Siempre he pensado que soy un soñador incurable, hay ocasiones en las que me pierdo en mi mente mientras vuelo a París, India o incluso Japón, he visto tantos documentales que realmente siento que he estado en esos lugares, pero repito, sólo en mí mente.

Mientras te veía desde mi soledad, pude conocerte un poco más sin haber intercambiado palabras, también aprendí de tus amigas, quienes no dudaron en añadir algo a tu bebida cuando te levantaste para ir al tocador, según sus palabras “lo necesitas para divertirte” ya que al perecer no haces otra cosa que esperar esa llamada que tanto buscas en tu dispositivo móvil, –gracias amigas.

Cuando regresaste a tu asiento sin dudar tomaste tu bebida, realmente no tenías motivos para desconfiar de ellas, y por un instante pensé que esa sería una buena estrategia para conocerte, llegar y advertirte del peligro en el que te encontrabas salvándote de ingerir quién sabe que droga, me haría ver como el héroe de la noche y de tu vida, pero inmediatamente pensé que si acusaba a tus amigas por más verdad que fuera, seguramente las defenderías de un extraño que probablemente mentiría, así que deje que las cosas siguieran su curso, igual que los ríos corren cuesta abajo desde las montañas y no hay poder que lo pueda evitar, ¿Quién soy yo para interferir? De todas formas te seguiría cuidando desde una distancia apropiada.

Unos cuantos minutos pasaron y ya se podía apreciar el efecto agregado en tu bebida, te veías más relajada, sonriente y sin preocupaciones, incluso fue tanto la euforia que comenzaste a cantar la música de fondo, convirtiéndote en un ser divino con una voz angelical, no necesitabas micrófono ni ningún tipo de arreglo musical, tu voz natural es algo hermoso y digno de seguir admirando, y así lo hice.

Pude observar que algunas de tus amigas salieron a la parte trasera del bar para poder fumar, tu estabas platicando y sólo las miraste, al mismo tiempo revisaste tu teléfono móvil, y fue ahí cuando una revelación me dijo que pronto saldrías ya fuera a la parte trasera a fumar, o por la puerta principal para retirarte del sitio.

Tomé la decisión de esperarte en la bendita área de fumadores, ¡Gracias leyes absurdas que fomentan la separación de las masas! Permitiendo un poco de privacidad y una oportunidad para conocerte en lo apartado. No pasó mucho tiempo para que tu bello rostro cruzara la puerta trasera, no es que estuviera mirando fijamente tus movimientos para salir corriendo si te veía ir en la dirección contraria; –bueno en realidad sí lo hice–, pero no es el punto, trataba de conocerte y, por tu belleza, cualquier hombre hubiera hecho lo mismo, aunque no lo aceptemos en público.