Las Voces del Faro

Eran amigos de la infancia, habían compartido todo en esos años e incluso iban juntos a la universidad. Sus padres se fueron de viaje para celebrar sus bodas de plata y los chicos decidieron montarse una fiesta privada. El alcohol era lo más abundante de esa noche. Los juegos entre ellos, se volvieron morbosos y las apuestas en el streppoker, cada vez eran más arriesgadas. Entre risas y tocamientos, acabaron montándoselo entre ellos. Una noche inolvidable de sexo que jamás olvidarían. Aquella noche fue el principio de tantas otras más noches de lujuria y pasión. Todo era perfecto pues todos consentían.

Juan y María estaban viendo una película, entre mimos y caricias acabaron jugando en el sofa. Más tarde subieron a su habitación para continuar retozando.
Carlos había tenido un mal día, en la universidad y se emborrachó en el bar del pueblo. Caliente y con ganas de desfogarse, fue al faro en busca de María para pasarlo bien.
Entró en la casa y fue al habitación de María donde escuchaba gemidos. Al entrar, vio que Juan y María yacían en la cama de ella. Intentó acoplarse a la pareja, pero éstos lo rechazaron por el estado de embriaguez que llevaba.

Enojado y con la rabia que albergaba en su interior, no dudó en ir a buscar un martillo de la caja de herramientas, que había en el sótano. Volvió a la habitación y golpeó a Juan, hasta ver parte de sus sesos esparcidos por la habitación.
Ella aterrorizada por lo que estaba viendo gritaba ¡Para! ¡Para!
Se dirigió hacia ella, enojado hasta a la médula y la golpeó, dejándola inconsciente.
Arrastró los cuerpos al sótano y en una pequeña habitación subterránea que usaban para medir el nivel del mar, los arrojó. Cerrando con clavos y maderas, para que en caso de despertar, no pudieran salir y muriesen ahogados con la subida del mar.

Sus padres volvieron del viaje y al ver la atrocidad, de sangre y sesos esparcidos. Llamaron a la policía, después de hacer análisis, demostraron que esa sangre no era de su hija y la acusaron de semejante atrocidad, pues había desaparecido.
Al año, el caso fue cerrado, al no haber aparecido el cuerpo de Juan y por la desaparición de la hija.

Carlos no podía dejar de recordar una y otra vez, lo que había hecho. Y se limitó a beber y beber cada día más. Una noche sin darse cuenta, al coger su coche acabó en el faro y una misteriosa niebla empezó a formarse. Escucho unas voces y no veía a nadie. Se bajó del coche para que le diera un poco el viento en la cara, pensando que se despejaría un poco.
Entre aquella espesa niebla, vio una luz y pensó que sería la del faro. Cada vez se le acercaba más, la observó detenidamente y vio la imagen de María. Se puso a llorar por la culpabilidad que sentía. Pero aquella luz de forma humanoide y fantasmal, le cogió de la mano para consolarle. Y sin darse cuenta estaba al borde de las rocas, cuando un fuerte oleaje lanzó a Carlos al mar, golpeándose contra las rocas al caer.

Al día siguiente, un niño lo encontró muerto en el agua. La gente del pueblo pensó que se había suicidado por no superar la pérdida de sus amigos.
Desde entonces, en las noches que hay niebla, se oyen voces y risas, de tres amigos adolescentes, jugueteando entre ellos y dando algún susto que otro, algún lugareño que pase por los alrededores del faro.

CC0
El faro

Texto original, sashas