La ilusión salió del capullo de promesas para volverse perenne realidad; acá estamos.

Habíamos prometido adueñarnos del relajo, ser explícitamente carnales, íntimamente apasionados y entregarnos uno al otro, desenfrenadamente y con descaro.

El preámbulo fue acordado en la agenda con mis manos como protagonistas. Tu piel sería el escenario. El histrionismo consistía en que improvisaras sonidos de placer, movimientos naturales en expresiones faciales que dejaran fluir la actuación memorable de una actriz que no exageraría su papel de mujer complacida.

Llegaste a mi casa para una audición que requería de tu rol de sumisa, tu exuberante cuerpo sería el principal figurante, mientras que el aceite de almendra y las velas aromáticas, serían el bálsamo y la llama con la que estarías nominada al mejor vestuario, aunque no llevarías ninguno.

Luces, mis ojos son portales de aquella silueta indómita y exquisita; cámara, la del celular para inmortalizar lo que bajo mi corrompida dirección te exigiría; acción, gotas de un óleo con textura exquisita para el olfato y la piel, inundan tu espalda, tus piernas, tus hombros llenos de pecas y se esparcen sobre tu tierra bendita; clasificación no censurada, solo para adultos...

Mis dedos exploran tu cuerpo humectado y untado; palpo tu cintura y tus brazos abriéndome camino por el libreto apasionado de tus curvas y disfrutando de aquella mirada infinita estremecida y polifacética que experimenta lo que mi tacto le ordena a sus entrañas, esas que llenas de ganas espontaneas, merecen una ovación de pié por parte del público.

Me pierdo en tu lenguaje onomatopéyico, sin embargo, aquel diálogo tiene una traducción universal que da pié para que la banda sonora arranque de forma tenue, sin efectos especiales más que tu voz, y así pronostique que se acerca el clímax de nuestra memorable película.

Te irrumpo como secundario para verte, finalmente, maquillada con la estampa de mi ansias empañadas. En esta parte, el mejor montaje terminará con el mejor sonido: el de tu voz temblorosa liberada de mi clemencia.

Mis manos se sumergen en ti para darte buen drama, el arte de aquel masaje nomina a tu placer al premio que tanto anhelas, no será necesario editar lo que entredices para obtener el mejor sonido de tu garganta desorbitada de gozo ante la dirección de mis dedos por los monumentales escenarios de tu silueta..., el clímax se acerca...

Está por suceder..., enardecida siento tu piel; lleno de adrenalina, tu pulso clama el final feliz acostumbrado y característico, pero en un giro, de esos que odia la audiencia, tomo el celular por el que ando transmitiendo nuestra orgásmica cinematografía, enfoco mi cara y digo..., "fin de la transmisión"