El Coleccionista. Parte I

in #spanish5 years ago

" No existe límite de tiempo, ni época, para descubrir ciertos instintos ocultos en el hombres ..."

Saludos amigos: En esta oportunidad, trato de emprender y desarrollar una pequeña historia en dos partes, rompiendo tabúes sociales, tanto actuales como de esa época, llena de placeres ocultos manipuladas por hombres con demasiados influencias a nivel social ubicada en el siglo XIX. A continuación, el texto para su consideración y comentarios.

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El valle alejado de su verdor, presenta antes los ojos de cualquier transeúnte un espectáculo de hojas secas, todas recién caídas, así ayuda con su panorámica, crear juego con esta temperatura cálida que abrasa los huesos.

Desde el carruaje siento el crujir de cada una de esas hojuelas cuando son aplastadas por las ruedas y los cascos de los caballos que presurosos retornan a casa: la Mansión Altamira, imponente palacete enclavado entre cedros, pinos y robles centenarios.

Llevo todo el día esperando el anochecer. Aunque agotado por el largo viaje, esta sensación de excitación no me abandona. Los deseos de una nueva aventura irrumpen en mi mente a partir de las recordadas anteriormente, robando parte de mi calma y cordura.

En casa. Como de costumbre, unos séquitos de sirvientes me atienden con devoción, encabezado por mi fiel mayordomo Vladimir; albacea de mis más oscuros secretos, ensayista de mis incontables historias ocultas.

En el salón principal, me reciben los ladridos de los pequeños cachorros, que con entusiasmo, acompañan a las niñas que se lanzan a mis brazos para llenarme de su suave olor a lilas y jazmines. Solo ellas envueltas en tules y encajes, con sus cabellos largos y sedosos, atados en mi corazón de padre corrompido.

Nada ha sido igual, después de la partida de Rosalba. Su irreparable pérdida me dejó un gran vacío. Todo a merced de mí mismo. Su paciencia, dulce compresión, ya no estaban ahí para contenerme. Solo las niñas pueden rescatarme de mis frenéticos deseos y desbordadas obsesiones. Hoy lo siento imposible, así dupliquen su esfuerzo. Sé porque se los digo.

El comedor está ofrecido para la cena. Magníficos manjares de cacerías, presentados en finas porcelanas chinas. Vino burbujeantes en las copas de cristal con la mejor talla de la época. Como todas las noches, a la altura del vizconde.

Al final del festín, les pidió a las niñeras que se encarguen de las hijas preparándolas para el descanso nocturno. Las despidió, dándole tiernos besos a cada una en sus amplias frentes.

Ahora es mi turno, llegó el momento para dar rienda suelta al instinto más carnal de este espécimen por no llamarme monstruo, me preparo para ello.

Hago la señal de costumbre a Vladimir. Solo él sabe lo que necesito para saciar mi hambre por carne oscura. Él lo prepara todo. Espero en el salón junto al jardín y veo como la luna se desviste de esas nubes grises, mostrándose llena casi ingenua, apta para iluminar el trasnocho promovido para hoy.

Vladimir entra. Sonríe. Esa es la señal que esperaba. Uso la capa de terciopelo negro inglés y descendió veloz las escaleras que dan al patio trasero del palacete.

El carruaje espera. Nos dirigimos a la casa de manumisión donde nos aguarda el placer y la perversión.

Al llegar solo vemos al viejo Atanasio, discreto guardia del lugar. Espera con antorchas para iluminar el camino.

Es casi medianoche. Todos los esclavos están durmiendo. Las faenas en la hacienda y en las minas son agotadoras. En la casa las mujeres duermen separadas de los hombres; esto nos facilita el trabajo.

Hace un mes, un barco negrero, desembarcó con esclavos del Congo, Costa de Marfil, Camerún y Guinea. Le pedí a Vladimir que asistiera a la subasta, eligiendo a cinco hombres fuertes, su adquisición es para mí uso personal.

Estoy ansioso de ver la selección de mi ferviente cómplice.

Bajamos a la mazmorra de castigos; un lugar subterráneo y apartado para los negros cimarrones y voluntariosos que necesitan ser amansados por Severino, el verdugo del lugar. Mulato experto en el látigo, doma de bestias y torturas en general.

Después de varios pasadizos llenos de humedad y alimañas, ahí estaba. La gran diversión. Severino lo tenía todo preparado: cinco negros desnudos, viriles, esculturales ébanos, amarrados, separados bañados y bien alimentados para la ocasión.

Ellos se muestran nerviosos, algunos furiosos y otros temerosos. Aplacados con varios vasos repletos de vinos para entorpecer cualquier impulso de rebeldía. Todos ahí, reunidos, esperando por la más nefasta de las decisiones. Uno de ellos será el elegido por este dueño, gracias a cincuentas monedas de plata y dos sacos de sal; menudencias para satisfacer mis eventuales caprichos…

El sexo…

Continuará…
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J.R.M.(@siondaba)


Gracias por leer. Hasta la próxima.

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