SER INFELIZ ES GRATIS; SER FELIZ TAMBIÉN LO ES

in #spanish6 years ago (edited)


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Cuando ella supo el veredicto, automáticamente cambió de cara. Hasta ese momento su rostro había sido una máscara de risas y educación, pero se convirtió en una concha petrificada y dura. Le había dicho a Vargas para ir ese fin de semana a la playa. Vargas no solo había sido su asesor de tesis, también era su pareja. Había acostumbrado a llamarlo por su apellido por una formalidad de oficina. Los dos trabajaban en la Facultad de medicina. Él, un médico reconocido, ella una doctora que comenzaba a abrirse un camino entre tantos hombres.

Cuando llegaron a la playa, ella se fijó en el tiempo e inmediatamente le declaró a Vargas su renuencia a quedarse. He cambiado de opinión, ya no tengo ganas de playa, es más quiero abrir un hueco y echarme tierra yo sola, declaró entre dientes, como pa´dentro, como si la amargura tuviera espacios preferidos o perfectos, y dentro de ella tuviera un óptimo caldo de cultivo.


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El hombre hizo como si ella no existiera, o como si aquel fuese un reclamo diario y sin importancia. Cuando bajó, descubrió que la mitad del aire tenía mosquitos, así que volvió a entrar y prefirió quedarse dentro del carro mientras Vargas pedía unas empanadas de camarón. Sin mucho aceite, por favor, dijo ella como resignada al calor y al día.


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Quien hacía las empanadas era una mujer robusta y de unos dientes grandes. Su cabello era sometido a una tira azul. Ella hubiese jurado que era el encaje de una falda o una media partida. La mujer sonreía a carcajadas y todos a su alrededor también lo hacían. Hasta Vargas se veía animado de mostrar una espléndida sonrisa. ¿Desde cuándo no lo veía sonreír? Recordó la mañana del día anterior y todos los jugos gástricos se le revolvieron.


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Cómo era que su trabajo, que había sido revisado por los mejores especialistas y que habían elogiado el trabajo y el aporte que estaba haciendo para el estudio de los antibióticos, solo recibiera el sello de aprobado. Se pasó las manos por los ojos y sintió el ardor de una noche sin dormir. Una punzada en el cerebro la hizo recordar los brotes de migraña que habían aparecido a propósito de la tesis. Miró hacia afuera. La mujer ahora hablaba de manera disonante y todos la escuchaban con atención.


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De lejos miraba a aquella mujer. ¿Cuántos años podría tener? Su rostro moreno no daba señales de arrugas, pero un cuerpo desproporcionado hablaba de hijos, tal vez, comidas grasientas y carbohidratos. Se estremeció. No lograba entender cómo había mujeres obesas con tantas dietas y productos en el mercado. Atenta vio que un hombre sumamente guapo y joven le besaba la mejilla a la mujer de las empanadas. Debe ser su hijo, pensó viendo el torso desnudo del hombre joven. Sorprendida vio cómo el joven metía su lengua en aquellas fauces infinitas. Volvió rápido la mirada. Sin querer miró a Vargas. El pobre ya estaba viejo y un conato de panza estiraba la franela. En ese momento lo encontró falto de todo atractivo y hasta de carácter. Volvía el dolor de cabeza.

A los 15 minutos le tocó bocina a Vargas y le hizo señas que ya no quería nada. El hombre la miró y asumió la actitud del desentendido. Él sabía que aquello la molestaba. Se miró en el espejo y varías arrugas prematuras ya marcaban su rostro. Desgraciado color blanco, pensó. Tal vez si fuese morena como la de las empanadas. Volvió a mirar afuera.


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Ahora la mujer paseaba su gran trasero ante la mirada golosa de los concurrentes. Su descomunal figura, metida en una licra negra y una blusa naranja, le pareció un adefesio, una imagen grotesca, pero al parecer los que esperaban las empanadas no compartían su opinión, incluyendo Vargas que desde lejos le brillaban los ojos. Miró sus propias piernas y las vio pálidas. También demasiado flacas, flácidas. Maldita mujer de las empanadas que se le monea a todos los hombres, sin darse cuenta de lo ridículo de sus movimientos, de sus celulitis, del pedazo de pantaleta que lleva puesto como cola. Le dolía la cabeza y amenazaba con explotarle los ojos.


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Se volvió a mirar en el espejo y se encontró fea. Estaba pálida y ojerosa, la rabia no la había dejado dormir. Es que había apostado que le darían publicación en su tesis y solo por unos detalles no había podido alcanzar esa meta. Le dieron ganas de llorar y escuchó afuera que la mujer reía, duro, destemplado, y todos reían con ella. Afuera todos eran felices, pensó. Ya Vargas traía en su mano una bolsa de papel grasienta, cuando volvió para despedirse, y la mujer de las empanadas rio, con sus dientes, con su pedazo de pantaleta como moñera, con todo su cuerpo lleno de celulitis, la mujer rio y ella no.

¡HASTA UN PRÓXIMO RELATO, AMIGOS!

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Excelente relato, me sentí la protagonista

Qué bueno que te haya gustado y que te hayas identificado con la protagonista, @enmy! Gracias por pasar y comentar. Saludos.

Muchas gracias por el apoyo, @rutablockchain!! Aplaudo el esfuerzo y el trabajo que hacen. Mi respeto para ustedes!

Jajaja
Que relato tan chevere!
Las complejidades femeninas a flor de piel.

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Siiiií! jajajaja. Qué bueno que te haya gustado y un placer verte por aquí, @samic!! Muchas gracias por tu apoyo. Abrazos

Hay que ser feliz a pesar de todo. La vida es un ratico y no se puede desperdiciar con tristezas. Un abrazote, @nancybriti.

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