No se si llamarlo destino, casualidad o consecuencia de mis propias decisiones...

Anduve caminos conocidos, otros, sin conocer y jamas vi nada parecido a lo que me encontré cuando me fui a ciegas, al azar, por un valle que hasta ahora no conozco a nadie que lo haya transitado antes.

"Uno más de tantos", pensé, pero mientras más me adentraba me di cuenta que nada que hubiera visto antes se podía comparar.

¡ERA UNA CIUDAD!, pero no de las que tienen rocas gigantes con luces incandescentes dentro de sí, no, no era de esas donde oscurece y esclarece sin parar. No tenía nada igual a lo que la gente de donde vengo está acostumbrado a ver.

Esta tenia arboles flotantes, flores que volaban por doquier profesándose amor unas a otras. Allí nunca oscurecía y así a nadie le provocaba dormir.

Cuando llovió por primera vez no podía creer lo que estaba viendo, cada gota era de diferente color, subían y bajaban entonando cánticos muy parecidos al sonido de las flautas. Las flores se reían por mi cara de asombro, y yo sin pensarlo tanto, a la ciudad quise hacerla mi amiga.

Feliz cumpleaños
María Alexandra Molina
Te amo