Estos tiempos y su impulso por eso que algunos suelen llamar “la cultura de la muerte” realmente impresionan y sin duda da miedo. Empezaré diciendo que voy a sonar como viejo, pero es que gran parte de la juventud está siguiendo unos modelos burdos de la industria del entretenimiento que le insisten en el vacío, el desgano, la pasividad y el conformismo con los impulsos más básicos como regla de las relaciones y proyectos vitales. Se vuelven ídolos del momento chicos autodestructivos, ya en sí mismos, ya por el consejo de productores que están dedicados a producir imágenes y sonidos que sólo les aporten dividendos. La apología del dinero, de los lujos, de los placeres, en países concretos: las armas; y siempre esa fama que se consigue rápidamente prácticamente sin esforzarse en nada, son algo así como la programación ideológica para establecer una sociedad en sí misma “gangsteril”, tendiente a la flojera y a resolverlo todo a través de las bajas pasiones. La muerte gradual del artista en una espiral de locura sin sentido es parte del espectáculo que consumimos. Aunque es frecuente ver artistas de la escena juvenil resurgir de la influencia de los managers, nadie ya escucha su voz que en muchas ocasiones es de denuncia. Pero la cultura pop pertenece a un amplio sistema.

Las redes sociales, largamente cuestionadas por gente a quien se tachaba de “conspiracionista”, han demostrado ser también, por sus propios dueños, fuente de frecuentes experimentos sociales y manipulaciones de la opinión y distorsión completa de la información. La viralidad es la nueva norma de verdad y autenticidad. Aunque no sólo eso, se ha comprobado que manipulan también las emociones y las relaciones entre las personas a través de especializados algoritmos que se van programando durante las interacciones del usuario y sus visitas a otras páginas, considerando, además del contenido, la hora y duración de las visitas. Aunque claro, hay poco qué hacer para regular todo esto; ahora que Zuckerberg declara ante el congreso norteamericano, sabemos a las claras que todos le han entregado sus más íntimos datos de manera voluntaria para ser analizados y vendidos al mejor postor, a los intereses más opacos. Es cada vez más frecuente la sensación en tiempos de campaña política que la gente se siente enojada con lo que otros opinan o comparten, las discusiones se extienden ad nauseam, casi siguiendo los esquemas absurdos que los propios políticos y sus partidos propagan por las mismas redes. Pero ellos seguirán siendo amigos, no importa que hasta digan que meterán a la cárcel al otro, a veces ya lo son o si no hasta terminan haciéndose parientes. Pero la sociedad común esa sí que termina dividida, sin posible perspectiva, y todo eso produce el tan atractivo “río revuelto” del que algunos saben pescar muy bien.

El gobierno de los pueblos no parece estar ya en sus manos, ni siquiera en la gente que está en el propio gobierno, casi me atrevería a decir que no importa el signo derecho o izquierdo que ostenten; los más grandes intereses como el petróleo, las armas, las drogas, la trata de personas para diversos trabajos forzados y los bancos que lavan todo ese dinero son los amos que han incrustado tentáculos en cada nivel del Estado, corrompiendo y/o comprando las conciencia de cada funcionario o personaje electo. Ellos ni sus operativos son visibles en lo cotidiano de la administración pública, pues para eso están los medios monopolizados, distorsionando la imagen y el ruido que se produce entre los pasillos del gobierno con sus “opositores”, cuyos discursos y apariciones, de lo penoso a veces uno preferiría ni verlos, ya no hablemos de lo lejos que se encuentran del bien común, lo que sería su principal función. La policía aumenta en todos lados, eso sí, y también la criminalización.

