las cosas así.

-¿Y cuándo será su "debido tiempo"? Bob, ella debe saberlo. Necesita saberlo.

Robert Lovelace desvió la mirada.

Aunque daba por sentado que James Harlowe Senior supiera algo al respecto, existía la probabilidad de que el secreto del viejo John Harlowe no sea del conocimiento de los demás miembros de la familia. Aquello le sorprendía, pues John Harlowe no era amigo de los secretos. Si lo pensaba bien, era probable que la adopción de Clarissa haya sido una suerte de acto de piedad hacia la huérfana y no hacia Charlotte, la madre adoptiva.

Según Joe Lehman le había informado, Charlotte nunca había gozado de la simpatía del viejo patriarca de la familia, aunque éste nunca demostró públicamente semejante sentimiento. Quizás se debiera a la proclividad de Charlotte a entristecerse o quizás no quería amargarle más la vida de su hijo menor luego del fracaso de su compromiso con Moira Fairchild, la madre natural de Clarissa y nordekai de Haakon.

Aquél era un vampiro, miembro de una de las familias vampíricas más antiguas de Europa. Era el hijo de Harald Cabellos Hermosos, el patriarca más despiadado de aquella familia, a quien Lovelace asesinó hace unos 10 años en un duelo. Su muerte le permitió a Haakon en cierto modo liberarse de su jaula de oro por un tiempo breve, el suficiente para encontrar y conocer a su nordekai, amarle y engendrar descendencia. 

Recordó que Haakon y Moira eran muy unidos. Su amor le recordaba a aquél que experimentó hace ya unos cuantos siglos en el viejo Jórvik; era como repetir la misma historia, la misma tragedia, excepto que Moira no había muerto en una hoguera con falsas acusaciones de brujería. No, la muerte de Raellia no era nada comparado con la espantosa muerte que Moira enfrentó y la cual Haakon no pudo hacer nada por impedirlo.

El dulce y doloroso recuerdo de aquél amor era una niña pequeña de bucles rubios recién nacida. Un recuerdo que quiso preservar al entregarla a John Harlowe para que la criara como su nieta luego de que Charlotte perdiera a su hija al poco tiempo de nacida. 

-No quiero que sufra fuertes impresiones, John. No ahora que el bebé está por nacer-concluyó.

John Belford, mirándole de reojo, le dijo:

-Creo que no será necesario que esperes a que nazca la criatura, amigo mío. Ella está allá.

Lovelace se volvió hacia la entrada de su despacho. Clarissa efectivamente estaba ahí, en el umbral, con una de sus manos sobre su abultado vientre y la otra sosteniéndose en el marco. En su mirada se encontraba la duda y el desconcierto ante el nuevo conocimiento.

Ella lo presentía, dedujo Lovelace. Ella de algún modo lo sabía... Y pronto lo confirmaría. 

Fuente

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Nota de la autora:

Luego de una semana de inactividad, he vuelto. Esta vez con un relato en donde uso a tres personajes basados en sus homónimos de  la novela Clarissa de Samuel Richardson. Uno de estos personajes aparece en mi novela, de hecho, y lo verán aventurándose en el Londres decimonónico el otro año (si es que logra ver la luz, claro).

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