Como un vaso de whisky (Relato).

in #spanish5 years ago (edited)

Es un gusto poderles saludar, colegas de steemit. La emoción me inunda al saber que puedo compartir lo que hago a través de esta plataforma, por lo que no puedo sentirme menos que agradecido.

Hace algún tiempo publicaba en otra plataforma algunos de mis poemas y relatos. Uno de ellos les traigo hoy.

Considero este relato uno de los mejores que he escrito. Del amor al odio solo hay un paso, y la desilusión puede arder en la garganta mucho más que el alcohol. Sin más, les dejaré con el relato. Espero puedan disfrutarlos. Gracias de antemano a todo aquel que me lea.

 Como un vaso de whisky

El humo de cigarrillo se paseaba por la barra. Honestamente siempre me ha causado repulsión el olor que desprende, pero ¿quién me ha mandado a mí a parar en este bar? No me gusta el alcohol, pero aquí se me ve; bebiendo un vaso de whisky escoses. Cada trago deja en mi garganta una áspera sensación de ardor y placer, desapareciendo con cada trago el ardor y dejando a su amena compañera a sus anchas. 

Se escucha retumbar por las paredes una suave canción de Ella Fitzgerald. El ritmo de la canción me hace dar pisotones al suelo, siguiendo el compás de su armoniosa voz. Me termino el cuarto vaso de whisky y pido otro más al cantinero. Con una amable sonrisa se limita a atender mi petición, poniéndome otro vaso en la barra. Lo tomo con algo de recelo y hago que el pecaminoso líquido de unas cuantas vueltas en el vaso mientras lo observo. Yo, una persona que aborrezco tanto el alcohol, ¿qué hago tomándolo ahora? Llevo el vaso hasta mis labios y dejo que el líquido pase sin mucha dificultad por mi garganta. Luego de pegarle un trago más a esto esperaba encontrar la respuesta a mi última pregunta, pero mis esfuerzos fueron en vano. 

Esta canción la conozco; Can't We Be Friends. La voz de Louis Armstrong es totalmente lo opuesto a la de Fitzgerald; es una voz grave, áspera… supongo que ahí está el encanto. 

No sabría identificar lo que hace que mi cabeza empiece a dar vueltas en este momento. Me debato entre dos posibles culpables: El alcohol o el maldito cigarrillo que tiene encendido por lo menos la mitad del bar. ¿Quién sabe? Puede que sea gracias a los dos; no creo que importe demasiado. Le resto importancia al asunto y me pego otro trago más del vaso, suspirando de alivio cuando el líquido baja exitosamente por mi garganta. 

¿A quién deseo engañar? Estoy aquí en busca de un alivio. Al principio creí que el alcohol no haría nada, pero me equivoqué; poco a poco los sucesos que sucedieron esta tarde se van desvaneciendo de mi mente, como hojas arrancadas de una página. De hecho, es verdad: hojas impregnadas de recuerdos dolorosos; arrancadas de mi gran libro llamado: vida. No sabía que podía ser tan filosófico hasta que me eché el último trago, ese solo pensamiento me hace soltar una carcajada. 

-Natalia me pidió que nos diéramos un tiempo –dije. El cantinero me dio una mirada apacible, debe estar acostumbrado a escuchar las penurias de muchos borrachos vagabundos noche tras noche. -¿Puedes creer esa estupidez? ¡Darnos un tiempo! ¿Tiempo para qué? ¿Para que decida si quedarse con Ezequiel o conmigo? ¡Tonterías! –le pegué un gran trago al vaso, importándome bastante poco lo mucho que quemaba en la garganta. Ese dolor era poco comparado a las punzadas que daba mi corazón al palpitar. 

El cantinero era un buen oyente; no hablaba, pero me miraba con especial curiosidad. Sin importarme mucho si le interesaba o no yo seguí desahogándome.

-No me importa ser herido por un amigo, pero por la persona que amas… ¡Es estúpido! ¿No lo crees? –ya me daba igual si estaba hablando solo, el alcohol se estaba convirtiendo en mi suero de la verdad-. Hace unos días los vi besándose… ¡Besándose, hombre! Dudé de mis ojos, más tarde recapitulé el asunto con cabeza fría. “Quizá solo me confundí de personas”… ¡Y un cuerno! Esta tarde viene Natalia y me dice: “Creo que deberíamos darnos un tiempo”. ¡Por supuesto que no me confundí de personas! ¿Qué tan estúpido creen que puedo llegar a ser? –me terminé el vaso entre una mueca agria producida por el whisky, y por el nudo en mi garganta que no quería dejarle bajar. Miré al cantinero, él solo asintió en silencio y me sirvió otro trago-. ¿El amor es algo tan efímero? ¿Qué es el amor? –protesté mientras cerraba los puños con fuerza-. ¿Existe algo que podamos llamar amor? La plasticidad del mundo nos está llevando a la mierda, ¡hemos sido engañados todo este tiempo! ¡El amor no existe! ¡Es simplemente… algo que está, pero que no está! Es un mito. ¡Oh, por Dios! ¡He sido un estúpido al no darme cuenta todo este tiempo! –y me perdí en el placer de la bebida. 

-Mariano… -Natalia estaba frente a mí. Sus verdes ojos estaban fijos en el piso, mientras presionaba sus manos contra su pecho, tratando de hacer que con eso las palabras que estaban atoradas en su garganta saliesen de una vez por todas-. He dicho que debemos darnos un tiempo. 

La sensación de ardor bajó por mi garganta una vez más, pero el cantinero, el humo de cigarrillo, la barra, mi trago; todo eso había desaparecido… o en primer lugar nunca estuvo allí. Sin embargo, el mareo y la sensación amarga que recorría mi garganta sí que eran reales. 

Me despedí de Natalia con una sonrisa. Esa sonrisa era dolorosa; taladraba mi corazón a cada segundo que la mantenía. Repudié su presencia, y la de Natalia; seguir al lado de ella solo haría que todo el cariño que le tenía se convirtiese en algo oscuro; cosa que no quería presenciar. 

Mientras caminaba bajo los árboles otoñales en esa fatídica tarde me di cuenta de algo: El desengaño es tan difícil de tragar como el whisky, sin embargo, mucho más doloroso que este último; sino… ¿por qué estas lágrimas siguen corriendo por mis mejillas?  

Juan Mora.

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