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in #spanish5 years ago

Jung y el I-Ching

Me escribe un amigo, brillante filósofo amateur sobre temas varios, contándome su última obsesión: la inexplicable certeza del I-Ching.


(PD)

Me cuenta que, en su incansable exploración de fuentes de estímulo intelectual, cayó en el oráculo chino casi de casualidad, lo probó... ¡y quedó sorprendido por la certeza de las respuestas que surgían del libro! Parecían hablar de él, de su situación personal, de su vida.

Intrigado, comenzó a investigar y cayó en un escrito de Carl Gustav Jung, quien fuera junto con Sigmund Freud el cofundador del psicoanálisis. ¡Un prólogo al I-Ching! En ese texto, Jung relaciona al I-Ching con el azar, y a éste último con un supuesto funcionamiento íntimo del universo, inseparable de la psique.

El azar es la ausencia de causas y, dado que las causas de cualquier fenómeno se establecen dentro del modelo con que lo explicamos, el azar es simple desconocimiento, la ausencia de un modelo. Jung elabora una teoría que postula una supuesta relación acausal de la mente con los hechos observados. Llama a su teoría Sincronicidad (sólo para que varias décadas después The Police lo usara como título de su mejor álbum).

(Fair use)

Por supuesto que Jung está hablando pavadas (y si alguien esperaba que yo dijera otra cosa, es que no me leen). Pero la razón es muy sutil.

Pionero de la impostación intelectual característica del psicoanálisis, Jung asegura que su teoría se fundamenta en nueva física. Supogo que se refiere a la entonces reciente mecánica cuántica, y su trágico error epistémico-político, la interpretación de Copenhagen. No voy a discutir aquí tal interpretación, solo diré que la mente no interviene en el colapso de la función de onda, eso es un error de la mala divulgación, demasiado popularizado.

Jung decía que su idea de conexión acausal funcionaba dando al I-Ching la posibilidad de ser tan certero en la predicción de los hechos. Leyéndolo, se hace evidente que con el I-Ching usó métodos muy psicoanalíticos: leía los hexagramas, y luego los interpretaba siguiendo el modo de "atención flotante" esto-me-sugiere-aquello tan caro a los freudianos.

Le transmití a mi amigo que a mí también me ha sorprendido el I-Ching. Invito a cualquiera a hacer la prueba, es realmente notable. Uno tira las monedas y luego lee el hexagrama, y parece que sin duda, el libro está hablando de su vida. A veces con una certeza increíble.

Ahora bien ¿cómo se explica? Antes de entrar en eso, déjenme referirme a otro fenómeno similar, y también sorprendente.

Dunne y los sueños

En el libro Un experimento con el tiempo (cuyo título, decía Borges, es uno de los mejores exponentes de tal género literario) el americano John William Dunne habla de sus sueños precognitivos.

Dunne era un ingeniero pionero de la aviación, un hombre pragmático con formación científica. Por lo tanto, cuando empezó a tener sueños predictivos buscó una confirmación experimental y una explicación racional. Montó un experimento para ver si sus sueños eran realmente predictivos: los escribía al despertar, antes de olvidarlos, y días después releía lo escrito buscando similitudes con los acontecimientos recientes de su vida.


(CC BY-SA 3.0, by TSRL)

Dunne notó que en su experimento aparecían más coincidencias, de lo que soñaba con lo que le pasaba después, de las que se podrían esperar a priori. Como Jung, creyó que estaba observando una propiedad del universo físico. Él lo interpretó como algo relacionado con el tiempo, en lugar de con el azar.

La teoría del Universo serial que elaboró Dunne para explicar sus observaciones era mucho más precisa (menos chanta, vamos) que la que Jung aplicó al I-Ching. Pero no menos equivocada. Ambos cayeron en la misma trampa: tanto Jung como Dunne eran personas inteligentes, y las personas inteligentes suelen acercarse a la verdad, aunque no lleguen a verla.

Apofenia y pareidolia

Jung intuyó que el I-Ching y el psicoanálisis estaban basados en el mismo fenómeno. Y algo similar pensó Dunne sobre sus sueños precognitivos. Y en eso ambos tenían razón: el fenómeno responsable de las predicciones asombrosas, tanto las del I-Ching cuanto la de los sueños, es el mismo en el que se basa el psicoanálisis. Su error fue creer que se trataba de un fenómeno físico, no lo es. Es un fenómeno psicológico conocido como Apofenia o, cuando nos limitamos a las impresiones sensoriales, como Pareidolia

  • Apofenia: consiste en la tendencia de la mente humana a ver estructura en el simple azar, a imaginar en datos aleatorios la presencia de patrones, orden y significado.

