La última nota del curso

in #spanish7 years ago (edited)

Leonides, fue un mal estudiante. Le costaba mucho comprender el mundo que le rodeaba porque, hasta el elemento más sencillo, se le complicaba sobremanera. Nunca comprendió por qué le habían puesto un nombre tan rebuscado, él hubiera preferido uno más simple. Con un Paco o un Pepe, con alguno de ellos, se hubiera conformado.

Pero la cosa se retorció cuando comenzó a ir a la escuela y se encontró con el mundo de las matemáticas, la lengua, la física, la química y la ciencia. ¿Por qué el mundo era tan difícil y complicado cuando todo podía ser más sencillo? No lo comprendía.

Pero Leonides tenía voluntad y mucho tiempo, y, esos dos elementos, fueron los que apuntalaron, desde la base, su futuro como estudiante. 

Fue pasando de curso como el que escala una montaña, paso a paso, centímetro a centímetro, hasta que llegó a la Universidad.

Allí siguió utilizando aquel binomio que le había dado tanto éxito, voluntad y tiempo.

Así llegó al último año de carrera, donde se encontró con la asignatura más enrevesada de toda su vida: Análisis cuántico de la bipolarición óptica refractaria. Esta materia era impartida por el profesor Euclides, que tenía fama de ser uno de los más duros de la universidad y que siempre había visto en Leonides a un alumno mediocre, poco inteligente y con poco futuro como profesional de las telecomunicaciones.

Leonides se dedicó de lleno a la asignatura, porque sabía que tendría problemas. Sacó el tiempo y la voluntad de donde no las tenía, incluso, dejó algunas materias para febrero para dedicarse, con todas sus fuerzas, a escalar una de las vías más complejas de aquella montaña de cinco picos, que era la universidad.

Cuando llegó el día del examen, estaba preparado, seguro de sí mismo y con la confianza suficiente para saberse vencedor, hasta que le dio la vuelta al ejercicio. En ese instante comprendió que no iba a ser nada fácil. Justo en el momento en que el profesor dijo con su voz lacónica «Comienza el examen» sus miradas se encontraron; él con la mirada fría y distante y el profesor con una sonrisa forzada y cínica.

Al día siguiente fue a mirar las notas. Se buscó en el listado que estaba colgado en el tablón de anuncios. Siguió con el dedo índice cada uno de los nombres que formaban su curso, mientras oía como su corazón empezaba a desbocarse. Se detuvo en su nombre y con un solo golpe de vista, vio la nota: 4,99 -- Suspenso.

Miró el horario de las tutorías del profesor Euclides, todos los días a partir de las 13:30 horas. Giró su muñeca y observó que eran las 13.15 y decidió esperar. Quería una explicación razonable, si es que la había.

Cuando se hizo la hora, tocó en la puerta del despacho del profesor, oyó como lo invitaba a pasar y este le dijo:

- No se ha demorado usted mucho en venir a reclamar la nota.

- He venido a ver mi examen y para que me de una explicación lógica de esa décima que me ha dejado fuera del aprobado.

-¿Una explicación lógica? No sé si mi explicación será lógica.

- Pero es que una décima no es nada.

-¡Nada! Esto afirma lo que pienso de usted, caballero. Un décima es mucho, tanto que puede, por ejemplo, dar al traste con toda una investigación científica.

-Sí, pero esto no es una investigación científica, es un simple examen. Creo que yo he sido un buen alumno, nunca he faltado a clase y he hecho todos los trabajos que usted ha propuesto.

- Cierto, pero el examen es el examen y usted no lo ha aprobado. Simple y llanamente.

- Sí, por una décima.

-A ver como se lo explico para que usted me entienda. Una décima puede ser la frontera entre la vida y la muerte, entre el quedarse o pasar, entre el subir o bajar. ¿Entiende?

-No, no lo entiendo.

-Pues si no lo comprende... no hay nada más que hablar. Está usted suspendido y eso no lo va a cambiar nadie -dijo tajantemente mirando sus papeles.

Leonides miró a su alrededor preguntándose por qué las cosas eran tan complicadas. Observó la mesa del profesor Euclides, con montañas de papeles que casi no dejaban el mínimo espacio para el trabajo y que seguía perdido entre sus papeles, dando la conversación por terminada.

Él se dio media vuelta, abrió la puerta para salir, pero pudo ver que en la estantería había un cutter amarillo de quince centímetros. Se detuvo, lo cogió, apretó el botón para sacar la cuchilla de acero, se giró y le dijo al profesor:

- He pensado en eso, de que una décima puede ser diferencia entre la vida y la muerte. Y tiene usted razón.

