El mal hábito de maldecir y su mala vibra
Como hemos dicho en otras publicaciones, el buen hablar no es asunto de refinamiento ni de vocabulario rebuscado: se trata de decir lo que pensamos o sentimos con las palabras adecuadas. El hablar, teniendo plena conciencia de lo que se dice y cómo se dice, no es sólo para especialistas, es un propósito que todos deberíamos cumplir, incluso pensando en el mejor entendimiento cuando existen diferencias de cualquier índole.
No pocas veces el uso irresponsable del idioma se debe a que repetimos conductas y expresiones que propagan los medios de comunicación, en particular los audiovisuales. Recién veía con mi hijo menor un programa en el que profesionales de cierto oficio (no voy a decir cuál, por respeto y discreción) compiten por un premio de 100.000 dólares, y entiendo que por esa cantidad más de uno estará dispuesto a decapitar a cualquier adversario; pero lo que me pareció lo más deplorable de ese programa es que los competidores maldicen a diestra y siniestra. Las palabras maldición, maldito y maldita eran repetidas con una frecuencia que me hacía dudar de la cordura y de las ínfulas de artistas de esos maldecidores.
Fui criado en un hogar en el que, sin ser mojigatos ni supersticiosos, era preferible alguna de las obscenidades del florido diccionario venezolano que maldecir porque, insistía mi madre, "eso de maldecir trae malas vibras y pone pesado el ambiente de las casas". Y esa advertencia no deja de tener sus razones cuando sabemos que la palabra, acorde con la fuerza, el tono y la intención con que se pronuncie, lleva consigo una "carga", una "energía", de la que muy bien sabían muchos pueblos antiguos y otros amenazados con desaparecer.
Y, en todo caso, ¿es necesario maldecir con tanta frecuencia para demostrar que tenemos carácter o somos valientes o mejor que los demás? Y aunque no creamos en la fuerza o energía de la palabra, no está de más saber que con ella podemos persuadir, disuadir, enamorar y bendecir, pero también con ella suele envilecerse la condición humana.
Benditos sean ustedes, lectores.
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Palabra inventada por las religiones para llenar de temor a los feligreses y así poder mantenerlos sometidos. Interesante tema de conversación, pasar todo un día dilucidando sus feroces consecuencias. . Saludos