  • Pareidolia: es la tendencia a identificar formas y contenido en imágenes o sonidos que no contienen información. Puede entenderse como el fenómeno de apofenia aplicado a las impresiones sensoriales.

La pareidolia es lo que nos hace ver caras humanas en una foto de Marte, o escuchar susurros en la estática radial.


(PD)

La apofenia es la que nos hace ver estructuras causales, causas y consecuencias, en eventos no-relacionados.


(CC BY 2, by Frank Kovalchek)

El I-Ching, la atención flotante del psicoanálisis de Jung, y el registro de sus sueños que hacía Dunne, son disparadores de apofenia: un hexagrama cualquiera del I-Ching, o un sueño escrito al despertar, contienen frases y referencias sin relación inmediata con la realidad. Cuando la mente los lee buscando esa relación, la apofenia se activa e inmediatamente la encontramos. Como al mirar una imagen de Marte buscando una cara.

Cuando sucede una casualidad cualquiera y la encontramos increíble, de nuevo esta funcionando en nuestra mente la apofenia. En efecto, decimos que es imposible tanta casualidad porque queremos ver una causa, una estructura, donde realmente no la hay.

Muchas condiciones psiquiátricas se deben a un desenfreno de la apofenia o de su versión sensorial, la pareidolia. Un cerebro normal crea interpretaciones de la realidad a partir de los datos sensoriales y de la memoria, y luego el lóbulo frontal hace las veces de "crítico" de tales interpretaciones. Cuando tal crítica falla, se exacerban la pareidolia y aparecen las alucinaciones, y la apofenia y aparece el delirio. El ruido ambiente se transforma en voces, las sombras en demonios, muertos o santos, y el trato normal en persecución.

No sólo los oráculos (como el I-Ching, los sueños, o los psicoanalistas) explotan la apofenia. Muchos otros fenómenos culturales también. La astrología, la pseudociencia, las conspiraciones y la religión tienen mucho de apofenia: imaginar estructura donde no hay estructura, orden donde no hay orden, causas donde no hay causas.

La ciencia misma ha caído varias veces en la apofenia. Precisamente una de las virtudes del método científico es que nos permite librarnos de ella. Tal vez incluso deberíamos definirlo como aquéllas reglas que nos permitan identificar patrones sin caer en la apofenia.

Por otro lado, no todo son desventajas: tanto la apofenia como su versión sensorial la pareidolia, son elementos cruciales en el proceso creativo. Ver imágenes que no están, escuchar sonidos mudos, identificar patrones inexistentes, son el primer paso de la creación, tanto en el contexto artístico como en el científico.

El tigre que no estaba ahí

La apofenia es una ilusión psicológica, y parece a primera vista una debilidad de nuestra mente. Sin embargo, tiene una razón evolutiva, darwiniana, para existir:

  • Si en una oscilación de las hierbas imagináramos un tigre que no está ahí y saliéramos corriendo, no pagaríamos nada más caro que un ligero consumo de energía.

  • Si en cambio no llegáramos a vislumbrar, o descartáramos como una falsa alarma, al tigre que realmente está allí, nos transformaríamos en su cena.


(PD)

Es decir, el falso positivo, el ver una estructura donde no la hay, no hace daño. El falso negativo en cambio, puede matar. Por lo tanto, la evolución favorece las mentes que generan falsos positivos. Por eso la apofenia y la pareidolia son tan comunes en la mente humana.

En ese sentido, la apofenia no es mala, ni es una falla del pensamiento. Es una parte normal del proceso cognitivo. Lo importante es conocerla y mantenerla acotada donde pueda sernos útil, sin suprimirla completamente:

  • Si viviéramos demasiado atentos a la apofenia, perderíamos imaginación, dejando de crear de la nada patrones erróneos hasta vislumbrar el correcto.

  • Si en cambio no estuviéramos atentos a la apofenia, caeríamos en la alucinación y el delirio, o más simplemente en el pensamiento mágico y el autoengaño.

Por eso, con lo riesgoso que pueda resultar, la actitud correcta es caminar siempre en el filo de la navaja. Dejar rodar la apofenia, crear libremente interpretaciones de lo que nos ofrece la realidad, pero revisarlas críticamente con frecuencia.


(CC BY 4.0, by Michal Maňas)

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