El profesor levantó la cabeza, y en ese preciso instante, Leonides le cortó el cuello de un tajo. Se sentó frente al profesor viendo como se desangraba intentando parar la hemorragia con sus manos, pero nada podía hacer, la sangre salía borbotones salpicando todo lo que encontraba a su paso.

Leonides se levantó, se acercó al profesor, desplazó la silla hacia atrás y contempló en la pantalla del ordenador su ficha. Buscó la casilla en la que estaba el cuatro coma noventa y nueve, la seleccionó con el ratón y la cambió por un cinco. Cerró el programa de calificaciones, se metió el cutter en el bolsillo de la sudadera y cuando se iba, pensó:

- Qué cosas hay que hacer para cambiar una décima.

Fuente de la fotografía: Pixabay


También en mi blog personal: La última nota del curso

Sort:  

Vaya final!! Me quedé impactada... Aunque es verdad que algunos profesores son unos arrogantes desgraciados que solo por fastidiar te dejan a una décima del aprobado. Se lo he visto vivir a muchas compañeras. En la foto del examen de francés, me parece muy gracioso el hecho de que la misma profesora pasase por alto unos cuantos errores, lo que prueba que ellos tampoco lo saben todo

Sí, @catherinegairard, algunos profesores se sienten que están por encima del bien y del mal y se olvidan que son personas normales y corrientes. Yo también tuve un profesor que te regateaba una mísera décima.

Son los peores. Lo irónico es que una vez que te gradúas ni siquiera te acuerdas, ni de la décima ni de lo que se trataba aquel curso que suspendiste... No te han enseñado nada al final, y yo creo que ser profesor es una responsabilidad enorme y solo deberían ejercer los que tengan una verdadera vocación, que les interese más tu crecimiento que un estúpido número.

Tan cierto, @catherinegairard, la maestría debería ser vocacional como tú dices, porque en la enseñanza la vocación es un fundamental.

Uf, para pensar. Buen trabajo, amigo.

Ya, @susiunderground, que en la ficción cabe casi todo y reconozco que el final es un poco fuerte, pero la realidad, en muchas ocasiones, deja a la ficción muy atrás.

jajajajaja el pensamiento que nos invade a veces cuando sentimos que nos hemos esforzado lo suficiente pero estos son ignorados por cuestiones de subjetividad. Quizás todos hemos pasado por ese trago amargo. muy buena historia. Te sigo, espero puedas hacer lo mismo para leernos.

La subjetividad, @jasst, es así, todos tenemos una.

Gran historia... aunque la verdad deja una reflexión en muchos aspectos y no solo desde la perceptiva de la que veamos las cosas, si me permites acotar algo, pero esta parte "He pensado en eso, de que una décima puede ser diferencia entre la vida y la muerte. Y tiene usted razón" fue lo que le dio inicio a un gran final; te invito a que veas mi primer post y lo puedas compartir. Muchas gracias y seguiré muy de cerca tus post's.
https://steemit.com/spanish/@johnkevinlive/tip-s-para-eliminar-el-acne-mi-primera-publicacion-by-johnkevinlive

Gracias, @johnkevinlive, los finales son importantes y hay que intentar que verosímiles.

"Todo el mundo es un genio. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil"

Sí, @caicedoes, la genialidad, en ocasiones, depende mucho de quién evalúa esa genialidad.

Final inesperado N°1

Felicitaciones por tu post, me encanto.

Gracias, @tamymayz, ya sabes que eso de «planteamiento, nudo y desenlace» hay que intentar hilar muy fino. Yo intento llevar esa regla, casi matemática, a raja tabla.

Muy bueno y currado :D voy a echar un vistazo a tu blog!!

Gracias, @only25shmeckles, intento hacerlo lo mejor posible, algunas lo consigo y otra veces no, lo que nunca pierdo de visto es intentar contar una historia porque para mí ese es el primer fundamento.

Luego de eso Leónidas ni salió por una décima de la cárcel jajaja. Excelente, buen final al estilo de Alfred Hitchcock.

excelente escrito. La verdad me lleva a un sentimiento que tenía de pequeño mientras estudiaba en conservatorios de música, jajajja. Los profesores solian ser demasido estrictos, tal vez mucho para un niño. De hecho, termine saliendome de la escuela, aunque seguí por mi cuenta.

No niego que en algunos instantes me sentí como Leonides. Saludos!

@tafio, las estructuras educaciones, muchas veces, son inoperantes y uno tiene que buscarse la vida por otros caminos.

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Gracias, es bueno saberlo porque no tengo ese tipo de información.

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