Reptil, dibujo a lápiz por Miguel Ángel Canto, 1998

Para nadie debe ser desconocido que la semana pasada tres países decidieron lanzar misiles sobre Siria bajo el pretexto de que se lanzó un ataque químico por parte del gobierno. Tal vez ya no se recuerde que el año pasado sucedió exactamente lo mismo. Estamos hablando de un hecho relevante en los medios de todo el mundo. Pero es que así lo han decidido ellos como alguna forma de convencer al público de que hay “bombardeos humanitarios”, parafraseando a gente que habla en la ONU y en los noticieros. El hecho es que Siria, como Afganistán, Irak, Libia, Yemen, por sólo mencionar el medio oriente, llevan años siendo constantemente bombardeados y han sido inundados de mercenarios a los que llaman “luchadores por la libertad” que son patrocinados por esas coaliciones que se llaman a sí mismas “defensoras de la democracia y los derechos humanos”. En algunos noticieros llegaron a bendecir a los “hermosos misiles” que supuestamente destruirían las armas químicas del “malvado Al Assad”. Este año todo es igual, unos videos, unas declaraciones sin ninguna prueba y la continuación de una guerra sin fin en la que se promociona a la vez el más nuevo equipo militar. Los absurdos que se escuchan después como justificación de los ataques, que según los propios oficiales responsables no fueron producto de sus fuentes de “inteligencia” sino que se basaron en datos obtenidos en redes sociales, hacen suponer que en este Mundo ya nadie se ocupará más por la diplomacia, la legalidad y los medios pacíficos, sino de lanzar el misil más grande. Las sociedades les pertenecen a los petroleros pues el recurso energético que controlan es la imposición más grande que a mi parecer ha habido en la Historia de la humanidad y el mayor daño que se le puede hacer a la Tierra. Hoy es bastante cierto que se podría mover el mundo con energías muchísimo más limpias, pero no lo quieren así estos señores, pues además del precio de la gasolina y otros derivados, ganan muchísimo con las recientes guerras relacionadas en gran medida con el control de este recurso.

No es de extrañar entonces que la juventud opte por la “cultura de la muerte”, si desde la pequeña a la más grande escala se le está repitiendo que no hay futuro ni remedio, que puede optar por el suicidio, la adicción o el dinero fácil, por la violencia; finalmente ¿quién puede asegurarle que vale la pena esforzarse pues vendrán las oportunidades? Estas ya son realmente pocas en las formas que eran las tradicionales. Hay que intentar formas de que los jóvenes tengan un panorama más amplio, que indaguen y se pregunten un poco más, que se distancien un de lo que les dan como diario alimento de ilusiones falsas, de torcidos estereotipos que les hacen perder piso de lo que ellos son en sí mismos. Yo creo que el futuro viene radiante pero urge descubrir dónde está la raíz de todos los problemas y es a mi parecer la avaricia desmedida que ha puesto un poder excesivo en unos pocos que deciden cómo ha de moverse el mundo, pero ante ellos no hay ninguna guerra que los pare, ellos fabrican todas las armas. Para ellos somos una plaga de la que contentos se desharían si no les aportáramos tantos beneficios a través de inventarnos falsas necesidades de objetos y artificios con dependencias tecnológicas, prometiéndonos el transhumanismo, que vemos en maravillosas películas y comerciales.

Personaje, dibujo a tinta y lápiz de color por Miguel Ángel Canto, 1994

Lo único que podría cambiar este rumbo es un cambio de idea ante lo que ellos quieren que pensemos de nosotros mismos. Convencernos de que el valor humano está en su creatividad y la diversidad de su pensamiento combinado con un esfuerzo de conocimiento y también práctico que lleva a potenciar todas las experiencias vividas. La colectividad es siempre importante cuando está bien enfocada y tiene objetivos pero si estos se presentan borrosos se vuelve muy manipulable. Creo que el futuro está en la propia educación constante y en el esfuerzo por una educación para los más jóvenes que los impulse a crecer en el terreno humano y no en el de los intereses corporativos, nacionalistas ni ideológicos. No hacer falsas promesas, el Mundo es realmente difícil, pero si hemos de cambiarlo hemos de ser todos, desde uno para otros, conviviendo en respeto y cooperación, optando por la cultura de la vida y no por la otra, que ha probado todos sus fallos.